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Cuando un ‘podcast’ sobre salud mental empeora la de sus autores: el caso ‘¿Puedo hablar!’

El programa de audio de Enrique Aparicio y Beatriz Cepeda es ejemplo de cómo el éxito de un contenido casero puede desgastar a sus creadores y cómo estos buscan fórmulas de seguir adelante

Pueden hablar y pueden posar: Enrique Aparicio y Beatriz Cepeda, de '¡Puedo Hablar?', posan en exclusiva para ICON ante la tienda Caramelos Paco, en Madrid.
Pueden hablar y pueden posar: Enrique Aparicio y Beatriz Cepeda, de '¡Puedo Hablar?', posan en exclusiva para ICON ante la tienda Caramelos Paco, en Madrid.ALEX MADRID
Tom C. Avendaño

Enrique Aparicio (Alpera, Albacete, 33 años) y Beatriz Cepeda (Zamora, 35 años) se encuentran desde hace poco en un sitio al que suele llegarse tras alimentar la trituradora que es internet con contenidos caseros y durante tres años: están agotados y un poco hartos. Su podcast, ¿Puedo hablar!, grabado y editado por ellos mismos, donde charlan con invitados sobre complejos e imperfecciones mentales y físicas, había empezado como un experimento en 2019; hoy, es una marca seguida por docenas de miles de oyentes que produce más de medio centenar de capítulos al año; que atrae a invitados como Bob Pop, Esty Quesada, Joaquín Reyes, Samantha Hudson, Eduardo Rubiño, Brays Efe, Daniela Vega, Mikel López Iturriaga o Rodrigo Cuevas; que llena teatros por toda España. Es el sueño de cualquiera que sienta que tiene algo que decir. Pero lo único que no ha crecido en todo este proceso ha sido el equipo. “Hemos generado un proyecto grande y no tenemos nada más que nuestro talento, nuestras cuatro manitas”, lamenta Aparicio.

Así que la pareja –ella, escritora y periodista con afinidad por los temas de alimentación (publicó Kilo arriba, kilo abajo, en 2016); él, periodista y “señora septuagenaria en el brioso cuerpo de un treintañero”, según se define– va hablar de ello. Hoy, en esta cafetería de Madrid. Es lo que hacen, al final, lo que les abrió los oídos de tantas personas: hablar, confesarse, explayarse sin filtro, rozar el sincericidio a veces desgranando traumas. El de ella, principalmente, haber crecido con sobrepeso; el de él, ser una persona no binaria en un pueblo de la Castilla-La Mancha de los noventa, donde los únicos referentes en los que podía apoyarse eran Florinda Chico o Martes y Trece. “La terapia psicológica es sobre todo hablar”, explica ahora Aparicio. “El recurso de los profesionales de la salud mental es dejarte que hables hasta que tú misma llegas a las conclusiones a las que tienes que llegar. ¿Puedo hablar! es bastante eso”.

Completa Cepeda: “Creemos que, sin pretenderlo, la salud mental ha sido la piedra angular del podcast, la mayor fuente de conexión con nuestro público. Cuando arrancamos, no sabíamos adónde íbamos”. Y remata el otro: “Pero nos hemos dado cuenta de que tocamos la vida de la gente”.

Cepeda: “En parte porque el podcast es un formato muy íntimo: se escucha en soledad la mayoría de las veces. Pero creo que, también, es porque es el proyecto en que más sincera he sido. La verdad está de moda. Antes lo estaba el postureo, ser artificial y jugar con ello. Ahora es la era de desmentir bulos, contar la historia de un punto de vista más feminista... Decir la verdad. Es difícil, porque cuando realmente lo haces, entregas todas las armas con las que alguien te pueden atacar. Y también estamos en una época de atacar mucho. Pero así es como se conecta realmente con los demás. La gente descubre que su secreto es algo que le pasa a más personas”.

Aparicio: “De hecho, ¿Puedo hablar! es de los podcasts que menos hate [odio] generan en internet [en comparación con, por ejemplo, Estirando el chicle]. Porque puedes meterte con nosotras, pero las armas ya te las hemos entregado. ¿Qué nos vas a llamar, pesadas, cuando llevamos 140 capítulos sin callarnos? ¿Gordas? ¿Maricón a mí? Si literalmente nuestra carrera va de eso”.

