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Morrissey: cómo el cantante más admirado de los ochenta se convirtió en el más odiado

El polémico exvocalista de The Smiths acaba de publicar una estupenda nueva canción y promete regresar en 2023 con dos nuevos discos que podrían reencauzar una trayectoria en picado tras años de desplantes a su público y flirteos con la ultraderecha

Johnny Marr, Morrisey, Mike Joyce y Andy Rourke. The Smiths en 1985. Foto: GETTY IMAGES | Vídeo: EPV
David saavedra

“El peor año de mi vida concluye con el mejor álbum de mi vida”, escribía recientemente en un comunicado Steven Patrick Morrissey (Davyhulme, Reino Unido, 1959). Conociendo un poco al autor de Bigmouth Strikes Again, hay que relativizar la vehemencia de este tipo de sentencias. Lo del peor año no hay claros indicios de por qué lo dice, aunque podría referirse a la rescisión de contrato por parte de su discográfica, BMG. En cuanto a la primera parte de la sentencia, cuesta creer que el vocalista pueda superar ya no solo lo obtenido al frente del grupo que le lanzó a la fama, The Smiths, sino también a álbumes en solitario como Viva Hate (1988), Your Arsenal (1992) o You Are The Quarry (2004). Este último se sigue considerando por seguidores y críticos como su último gran trabajo. Pero Rebels Without Applause, el single de adelanto del que será su decimocuarto álbum, sí ha sido aplaudido como su mejor tema en años, casi un retorno a los viejos tiempos en que recupera aquel sonido de guitarras tan característico de The Smiths y, al tiempo, es una elegía nostálgica por colegas de la generación punk, la misma con la que él hizo sus primeros pinitos musicales en Mánchester en 1977: “Generation X y X-Ray Spex / Me encantaban todos / todavía les veo / los quería a todos”, canta en ella.

Bonfire Of Teenagers será el título de este nuevo larga duración. Se grabó en Los Ángeles, donde el músico reside desde hace años, y contará con las colaboraciones, todas ellas sorprendentes, de Iggy Pop, Miley Cyrus y tres componentes de Red Hot Chili Peppers. Su salida estaba prevista para febrero de 2023, aunque un comunicado posterior del músico corrigió el dato para decir que no hay fecha prevista y que, en Reino Unido, no hay sello que lo vaya a publicar por el momento y que se venderá por subasta a la discográfica que más pague. Pero la sorpresa saltó, días después, con una nueva nota de prensa en la que afirmaba que ya tenía otro disco más compuesto y que, a principios de año, se encerraría a grabarlo con sus músicos habituales de los últimos años. Incluso hay titulazo confirmado: Without Music The World Dies. Sobre él, ha dicho Morrissey: “Las canciones, por supuesto, son magníficas, e incluso las implacables dificultades que hemos experimentado recientemente han sido insuficientes para matarnos”.

Johnny Marr y Morrissey, integrantes de The Smiths, en el trastero de la tienda de discos londinense Rough Trade en 1983.
Johnny Marr y Morrissey, integrantes de The Smiths, en el trastero de la tienda de discos londinense Rough Trade en 1983.Getty Images

The Smiths: ni sexo ni drogas ni rock and roll

Todo esto coincide con el cuarenta aniversario de la fundación de The Smiths. En estas mismas fechas de 1982, Morrissey, junto al guitarrista Johnny Marr, el bajista Andy Rourke y el batería Mike Joyce, grababan la maqueta que les valdría el contrato con el sello Rough Trade. Con solo un par de sencillos, -Hand In Glove y This Charming Man- se convirtieron en pocos meses en una banda de culto exacerbado. Para muchas voces, en la más influyente en el pop británico desde The Beatles. Las razones del fervor que desataron son muchas, y bien documentadas: desde la profundidad melódica de Marr y las punzantes letras de Morrissey a su deslenguada actitud de confrontación, una estética que rompía tanto con los cánones del rockismo como con el pop sintético de la época y una ambigüedad sexual que aumentaba su provocación con afirmaciones como la sostenida por el vocalista de que era voluntariamente célibe. En el discurso de los Smiths no había sexo, ni drogas, ni rock and roll, pero su universo de sugerencias era infinitamente más amplio. Buceaba tanto en un pasado idealizado de la identidad inglesa como en la cultura de clase obrera que tenía a Margaret Thatcher y la monarquía como principales enemigas, pero también a todo aquello que simbolizaba el poder en diferentes vertientes: desde la Iglesia y la escuela hasta las compañías discográficas, los medios de comunicación o los DJ’s.

