Todo mejora con huevo frito: ideas para usarlo con legumbres, verduras o pasta
Solemos usarlos para acompañar patatas o arroz con tomate, pero el huevo frito tiene infinitas aplicaciones en bocadillos, tostadas, carnes o pescados. Y lleva salsa incorporada de serie: la yema
Una yema melosa, una clara que no genera tanto consenso -y que cada uno la prepare a su manera , o a esa conclusión llegamos los conpuntillistas y sinpuntillistas después de un amable debate-, un alimento saludable que sigue teniendo un precio razonable, se cocina rápido y lleva una reconfortante sensación de hogar de serie: ¿hay algo mejor que el huevo frito? Permitidme que lo dude. Además de coronar un arroz con tomate o unas patatas fritas, esta preparación tiene aplicaciones casi infinitas y puede alegrar guisos, bocadillos, pastas, pescado y verduras. A continuación, algunas ideas para dar vidilla a todo tipo de platos con un huevo frito, o dos: aprovechemos que su yema es la mejor salsa del mundo y también la más sencilla de preparar.
Bocadillos y tostadas
Cuando se habla de bocadillos y huevo frito, posiblemente te vengan a la cabeza dos cosas: una hamburguesa completa y el TikToker e instagramer Ginés Correguela, capaz de comerse una docena, bien regados con aceite y acompañados de pimientos, dentro de una hogaza de kilo. Para que lo primero salga rico es importante escoger bien el pan -un panecillo con una miga blanda y un poco de corteza para contener, si no toda, al menos parte de la yema que se romperá al morderlo-, dejar la parte de arriba del mismo un poco gruesa y poner el huevo encima de todo: siguiendo este método puedes añadirlo a cualquier bocadillo caliente.
Si en lugar de comerlo con las manos prefieres hacerlo en el plato, con cuchillo y tenedor, hay múltiples opciones: es el protagonista de la croque madame y a veces se sirve coronando la pantagruélica francesinha. También puedes fundir poco a poco la grasa de unas rodajas o dados de jamón, chorizo, farinato, morcilla, patatera o tu embutido favorito, freír el huevo en esa misma grasa y servirlo sobre una rebanada de pan: sirve -de vez en cuando- para cualquier comida del día. ¿Una opción vegetariana que además puede ayudarnos dar salida a restos de aromáticas frescas? Los virales pesto eggs, que también puedes preparar con una buena salsa comprada, o versionar con pesto rojo.
El aperitivo también es un buen momento para los huevos fritos en tostada: reduce el tamaño del pan a una rebanada de barra que se coma en dos bocados, y el del huevo usando unos de codorniz. Como base, aguacate aplastado con chile o salsa picante al gusto, queso fundido al grill o gorgonzola, cualquiera de los embutidos que hemos mencionado antes o un poco de cecina cortada muy fina depositada encima.
Con legumbres
Cualquiera de los platos de víspera que habitualmente se rematan con huevo duro pueden hacerse con la versión frita: desde los garbanzos con espinacas en versión caldosa o seca, pasando por los guisantes o garbanzos con bacalao. Las lentejas con verduras se convierten en un plato completo si se lo añades -unas piparras picadas le dan un buen toque final- y puede elevar unas judías o frijoles simplemente salteadas con un poco de ajo a la categoría de manjar: si todo esto te parece muy bien, pero tú quieres chicha, corona con un huevo frito unos garbanzos a la riojana.
Cualquiera que haya probado un full english breakfast sabe lo bien que se llevan el huevo y las baked beans, que puedes versionar a la mallorquina con tomate y sobrasada. Menos obvio, pero igual de delicioso: usarlo para rematar un hummus o cualquier untable a base de legumbres como los que te proponemos en nuestra Fórmula Comidista mensual, con palitos de verduras y una buena rebanada de pan tostado para untar.
Con pastas, arroces y cereales
Si la combinación de arroz, tomate y huevo funciona perfectamente en el arroz a la cubana, ¿por qué no va a quedar bien con la pasta? Si cocinas una buena pasta con una buena passata y bien mantecada, con parmesano o pecorino rallado y le plantas encima un huevo, suena difícil que haya quejas. También va genial con algún ingrediente más, como el picante de los spaghetti all’assassina o a la arrabbiata, la berenjena y la albahaca alla norma o sin tomate, por ejemplo con miso, queso y mantequilla (que también podemos usar para freír el huevo).
