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La punta de la lengua
Columna
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Qué ‘demasiao’

Esa letra de Joaquín Sabina permite comprobar que muchas palabras jergales corren y se van, rara vez se quedan

El cantautor Joaquín Sabina durante un concierto en la cárcel Modelo, Barcelona, en octubre de 1988.
El cantautor Joaquín Sabina durante un concierto en la cárcel Modelo, Barcelona, en octubre de 1988.Albert Olive
Álex Grijelmo

Escuchaba hace días Qué demasiao, canción con letra de Joaquín Sabina y música del también poeta José Ramón Ripoll, compuesta en 1980 y popularizada en primer lugar por un cantante llamado Pulgarcito (Antonio Rodríguez), a quien Sabina se la cedió (no hagan caso de los bulos que atribuyen la autoría a Pulgarcito). Analizar sus versos y su jerga invita a reflexionar sobre el paso del tiempo.

La canción fue dedicada a José Joaquín Sánchez Frutos, El Jaro, famoso delincuente callejero que murió el 24 de febrero de 1979 a los 16 años por los disparos de un vecino de la calle de Toribio Pollán (hoy Veracruz), en Madrid. El homicida, de 32 años, había bajado de su casa con una escopeta al ver que un amigo suyo estaba siendo atracado a punta de navaja por el muchacho y sus compinches. Nunca hubo juicio.

Contaron las crónicas que en cierta ocasión El Jaro iba manejando un auto (robado, claro); que se detuvo junto a un coche patrulla y que retó a su conductor: “Soy El Jaro, os echo una carrera”. Eso enamoró a Sabina. También se publicó que al morir llevaba consigo recortes de prensa que hablaban de sus correrías. Por ello cabía imaginar una cierta satisfacción del delincuente cuando cayó abatido y llegaron las luces azules y los periodistas. Sabina escribió así la última estrofa: “Te pegaron seis tiros descarao / y luego desangrao / te ingresaron en el Piramidón. / Pero antes de palmarla se te oyó / decir ‘¡Qué demasiao!’. / De esta me sacan en televisión”.

La expresión coloquial “qué demasiao” circulaba entonces en las mismas ocasiones en que ahora se oye “¡qué fuerte!”. Y descarao venía a ser “de frente”, “a las claras”. Pero “palmarla” (morir) aún sigue en vigor; y permite sonreír cada vez que alguien recuerda que en la isla canaria del volcán recién dormido se ubica el tanatorio La Palma.

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La palabra “Piramidón” designaba en aquel tiempo al hospital Ramón y Cajal. El sobrenombre popular surgió porque se consideraba una obra faraónica, construida además por el dictador Franco para que dejara de darle dolores de cabeza la insistencia de su yerno, el cardiólogo Cristóbal Martínez Bordiú, por dirigir un nuevo gran centro médico. Además, el fármaco llamado Piramidon (sin tilde), después prohibido por sus efectos perversos, triunfaba en todo el mundo como medicamento contra la jaqueca, con lo cual el doble sentido tenía su gracia. El Jaro murió realmente en el hospital La Paz, pero la canción era un homenaje, no una biografía.

Más adelante aparece la palabra “canuto” (“y de darle al canuto cantidad”), ahora desplazada por “porro”. Y “cantidad” equivalía a “muchísimo” (“me gusta cantidad”). También se oye “un Bugatti te come la moral” (“un cochazo te obsesiona”). Bugatti era una marca de autos deportivos, de la que saldría el acortamiento “buga” como sinónimo de coche molón.

La letra dice luego: “Tu vieja apura el vino que has mercao”. Y “mercar” era conseguir algo, no siempre con dinero. Después se oye “el coche vacilón”, adjetivo que ya apenas se usa con aquel sentido: el de algo “guay”. La canción precisa que la madre del protagonista nunca le pregunta “de dónde sale todo este parné”. Esta palabra ya aparecía en La bien pagá, canción de los años cincuenta interpretada por Miguel de Molina (“por un puñao de parné”). Procede del caló y significa “dinero”. Circuló hace años por el léxico general, pero también se ha desvanecido su uso.

Toda la letra de esa canción permite un grato ejercicio de nostalgia; y anima a comprobar que muchas palabras jergales corren y se van, rara vez se quedan. Igual que les pasaba a los muchachos como El Jaro.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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