El desgaste, subrayan, no tiene que ver con el proyecto en sí, sino con la forma tan casera en que se cocina. “Viene de que nos encargamos las dos de todo, de no tener a nadie que nos patrocine”, explica Aparicio. “Cosas como el teatro son trabajos extra: ahí estamos grabando contenido, yo pendiente del megahercio [en los micrófonos del programa], de que no pete el Audition por algún lado”. Internet no pone límite a los recursos que puede absorber, solo al dinero que es capaz de generar a cambio.

Pero Aparicio y Cepeda han formulado un plan. No van a dejar el podcast, pero sí quieren que producirlo, aunque siga siendo entre sus cuatro manitas, resulte más sostenible. El reto es que el cambio no les haga perder relevancia. Los programas grabados en teatros de toda España, con público y bajo el título de ¿Puedo hablar! XXL, es lo primero que se han quitado de enmedio (salvo ediciones puntuales como este domingo en Madrid). “Hacíamos un show completamente diferente en cada ciudad. Había que buscar un tema, un invitado, la chicha de la que hablar… Cuando hacíamos uno cada dos meses estaba muy bien pero hemos hecho tres al mes y era una cantidad de trabajo inabarcable”, explica Cepeda. La versión sostenible: un espectáculo teatral con guion cerrado y con el que seguirán girando por toda España: Mal de la olla: Ansiedad, depresión y otros traumas del montón. Estreno: el 17 de septiembre en Bilbao.

También preparan un libro. De nuevo, sobre cuidarse la cabeza. Cepeda: “Es nuestra autiobiografía a través de nuestra salud mental. No te contamos nuestra vida porque no somos tan famosas, pero sí te cómo hubo un antes y un después desde que fuimos a terapia”. Aparicio: “Cuando hemos tenido que explicar a una amiga que necesita ir a terapia, nunca es cuestión de coger a nadie por la solapa y decirle que necesita ir al psicológo. Lo que necesitas es contarle tu caso: ‘A mí me pasaba esto, fui a terapia, aprendí esto otro’. Y eso es nuestro libro. El que hubiéramos necesitado”. Saldrá a la venta en 2023.

Mal de la olla no lleva el título ¿Puedo hablar!; el libro sí. Pero ambos proyectos están relacionados con el podcast de una forma más especial: ambos proyectos empujan a sus autores a un terreno más profesional; desde luego menos conversacional. Uno donde todo está guionizado. El propio Aparicio admite que, para él, lo difícil del libro es escribir los chistes, en lugar de improvisarlos ante el micrófono. Es la señal de que ¿Puedo hablar!, el pequeño podcast que es el mayor de los independientes en España, que sigue adelante incluso cuando adelante significa contracorriente, está creciendo. Es un cambio que los autores tienen muy presente, porque les obliga a reinventar una esencia que ellos conocen bien: el secreto de su éxito. “Es la magia de la conversación natural, que no haya guion ni pretexto”, explica Cepeda. Remata Aparicio: “Sería menos sorprendente si nos lo preparásemos”.

Cepeda: “El mundo podcast es completamente diferente ahora a como era cuando empezamos ¿Puedo hablar! Lo que más me gusta es que tiene episodios malos. No malos de que no haya por dónde cogerlos, sino de saber que no te han salido como tú querías y aun así están ahí. En un mundo en que se nos impone la perfección yo le doy mucho valor”.

Aparicio: “A quienes les gustamos, les gustaremos por la crudeza; más en un mundo en el que, desde que se han metido los medios, las marcas, el capitalismo, va hacia todo lo contrario. Ahora mismo, el mundo podcast es todo estandarizar formatos, llamar a las mismas personas para que hagan el mismo tipo de humor y los mismos chistes y hablar prácticamente de las mismas cosas”.

Cepeda: “Estirando el chicle o Deforme semanal no se pueden permitir un episodio malo. No digo que los tengan o no, digo que es una presión con la que cuesta muchísimo lidiar. Estar en un podcast de que te dé igual lo que salga, para mí también es un valor”.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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