“Los descubrí en una tienda en Barcelona”, recuerda Luis Troquel, compositor y crítico musical, y autor del libro The Smiths (Ediciones Cátedra, 1994). “El dependiente me puso su primer álbum, de 1984, y cuando sonó Reel Around The Fountain me quedé loco sin saber inglés. La voz de Morrissey respondía mucho a una forma lacónica de cantar que me flipaba y, al mismo tiempo, era muy melódico”. Entre las virtudes que le engancharon al grupo, él destaca que “conseguían que no pasaran dos meses sin munición nueva, sacando continuamente singles y elepés, incluso hacían canciones muy cortas, que era algo bastante inusual en el pop de la época, y mucho más propio de los años sesenta. La diferencia es que, lo que en aquella década era un requerimiento de la industria, para los Smiths fue una opción romántica”.

A nivel popular, Troquel recalca que “en Inglaterra fueron un grupo de primerísima fila, pero en otros países eran una banda más alternativa. Diría que ellos fueron en los años ochenta un poco lo que Nirvana en los noventa, que se convirtió en algo mayoritario inesperadamente”. Pero el grupo apenas duró un lustro. Las tensiones entre Morrissey y Marr provocaron la ruptura del grupo en 1987, justo cuando estaban grabando el que sería su último álbum, Strangeways Here We Come.

Fuengirola y Benicássim, dos experiencias surrealistas

En 1988, Morrissey debutó en solitario con Viva Hate y niveles similares de éxito a los obtenidos con su antigua banda. Pero —aparte de los dos recordados conciertos de The Smiths en Barcelona y Madrid, en 1985— no tocó nunca en España hasta 2004. Su tardío debut sucedió en un lugar inesperado: El AV Festival, celebrado en el patio de un castillo en la localidad malagueña de Fuengirola, con 3.000 espectadores de aforo. Aquel festival lo dirigía una mujer de 24 años llamada Olga Payar. “La gente no se creía que nosotros fuésemos a tener a Morrissey por primera vez en España, era surrealista”, recuerda ella. ¿Cómo lo consiguieron? “Planteamos el festival con una base ideológica. Nos posicionamos contra el daño animal y las corridas de toros, todo el mundo sabe que Morrissey está en esa lucha y creo que le pareció muy interesante”. Influyeron más factores. “Lo tuvimos una semana entera en la Costa del Sol, e incluso pensó en comprarse una casa allí. También pagamos el caché que él pedía y aceptamos todas sus condiciones. Había exigencias muy grandes que cumplimos con creces: no podía haber piel ni carne en el recinto, nadie podía llevar zapatos de cuero y el cáterin era superestricto. Llevaba con él a una persona dedicada a verificarlo. También nos costó muchísimo trabajo conseguir un coche de alta gama que no tuviera asientos de cuero. Fue un gasto tremendo, no solo en caché”. Aún así, la exdirectora del AV tiene un recuerdo muy agradable del artista. “Estaba muy contento en su hotel, tenía asistentes personales que lo tenían en un trono, y le gustó ver que éramos personas muy vinculadas a los derechos sociales y LGTBI”.

Desmontando el escenario en el FIB en 2004 tras la espantada de Morrissey.
Desmontando el escenario en el FIB en 2004 tras la espantada de Morrissey.

Es una impresión muy diferente a la ofrecida por el Morrissey que daría la espantada en el Festival de Benicàssim justo un mes después. “La cancelación fue tan repentina que ni su propio equipo la esperaba. Se enteraron todos en el mismo escenario, con todo montado y listo para la actuación”, relata Joan Vich, miembro de la organización del propio FIB, en Aquí vivía yo (Libros del KO, 2022). “Nosotros nunca llegamos a creernos la versión oficial, que hablaba de un ataque de pánico tras algún problema técnico en el avión privado que debía traerle a España con el tiempo justo para llegar al concierto. Cuando el equipo de Morrissey empezó a desmontar y fue quedando claro lo que estaba sucediendo, los fans que habían venido desde todo el país lloraban perplejos y se resistían a abandonar las primeras filas, como si todo fuese un mal sueño o una broma de mal gusto”.

Olor a carne quemada

Morrissey fue, durante toda la década de los ochenta y comienzos de la siguiente, el cantante más cool de su tiempo, con un aura de adoración que ha ido perviviendo entre generaciones. Sin embargo, a mediados de los noventa su figura pública comenzó a caer en desgracia. Aquel adalid de la independencia creativa y azote del sistema, el hombre que, en una encuesta de la BBC, fue elegido como el segundo icono vivo más importante del Reino Unido —solo le superó David Attenborough—empezaba a ser puesto en entredicho por declaraciones que flirteaban con el nacionalismo xenófobo y la extrema derecha, aunque eso es algo que él siempre ha negado rotundamente. En 2012 llegó a ganar un pleito contra el semanario musical NME que le tildaba de racista. La acusación llegó después de unas declaraciones del músico en las que sostenía que la identidad inglesa se estaba perdiendo por culpa de la creciente presencia de inmigrantes y que el país se había echado a perder.

