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La obsesión por dejar huella de Pablo Pérez-Mínguez, “el primer instagramer de España”

Al retratista madrileño, fallecido en 2012, se le conoce como ‘el fotógrafo de la Movida’, pero una exposición en Madrid reivindica que era mucho más que eso

El fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez se autorretrata junto a la actriz Rossy de Palma.
El fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez se autorretrata junto a la actriz Rossy de Palma.Fondo Pablo Pérez-Mínguez. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

“Cuando yo muera se sabrá que he sido más escritor que fotógrafo”, declaró en una entrevista Pablo Pérez-Mínguez (1946-2012, Madrid)—P.P.M. como solía firmar—tras recibir el Premio Nacional de Fotografía en 2006. Diez años después de su muerte sabemos que hablaba de sus diarios. “Una bitácora de vida”, como los define Tono Martínez, comisario de la nueva exposición dedicada a la obra del que siempre será recordado como fotógrafo oficial de la Movida. La visita pone a disposición del público algunos fragmentos de los cuadernos en donde P.P.M. anotaba —con cuidadosa claridad y precisión—sus deseos para el futuro, sus íntimas preocupaciones, y también un buen puñado de brillantes aforismos que según Martínez “algún día quizá se puedan reunir en un volumen”. Es uno de los últimos descubrimientos de un “artista total” al que el título de fotógrafo de la Movida se le queda pequeño.

Dijo James Joyce que en su Ulises quería dar una imagen tan completa de Dublín que, si de pronto la ciudad desapareciera del mapa, se pudiera reconstruir a partir de su libro. Un ejercicio análogo se podría lograr, en este caso para reproducir los años que duró La Movida Madrileña, a partir de todas las fotografías, los diarios, las cartas, las entradas de concierto o las postales que Pablo Pérez-Mínguez acumuló con esmero en su piso de la calle Monte Esquinza; una especie de factory warholiana, en la que incluso se rodaron escenas de la película Laberinto de Pasiones (1982), de Pedro Almodóvar. “No es casualidad. Pablo tenía muy claro que quería dejar una huella en este mundo. Jamás tiró nada, consciente de que en algún momento alguien haría uso de ello”, comenta Rocío Pérez-Mínguez, la otra comisaria de la muestra y sobrina del artista.

“Y lo más curioso es que todo parecía estar ya en tu cabeza antes de que sucediera”, le dice en una carta el músico Luis Gómez-Escolar Roldán. Hubo otros que fotografiaron La Movida. Algunos pertenecieron a su círculo cercano como Ouka Leele, que estudió con él en el Photocentro de Madrid, o Alberto García-Alix, uno de los grandes retratistas de su generación que, sin embargo, rechaza ser considerado “el cronista de la Movida” porque tomó las fotografías “sin afán documental, sin ser consciente de nada”. Para Tono Martínez era en este aspecto en el que Pérez-Mínguez se desmarcaba del resto de fotógrafos de su tiempo: “Pablo fue el único en tener conciencia clara de que el lugar y el momento que estábamos viviendo era importante. El único al que no le distrajo el ruido de los cañonazos en el campo de batalla y pudo entender lo que estaba pasando”.

Sala Marquee, uno de los locales clásicos de la Movida, y algunos de sus integrantes más míticos. A la izquierda, de rojo, Javier Furia, que fue pareja de Pablo Pérez-Mínguez.
Sala Marquee, uno de los locales clásicos de la Movida, y algunos de sus integrantes más míticos. A la izquierda, de rojo, Javier Furia, que fue pareja de Pablo Pérez-Mínguez.Fondo Pablo Pérez-Mínguez. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

“No sé dónde acabarán, pero yo les voy a fotografiar a todos”, decía el retratista madrileño a propósito del grupo de modernos que a principios de los ochenta peregrinaban por locales de culto como el Rockola, El Sol o el Teatro Alfil. Con ese afán por documentar la vida y un espíritu de explorador se sumergió a fondo en un mundo donde el patrón fundamental era la experimentación y, según Tono Martínez, “no se decía que no a nada”. Había fiestas de todo tipo. Un ambiente extremo y lleno de entusiasmo en el que no era extraño incluir el precio de las drogas en el presupuesto de un concierto. “Se trataba de aguantar toda la noche”, recuerda Martínez. Armado con una pequeña Canon—la cámara que solía utilizar—Pérez-Mínguez capturó todo lo que pudo de aquellas nubes humanas de talento y júbilo infinito. “Fue el primer instagramer antes de Instagram y de hecho yo creo que estaría felicísimo de ver a la gente hacer ahora lo que él ya hacía hace cuarenta años: retratar cada instante de su vida misma”, asegura su sobrina.

La visita Pablo Pérez-Mínguez. Modernidad y Movida de un fotógrafo transgresor, abierta hasta el 15 de enero en la Sala de Exposiciones del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid está plagada de personajes famosos. Grupos como Alaska y los Pegamoides, actrices como Rossy de Palma (que entonces trabajaba como camarera en el bar La Vía Láctea), las hermanas Ruiz de la Prada, y por supuesto, el director de cine Pedro Almodóvar, que protagoniza uno de los apartados de la exhibición. Uno de los rostros más repetidos es el de Javier Furia, el primer cantante de Radio Futura, que fue pareja de Pérez-Mínguez durante unos años. “Mi tío fue tardío en el amor”, relata su sobrina. “Su primera relación la tuvo con una mujer, Paz Muro, aunque al poco tiempo conoció a Furia, con el que tuvo la relación sentimental más importante de su vida”. Un noviazgo que nunca terminó de cuajar por la personalidad algo complicada del fotógrafo. “Era una persona muy celosa de su intimidad y con costumbres muy arraigadas que dificultaban la vida en pareja”, explica. Tono Martínez también recuerda que en aquellos años no era nada habitual tener una relación seria, con un esquema tradicional. “Eso simplemente era de facha”, comenta entre risas.

