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Vehículos enchufados, hogares más eficientes

Los puntos de recarga bidireccionales integran al coche eléctrico como un acumulador, contribuyendo al ahorro energético en viviendas y edificios

Jordi Pastor
EXTRA ENERGÍA 26/02/23
Bomboland / GETTY IMAGES

El horizonte parece claro y meridiano: el futuro energético español será renovable o no será. Con la Unión Europea pisando el acelerador en su hoja de ruta hacia la descarbonización —el objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero continentales al menos en un 55% para 2030—, crece la demanda de electrificación procedente de fuentes limpias que obre la ansiada transición energética. Hacen falta más gigavatios (GW) si, como pretenden los planes del Gobierno español, queremos contemplar cinco millones de vehículos eléctricos rodando por nuestras carreteras a final de esta década, abastecidos por una red de 340.000 puntos de recarga eléctrica pública, o que el hidrógeno verde, de origen renovable, alimente en pocos años el 25% del consumo industrial. “¡Más potencia, Scotty!”, que diría el capitán Kirk.

Este deseado escenario apunta hacia otra disyuntiva: “El modelo de generación energética será distribuido o no será”, augura Paula Santos, directora de Autoconsumo y Comunidades Energéticas de la Unión Española Fotovoltaica (Unef). Es decir, se ha de pasar de un sistema centralizado, en el que unas pocas plantas productoras abastecen a un gran territorio o a una gran población, a otro descentralizado, atomizado incluso, que deberá apoyarse, igualmente, en un crecimiento del autoconsumo y la capacidad de almacenar energía renovable.

Los datos de la Unef ya vislumbran este cambio. En 2022, el crecimiento de instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo en España fue de un 108% (más de 2,5 GW), del que un 32% corresponde al segmento doméstico (hasta 10 kW). “Estimamos que se instalaron más de 200.500 de este tipo en 2022, que es muchísimo”, valora Santos, cuando el total acumulado desde 2014 en autoconsumo es de 5,2 GW.

Las previsiones a futuro también son optimistas. Si las previsiones deseadas por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico estiman una penetración de entre 9 GW y 14 GW en 2030, “nosotros creemos que los vamos a sobrepasar y que podríamos llegar incluso a 15 GW”, establece la experta de la Unef.

“Para dar respuesta de forma sólida a este cambio de modelo energético necesitamos hacer partícipe a todo el mundo; pasar a un modelo cooperativista, podríamos decir”, incide José Antonio Afonso, responsable del segmento Commercial Building en Eaton Iberia, empresa que proporciona soluciones de eficiencia energética a clientes en más de 170 países. Un modelo en el que edificios industriales, comerciales e incluso “una familia en su casa son capaces de producir, consumir y orientar la acumulación de excedente para inyectarlo a la red o cargar el coche eléctrico”.

Incluso, añade Afonso, que el propio vehículo eléctrico (VE), si tiene un excedente, pueda reinyectar energía a la vivienda gracias a las infraestructuras de recarga bidireccionales (V2G) y a nuevos inversores híbridos, “que permiten esa doble comunicación entre todas las partes de una vivienda, tanto lo que viene de placas como de la red eléctrica, lo tú puedes traer de tu coche eléctrico o lo que tengas acumulado con otros sistemas de almacenamiento”, explica.

Minirredes locales

Esta nueva configuración, denominada building as a grid (home as a grid, en el caso de hogares), entiende cada edificio como una minirred eléctrica propia, y potencia la eficiencia energética del sistema general.

Iberdrola, una de las empresas pioneras en potenciar infraestructuras de recarga para vehículos eléctricos (IRVE) en España, ha impulsado casi 27.000 puntos privados de recarga, entre los sectores residencial e industrial. “Donde mayor crecimiento estamos viendo hoy es, principalmente, entre los domésticos, mayormente hogares unifamiliares”, certifica Carlos Pascual, responsable de Soluciones de Gestión Energética. “Ahora estamos en un 60% unifamiliares y un 40% edificios en altura, pero eso yo creo que va a cambiar radicalmente en los próximos años a medida que el coche eléctrico se haga más popular”.