Lo cierto es que ese tipo de polémicas no remitió, sino que ha ido a más. El hombre que fue investigado por los servicios secretos de su país en 1988 después de grabar un tema titulado Margaret On The Guillotine, en 2013 mostraba públicamente su admiración por Nigel Farage, líder del UK Independence Party, así como su apoyo al Brexit. Posteriormente también se confesó simpatizante de los políticos antislamistas Anne Marie Waters y Tommy Robinson. También fueron muy controvertidas sus declaraciones en las que calificó a los chinos de “subespecie” debido a su trato a los animales y en el escenario de un concierto en Varsovia, donde lamentó el atentado que provocó la muerte de 77 personas en Noruega para, a continuación, decir que eso no era nada comparado a lo que sucede a diario en McDonald’s y Kentucky Fried Chicken. Llegó incluso a ser uno de los pocos famosos que no celebraron en absoluto su aparición en la popular serie Los Simpson. En el episodio emitido en abril en 2021 con el título Panic On The Streets Of Springfield, apareció un personaje llamado Quilloughby, con la voz del actor Benedict Cumberbatch, que era una clara parodia suya: una figura romántica idolatrada por Lisa Simpson, a quien luego decepciona tras comprobar que, con la edad, se había convertido en un hombre malhumorado, con sobrepeso y opiniones contrarias a la inmigración. Morrissey, en lugar de reírse con los creadores del capítulo, despotricó amargamente contra ellos.

La reina es el "último dictador", según Morrissey. El cantante comentó al periódico 'The Telegraph' en 2011 que "si el pueblo británico decidiese mañana que la reina debe marcharse, ella no dudaría en atacar con sus tanques a los británicos. Tres años después, criticó duramente la afición de los nietos de la monarca, Guillermo y Enrique, a la caza.
La reina es el "último dictador", según Morrissey. El cantante comentó al periódico 'The Telegraph' en 2011 que "si el pueblo británico decidiese mañana que la reina debe marcharse, ella no dudaría en atacar con sus tanques a los británicos. Tres años después, criticó duramente la afición de los nietos de la monarca, Guillermo y Enrique, a la caza.Cordon Press

Lo que le ha llevado de héroe a villano no han sido solo sus declaraciones y su deriva política. Los seis álbumes que ha publicado después de 2004 han evidenciado un claro declive creativo y de ventas. El ex Smith también se ha presentado como un divo altivo, egoísta y caprichoso que ni siquiera mostraba el menor respeto por aquellos seguidores que lo habían encumbrado, tal como se desprende de su primera experiencia en el FIB (aunque, posteriormente, actuaría en dos ocasiones en el festival). Según Luis Troquel, todo eso no ha cambiado tanto. “El personaje de Morrissey, incluso cuando hacía buenos discos, me tiraba muy para atrás. Me da repelús su animalismo misántropo, esa cosa de amar a los animales pero odiar a la humanidad. Tiene vocación de predicador, de decirle a la gente las cosas que tiene que hacer, y yo con eso nunca he comulgado. Y, por otro lado, cuando ves que alguien se pelea con todo el mundo normalmente la culpa no es del mundo, es de él. Solo deja de pelearse cuando su poder sobre otros es mayor y le ríen las gracias. No obstante ese divismo también tiene su encanto, a mí me hace gracia, me contaban cada cosa de él que era brutal, pero todo esto también te lleva a una soledad muy grande. Al final tu entorno no se atreve a contrariarte y nadie te puede tratar de tú a tú”. El crítico, pese a todo, deja claro que tampoco quiere unirse al movimiento anti-Morrissey. “Me importa poco lo bien o lo mal que me caiga alguien, si me gusta mucho como artista me da igual que sea un gilipollas. Soy incapaz de despedazar a alguien a quien he puesto por los cielos en mi juventud”.

Olga Payar recuerda varias anécdotas que pueden ayudar a definir al personaje. “Antes del AV Festival organizamos un evento de bienvenida en un chiringuito de playa. Él quiso ir, pero cuando llegó vio que aquello estaba lleno de artistas, muchos de los cuales eran fans de The Smiths, y ni se asomó, decidió que mejor se volvía al hotel. También estaba demasiado obsesionado con lo del vegetarianismo, al finalizar el concierto él decía que olía a carne quemada cuando no había nada de nada”. Otro recuerdo de aquella actuación fueron sus frecuentes alusiones a las posiciones de las canciones en las listas de éxito españolas —en casi todos los casos, bajas o inexistentes—, algo que se debe sumar a sus habituales declaraciones culpando a sus discográficas de no querer promocionar sus discos deliberadamente. “Creo que Morrissey tiene un poco de complejo, una rabia interna, como que todo el mundo va a por él o no lo entiende, una actitud de ‘cómo es posible que no me veneréis’. Algunos no se dan cuenta de que su impacto se diluye y es algo que sucede a muchos artistas de largo recorrido”, concluye la promotora. Ahora solo queda confirmar si de verdad hay resurgimiento en 2023.

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