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Francamente, querido
Columna
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Tarantino, la crítica de cine y unas lavadoras volantes

Entre la despedida de A. O. Scott, la nueva película de Tarantino y la resaca de los últimos Oscar recordé una anécdota que solía contar el crítico de cine Antonio Gasset

El director Quentin Tarantino fotografiado en Taormina, Italia, durante el verano de 1994.
El director Quentin Tarantino fotografiado en Taormina, Italia, durante el verano de 1994.Leonardo Cendamo (Getty Images)
Elsa Fernández-Santos

A.O. Scott, hasta ahora crítico de cine titular en The New York Times junto a la gran Manohla Dargis, se despidió de su tarea de los últimos 23 años con una autoentrevista en la que admite errores, celebra aciertos y demuestra una vez más el fondo de su estilo elegante y compasivo. Scott deja el cine por la crítica literaria y en sus palabras se intuyen las razones del cambio. El crítico le resta importancia al eterno discurso apocalíptico que rodea al cine, pero en cambio sí admite su preocupación ante la galopante desaparición del “espacio cultural” que favorece a las películas que le interesan frente a una audiencia “narcotizada” por el algoritmo y el móvil. Scott lamenta los hábitos pasivos del espectador de plataformas pero sobre todo cómo las hordas de las redes sociales y sus furiosas reacciones en Twitter representan “una mentalidad antidemocrática y antiintelectual que es perjudicial para la causa del arte”, un comportamiento cuyo auge “refleja y modela la propagación de tendencias intolerantes, autoritarias y agresivas en nuestra política y nuestra vida comunitaria”.

La despedida de Scott coincidió con la noticia de que la próxima película de Quentin Tarantino tendrá de protagonista a un crítico de cine. En un principio, incluso se dijo que se trataba de Pauline Kael, célebre firma de The New Yorker durante décadas. Tarantino, admirador de esta brillante escritora y polemista, ha titulado su décima y, según él mismo, última película, The Movie Critic. Según otras informaciones, el centro de la historia podría ser la del crítico-fundador de una revista de cine en Los Ángeles, ciudad en la que transcurre la trama a finales de la década de los setenta. Kael formaría parte del telón de fondo: en esos años, la escritora abandonó Nueva York por Los Ángeles para convertirse, de la mano de Warren Beatty, en asesora de la Paramount Pictures, actividad en la que no aguantó demasiado tiempo, antes de volver al solitario ejercicio de la crítica.

Entre la despedida de A. O. Scott, la nueva película de Tarantino y la resaca de los últimos Oscar —extenuante por la película encumbrada y por el enconado cruce de artículos, tuits y memes que siguió a los premios y que se dividían entre “esto es el futuro” o “esto no hay quien lo aguante”—, recordé una anécdota que solía contar el popular crítico de cine Antonio Gasset sobre un antecesor en RTVE, Alfonso Sánchez.

Aunque es imposible revivir la gracia que tenía Gasset al imprimir la leyenda, ahí va un modesto intento. Al parecer, cuando La guerra de las galaxias se estrenó en el festival de San Sebastián de 1977, la película fue recibida con perplejidad por Sánchez, quien, con su particular voz, afectada por una enfermedad pulmonar, se había construido un personaje de viejo cascarrabias amante del cine muy acorde al cliché del crítico. Sánchez era muy famoso, lo imitaban los humoristas de la época e incluso se dejó entrevistar tumbado en su cama, rodeado de libros y medicamentos. Según evocaba con sorna Gasset, Sánchez convirtió su crítica de La guerra de las galaxias en un disparatado monólogo en el que el cada vez más acalorado crítico acababa comparando el desfile de naves galácticas con una invasión de “lavadoras volantes”.

La anécdota siempre me hizo reír a carcajadas, aunque ahora sé que tarde o temprano todos acabaremos viendo algún tipo de nueva lavadora volante surcando la pantalla. Y tampoco pasará nada.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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