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Joyas, sellos y 32.000 cisnes. Así se repartirá la herencia de lsabel II, una de las mujeres más ricas del mundo

El patrimonio ligado a la corona pasará automáticamente y libre de impuestos a su primogénito, Carlos III. Pero su fortuna privada se puede repartir libremente y en secreto

De izquierda a derecha, la reina Camila, el rey Carlos III, la reina Isabel II, el príncipe Luis, Kate Middleton, la princesa Carlota, el príncipe Jorge y el príncipe Guillermo, en el balcón del palacio de Buckingham, en Londres, el pasado junio, en las celebraciones del Jubileo de Platino de Isabel II.Vídeo: PAUL GROVER (AP)
Enrique Alpañés

No solo era la reina de Inglaterra, sino una de las personas más ricas del mundo. Y mientras ya se sabe quién va a heredar la corona, hay más dudas sobre qué pasará con su fortuna. El patrimonio privado de Isabel II asciende a 370 millones de libras (unos 426 millones de euros), según la lista del Sunday Times de 2022. Estas son estimaciones aproximadas, pues la reina no estaba obligada a revelar sus finanzas privadas. El total, si le sumamos a esta cantidad, todos los bienes asociados a la corona —que no le pertenecían a ella personalmente, sino a la institución— podría superar los 14.000 millones (algo más de 16.000 millones de euros). Esta diferenciación es clave para entender cómo se repartirá la herencia de Isabel II.

“Hay que distinguir entre aquellos bienes y derechos personales de la reina Isabel II, que formarán parte de su herencia, a la que se referirá su testamento; de aquellos otros bienes y derechos que pertenecen a la corona, y que, por tanto, se transmitirán por las leyes de la corona”, explica por correo electrónico el profesor Sergio Llebaría Samper, catedrático de Derecho Civil en la Esade Law School. “Su testamento no puede interferir en estos bienes”, señala, que pasarán de forma obligatoria y automática a su sucesor, el rey Carlos III de Inglaterra.

El nuevo monarca heredará el Crown Estate, un negocio inmobiliario perteneciente a la corona, pero gestionado de forma independiente, del que recibirá el 15% de los beneficios. Este incluye propiedades como la importante calle comercial Regent Street, en Londres, o el hipódromo de Ascot. También hay granjas, bosques y costas hasta sumar alrededor del 1,4% de las tierras de Inglaterra.

En este apartado también se encuentra el ducado de Lancaster. Bajo este nombre se agrupan un número indeterminado de propiedades que ha ido adquiriendo la familia real británica a lo largo de 700 años. Desde 18.000 hectáreas de tierras hasta nueve castillos y diversas propiedades inmobiliarias. Estos dos entramados inmobiliarios componen solo una parte de las finanzas de la casa de los Windsor, que son extremadamente complejas. Tanto que los ingleses se refieren a ella como The Firm, la empresa.

La gente no suele heredar un sueldo, pero sí lo hace el rey de Inglaterra, que con el cargo recibirá también la llamada subvención soberana, una cantidad de dinero que cubre los costos de viaje, seguridad, personal y mantenimiento de los palacios reales. La reina recibió 85,9 millones de libras de la subvención soberana en 2021 (99,10 millones de euros).

Una herencia simbólica de cisnes, delfines, ballenas y esturiones

No es, ciertamente, la herencia más extraña a la que tendrá que hacer frente Carlos III de Inglaterra. También deberá lidiar con 32.000 cisnes y un número indeterminado de delfines, ballenas y esturiones. Desde hace más de 800 años, los ejemplares de estas especies que viven en libertad en las aguas del Reino Unido son considerados propiedad del monarca británico. Esta medida se tomó en el siglo XII, cuando los cisnes eran un manjar y su caza furtiva amenazaba a la especie. Se optó entonces por adjudicar al regente la propiedad de estos y otros animales para preservar su población. Así, aunque sea de forma simbólica, Carlos heredará junto a la corona una considerable cantidad de bestias.

Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, posan junto a sus hijos el 18 de noviembre de 2007 con motivo de sus bodas de diamante.
Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, posan junto a sus hijos el 18 de noviembre de 2007 con motivo de sus bodas de diamante. Tim Graham (Tim Graham/Getty Images)

Todos estos bienes pasarán al rey de forma íntegra, sin necesidad de pagar impuestos. Según la legislación británica, las herencias que pasan de consorte a soberano (como en el caso de Felipe de Edimburgo a Isabel II) y las que pasan de soberano a soberano, como en este caso, están exentas de pagar el 40% del impuesto de sucesiones que se aplica a cualquier herencia que supere las 325.000 libras (casi 375.000 euros).

El interés ahora se centra en los bienes privados de la monarca, aquellos que podrá repartir entre sus descendientes con libertad. Cabe pensar que lo hará entre sus cuatro hijos: Carlos, la princesa Ana, Andrés de York y Eduardo de Wessex, y sus ocho nietos. Pero no tiene por qué ser así. “El derecho inglés se caracteriza por una amplia libertad de testar”, explica el profesor Llebaría. “No existen [como en el derecho español] las legítimas o herederos forzosos, salvo que la autoridad judicial declare que una parte de la herencia deba ir destinada a familiares en estado de dependencia económica del causante”. No parece que vaya a ser el caso, así que la reina habría tenido libertad absoluta para legar sus bienes privados como haya querido y, si quiere, puede dejar fuera a algunos de sus hijos y nietos.

Entre estos se encuentran dos terrenos y residencias muy relacionados con la corona, como serían el castillo de Balmoral, residencia de verano de Isabel II y lugar de su muerte, y Sandringham, donde suele pasar la Navidad. También estarían ahí incluidos los 370 millones de libras que estimaba el Sunday Times, una impresionante colección de joyas y otra, menos brillante pero igualmente valiosa, de sellos. No se sabe qué sucederá con estos bienes y probablemente no se sabrá hasta dentro de 100 años. Desde 1911, la familia real británica ha conseguido esquivar la ley de Reino Unido, que exige que los testamentos de los ciudadanos británicos sean públicos.

Testamentos secretos

La práctica de sellar los testamentos reales comenzó con la muerte del príncipe Francisco de Teck (1837-1900). Este conocido mujeriego legó en su testamento las joyas más valiosas de la familia a su amante, una mujer noble y casada. La reina María de Teck, hermana de Francisco y abuela de la actual soberana, solicitó entonces a la justicia que el testamento de su familiar fuera secreto para ahorrarse un escándalo. Y lo consiguió, instaurando un precedente al que se han aferrado los Windsor cada vez que ha muerto algún familiar. Durante este tiempo, la familia ha solicitado a la justicia mantener en secreto 33 testamentos y se ha repartido de espaldas al público activos por valor de al menos 187 millones de libras (unos 223 millones de euros) actualizados a precios de hoy, según cálculos de The Guardian. El poder judicial nunca ha rechazado una de estas peticiones.

No parece que en la herencia de Isabel II haya amantes, secretos o un reparto discrecional de joyas familiares. Sin embargo, los Windsor solicitarán previsiblemente el sellado de su testamento, como llevan haciendo más de un siglo. Así, nada podrá saberse sobre posibles beneficiados (y perjudicados) dentro de una saga con abundantes entuertos, enfrentamientos y escándalos. En la familia Windsor, los trapos sucios se lavan en palacio. Y las fortunas se reparten con igual discreción.

Isabel II monta a caballo en las cercanías del castillo de Windsor el 2 de junio de 2006.
Isabel II monta a caballo en las cercanías del castillo de Windsor el 2 de junio de 2006. Max Mumby/Indigo (Getty Images)

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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