Y con motivo, a tenor de los beneficios que, según los expertos consultados, aporta esta configuración de hogares y edificios como minirredes inteligentes —también denominada smart charging—, tanto para el usuario como para el sistema energético en forma de eficiencia energética. “Esa optimización local”, explica Pascual, “puede ser una utilización verde, mínima en emisión de CO2; una optimización económica, mínimo coste a final de mes, o una mezcla de las dos”. Por ejemplo, que el sistema, apoyado en la inteligencia artificial, elija automáticamente la tarifa horaria más barata (nocturna) para recargar la batería del coche o, en combinación con una instalación de autoconsumo, el momento de mayor producción fotovoltaica de esta, evitando tirar de la red. Un ahorro en la factura que, según el experto de Iberdrola, puede oscilar entre un 10% y un 30%. Y si prima el compromiso medioambiental, se puede configurar que el VE cargue durante las franjas con mayor generación de renovables, es decir, realizar un consumo mucho más limpio.

Mientras que para José Antonio Afonso, más cauto, el coche eléctrico no llega a conformar un eje principal de acumulación e inyección a la vivienda o al edificio frente a otros sistemas estáticos de almacenamiento, Paula Santos sugiere también hablar más de eficiencia que de ahorro. Más allá de ese potencial acumulador frente a otros dispositivos que suele incorporar el autoconsumo —como baterías de ion de litio, aún de alto coste, eso sí—, Santos considera las IRVE domésticas como un pilar más, e importante, para la transición energética.

“No solo va a mejorar la eficiencia del consumo en función del almacenamiento de energía y su utilización en el momento que mejor nos convenga; también estamos hablando de una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”, ya que son un factor clave para potenciar la penetración del vehículo eléctrico en las ciudades y carreteras.

Efecto estabilizador

El incremento de las infraestructuras de recarga para vehículos eléctricos (IRVE) introduce una clave interesante, en opinión de Carlos Pascual, responsable de Soluciones de Gestión Energética en Iberdrola. “Vamos a ver de forma importante en el futuro que ese vehículo eléctrico no está dando solo servicio al cliente, sino también al sistema eléctrico”. A medida que el modelo energético aumenta la generación a partir de renovables —116.838 gigavatios hora en 2022, según Red Eléctrica, el 42,2% de la producción total—, también “encarna una capacidad de predicción menor, o más difícil técnicamente”, explica, respecto a la cantidad de energía que se genera en cada momento. Por ejemplo, días de climatología variable en los que no sopla tanto viento como se esperaba. Comparadas con una central nuclear o una planta de ciclo combinado, cuyo funcionamiento resulta controlable, las fuentes renovables presentan diferencias de variabilidad productiva.
Pero “ahora hay una serie de elementos nuevos que, desde el lado de la demanda, empiezan a tener una capacidad de ayudar [al sistema eléctrico] que hasta ahora no tenían”, aclara Pascual. Estas IRVE, conectadas y bidireccionales, capaces de acumular y reinyectar energía en caso de necesidad —actualmente solo de forma local, la normativa aún no autoriza la reintroducción directa a la red—, permiten, a partir de un mayor control de la demanda, reducir esa variabilidad de las fuentes limpias (eólica, fotovoltaica, solar térmica, hidroeléctrica), y poder aspirar en el futuro a un modelo energético 100% renovable

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Sobre la firma

Jordi Pastor
Redactor de la sección Extras especializado en medio ambiente y naturaleza, antes trabajó en el suplemento El Viajero. Inició su labor profesional en 'Desnivel', editorial referente en información sobre montaña y escalada. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y culminó sus estudios en la Universidade de Coimbra.

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