En La cuchara de plata -uno de los referentes de la cocina italiana clásica, datado en 1950- nos hablan de los spaghetti con l’uovo fritto o del poverello, a los que dimos una vuelta en este vídeo añadiendo un toque de ajo para darle profundidad (y un poco de limón, opcional, para un punto de frescura). Un lecho de polenta cremosa -aquí explicamos cómo prepararla en diferentes versiones- y unas setas salteadas o algún resto de guiso que no alcance para un plato completo; sirven desde un curry de verduras o pollo hasta unas albóndigas o un ragú. En México los huevos fritos con totopos y salsa se llaman chilaquiles, y son un desayuno popular y delicioso.
Los salteados con fideos o arroz son transversales en la cocina asiática: en algunos sitios el huevo se añade al wok y se convierte en una especie de migas de tortilla, mientras en otros se planta el huevo frito encima. Puedes aplicar la técnica del salteado con una gran variedad de verduras y hortalizas, así que es excelente para terminar lo que tengas en la nevera y también para dar una segunda vida a unos restos de arroz cocido (si tienes algún fermentado, no dudes en añadirlo: el kimchi le va genial). En el restaurante chino Wino preparan un plato riquísimo de fideos gruesos con salsa de cacahuete y sésamo -con un toque de vinagre, ajo y jengibre, similar a la del Sichuan lumien- con un huevo frito plantado encima. Pruébalo con los fideos pasados un par de minutos por agua hirviendo para que se separen y calienten (deja que se escurran y sequen bien antes de montar el plato).
Los arroces secos o preparados en paella con verduras, mixtos o camperos tienen una segunda vida gloriosa cuando los rematas con un huevo frito. La jugosidad que pueden perder con el recalentado -si parece un poco seco ya de salida, añadir un chorrito de agua- se la devolverá la yema, y la clara cocinada hará de ‘tropezón’, con lo que además parece que estás comiendo un plato diferente. Si tienen pescado o marisco, más delicados, podemos retirarlos antes de calentar y devolverlos justo al final para que no queden tiesos.
Con tubérculos
Supongo que a estas alturas nadie necesita que le digamos lo que mejoran las patatas fritas caseras cuando les pones dos huevos fritos encima, así que nos vamos a saltar esa parte. Se les puede dar una vuelta con unas finas lonchas de jamón o panceta que se fundan acon el calor, y añadirles también alcachofas crujientes, unos champiñones salteados, sobrasada, un poco de trufa o incluso langosta, si por casualidad la tienes a mano.
Personalmente me gustan más con un puré rústico -patatas hervidas enteras y después peladas, leche o bebida vegetal, mantequilla o aceite al gusto y unos minutos con el aplastapatatas- que sobre uno fino y delicado, y el toque dulce del boniato tampoco les va nada mal. Si tienes que encender el horno, prepara una bandera de las de canelones y ve poniendo una capa de patatas en rodajas finas -la remolacha también es una buena opción-, una de cebolla, otra de la verdura que prefieras. Repite hasta llenarla; no pasa nada si se sale un poco del borde, ya que perderá volumen con la cocción, y lleva al horno a 180 grados. Es importante sazonar entre capas, añadir un chorrito de aceite y no poner hortalizas que suelten mucha agua (al menos, sin saltearlas previamente para eliminarla y no acabar con una sopa, como le pasó a una amiga). Entre 40 minutos y una hora estará listo: pasa porciones a un plato, remata con uno o dos huevos y a comer.
A Susana Pérez de Webos Fritos le copiamos un truco de maestra guisandera -que aprendió de su madre, otra jedi de la materia-: preparar un huevo frito con mucha puntilla y la yema bien cocida, pasarlo por el mortero y añadirlo a modo de majado en los últimos minutos de cualquier guiso de patatas con cosas que tengas en el fuego. Resultado: un caldo más gordito y ligado y un buen subidón de sabor. Pruébalo aunque no te guste la puntilla, porque bien desmenuzada no tiene la textura de una bolsa de naranjas.