'Fotobsesión'. El fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez en un autorretrato.
'Fotobsesión'. El fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez en un autorretrato.Fondo Pablo Pérez-Mínguez. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

VALE TODO

La obra de Pérez-Mínguez era un desafío a las convenciones. En una de las notas que podemos leer en sus diarios escribe: “Todo vale: en el lugar preciso, en el momento oportuno, en la dosis exacta”. Es una extensión del célebre VALE TODO, el leimotiv que propulsó a través de Nueva Lente, la revista que dirigió junto a Carlos Serrano, y que fue un emblema de la vanguardia y la experimentación fotográfica durante los años setenta. Uno de sus primeros actos de insurrección contra la tradición artística heredada del franquismo fue la de llevar a su amigo, el filósofo Ignacio Gómez de Liaño, hasta un descampado de Barajas, para vestirle con un traje de torero, ponerle una peluca y un antifaz, y hacerle sostener un cordero en los brazos. La fotografía, una de las más icónicas de toda su carrera, ya anunciaba indirectamente algunos de los rasgos que definirían su obra: conceptualismo, experimentación y transgresión constante.

El filósofo Ignacio Gómez de Liaño se viste de 'Torero Cordero'.
El filósofo Ignacio Gómez de Liaño se viste de 'Torero Cordero'.Fondo Pablo Pérez-Mínguez. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

En otra página de sus cuadernos se puede leer: “Dios me llena de Fe constantemente para poder seguir luchando a contracorriente, con la luz invisible y la potencia casi cegadora de saber que todo va bien y que el barco llega a buen puerto”. No es la única referencia religiosa que aparece en sus anotaciones o en su obra. Las fotografías de Pérez-Mínguez poseen un vuelo místico fruto de su interés por las imágenes sagradas, “y el gran fondo espiritual”, que según Martínez, también reflejaba en su vida personal. “No era un creyente en el sentido tradicional de la palabra. La espiritualidad de Pablo era posmoderna, pop, kitsch, cañí”, comenta. Su sobrina, que solo le conoció en los tres últimos años de su vida después de contactarle a través de un mensaje de Facebook, recuerda cómo su tío alguna vez solía decir: “¿Pero cómo esperas que baje Dios y te lo diga? Te lo tendrá que decir con señales”.

Y uno de estos mensajes de Dios le cayó en forma de lluvia mientras paseaba por Lisboa. Entró a refugiarse dentro de una iglesia y en el interior de una capilla se encontró con la figura de San Expedito, un santo de procedencia armenia y muy venerado en Brasil, vestido con una armadura y una túnica romana, y que en el brazo derecho sostenía un cartel con un texto en el que estaba escrita la palabra Hodie, que significa hoy. En 1990, Pérez-Mínguez había añadido a su estilo retratista la técnica del fototexto. Con ella incorporaba un cartel con un mensaje que sostenían los personajes de sus retratos, para ayudar al espectador a interpretar la fotografía. Uno de los ejemplos más populares aparece en la portada del disco Física y Química de Joaquín Sabina. Pérez-Mínguez se enamoró de la figura de este santo y le dedicó una serie entera que en la exposición cuenta con un espacio propio. Gómez-Liaño escribió un artículo en el que analizaba esta obsesión del fotógrafo madrileño: “Lo que san Expedito revelaba al fotógrafo desde su capilla lisboeta era el trascendental valor de icono que P.P.M. busca en sus fotografías. Es algo que se ve claramente en la larga lista de “famosos” del mundo pop y de la cultura artística que P.P.M. ha iconizado cuando parecía que solo los estaba fotografiando”.

Variaciones de San Expedito
Variaciones de San ExpeditoFondo Pablo Pérez-Mínguez. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

Su lugar de trabajo y residencia ubicado en la calle Monte Esquinza es una parte fundamental de la mitología personal del artista. “Su estudio era una especie de gabinete freudiano en el que era capaz de captar la psicología de los personajes a los que retrataba”, comenta Tono Martínez. Pérez-Mínguez tenía una capacidad especial para conectar con las personas a las que fotografiaba. Según su sobrina, el propio artista llegó a comentar que su momento favorito era cuando “desvirgaba al personaje en la primera sesión”. Asegura que con la cámara en las manos tenía el poder de “embaucar e hipnotizar al personaje”. Fue la propio Ouka Leele la que describió la fotografía de P.P.M. “como un acto de amor”. “Algo que en ocasiones se producía de forma literal”, comenta entre risas Tono Martínez.

Una de las páginas de uno de los cuadernos expuestos en la visita está encabezada con el siguiente título: Prólogo de Libro Autobiográfico. Algo más abajo, en una entrada fechada en el 20 de julio de 2010 se lee: “Se me ocurre la genial idea de pedirle a Rocío P.M (su sobrina) que me ayude a confeccionar este libro: al nivel (superficial o profundo... siempre intenso) que a ella más le interese (que más nos interese)”. Un mensaje que ella leyó después de su muerte y que diez años ha culminado en una biografía que publicará La Fábrica el próximo 25 de noviembre. “Se preocupó por ir dejando huellas para que alguien en un futuro escribiera sobre su vida”, añade Rocío Pérez-Mínguez o R.P.M., que es la fórmula que utilizó para presentarse a su tío en aquel mensaje que le envío por Facebook.

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