Carnes y pescados
De nuevo vamos a dar por hecho que todo el mundo sabe preparar un plato combinado en versión casera que incluya huevo y patatas fritas, bistec, lomo, pollo, sepia o cualquier pescado a la plancha y ese rinconcito de ensalada verde para dar el toque sano; imposible de aliñar al principio si no quieres avinagrar el resto, imposible de comer al final porque, a causa del calor que desprende el plato, se queda más triste que la lechuga del BigMac.
Vamos con opciones un poco menos obvias: un buen tartar cortado a mano, tanto de ternera u otro vacuno como de salmón, trucha, atún o bonito, queda buenísimo con la yema del huevo frita durante 15 o 20 segundos antes de depositarla encima. ¿Qué conseguimos con esto? Darle un toque de calor que hará que la grasa de las carnes y pescados se fundan un poco y queden más untuosas, sin dejar de hacer las veces de salsa y amalgama del plato.
Las gambas al ajillo mejoran exponencialmente si les pones huevo frito, y además el huevo queda delicioso si sigues este orden: pela y lamina uno o dos dientes de ajo por ración, y dóralos en una sartén con un poco de aceite -como la yema ya hace de salsa, no hace falta ponerle demasiado- y guindilla al gusto. Retira el ajo y resérvalo, desecha la guindilla o guárdala si quieres añadir unas rodajitas al final. Fríe dos huevos en el aceite, pasa a un plato y haz las gambas en el mismo aceite hasta que estén al punto que te gusta; para mí con un minuto a fuego suave es suficiente.
Ahora puedes hacer dos cosas: poner las cual las gambas, el ajo, el aceite y si quieres un poco de guindilla sobre el huevo o poner primero los sólidos y, con unas varillas de silicona, removerlo hasta que el juguito que han dejado las gambas y el aceite emulsionen. Un poco de perejil fresco recién picado es opcional, pero muy recomendable (con unos garbanzos o unas judías previamente salteadas consigues un plato único espectacular).
Verduras
Un buen plato de crema de verduras puede convertirse en una cena completa si le pones encima un par de huevos; si tenemos la crema ya lista ofrece justo lo que le pedimos muchas veces a una cena entre semana: poder rematarla rápido, que esté buena y no nos deje la digestión como una boa después de comerse un elefante. El pisto, la sanfaina, la alboronía y otros sofritos a base de hortalizas -transversales en la cocina española- también cumplen perfectamente con esta premisa (aunque no sé cómo me sentaría ahora mismo por la noche la versión que preparaba mi abuela, bastante generosa con el aceite).
Cualquier resto de verdura -desde unas judías verdes que preparamos al vapor en su punto y después de un día en un táper ya no lo están tanto- hasta las que han dejado todo su sabor en el caldo y puede recuperarse gracias al refrito de aceite-ajo-pimentón-vinagre, se vuelve más rico con el susodicho huevo, que se vuelve aún más rico con un toque de acidez. ¿Más ideas verduleras? El falso cuscús de coliflor y cualquier cosa que lleve brócoli, las verduras asadas al horno, sobre todo pimientos, calabaza o cebolla o cebolla, y también otros que podemos preparar a la plancha o salteadas como espárragos, tomates o tomatitos cherry.
Tal vez a estas alturas del artículo lo que necesitas es pensar en una comida libre de huevos fritos, y la ensalada te parece un lugar seguro. Malas noticias -pero buenas para otros-; en Tailandia preparan una que lo lleva, con una vinagreta aromática, tomates cherry, cebolleta, un toque picante y nombre exótico: yam khai dao. Si después de leer esto os escapáis a pasar la Pascua a Alemania y os parece verlos hasta en los pasteles, no estáis delirando: es Spiegeleikuchen, un trampantojo con base de bizcocho, cobertura de glasa y albaricoques.
¿Qué platos os gusta acompañar con huevos fritos? Contadlo en los comentarios y alguien os lo agradecerá en sus próximas comidas.
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