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La gigantesca zanahoria ‘morá’ de la que presumen en el pequeño pueblo malagueño de Cuevas Bajas

De color morado y con un tamaño que puede superar un kilo de peso, esta hortaliza que trajeron los árabes a la Península es el orgullo del municipio al norte de la provincia de Málaga

Zanahoria Cuevas Bajas
Un plato de migas con zanahoria 'morá'.Nacho Sanchez

Tiene el corazón morado, como su piel. Un sabor delicioso y unas sorprendentes dimensiones que le permiten rondar el kilo de peso e incluso superarlo. La zanahoria morá de Cuevas Bajas es tan llamativa como su historia: ha viajado en el tiempo de generación en generación desde su llegada a la Península a mano de los árabes en el siglo VII hasta la actualidad. El río Genil, la tierra suelta de los terrenos cercanos al cauce, la humedad y las heladas han conformado su carácter. Tanto, que se ha adaptado al entorno y ya no quiere salir de él. Por mucho que lo intenten otros agricultores, nadie ha conseguido su desarrollo en plenitud en otros municipios. “Es un producto que ha estado muy olvidado y que ahora define a este municipio. Es algo muy nuestro y me encanta”, dice el chef Rubén Antón, que utiliza esta hortaliza en postres y varias recetas saladas en su restaurante Arxiduna.

Para viajar al territorio de esta raíz morada no hay más que desviarse cinco minutos desde la autovía A-45 hacia Cuevas Bajas, un sencillo pueblo de 1.355 habitantes que lleva una década perdiendo población. La carretera de acceso está rodeada de olivos, principal motor económico de una localidad que llama con insistencia al turismo sin que este acabe de llegar. Un puñado de casas rurales lo intentan con mejor o peor éxito, según la temporada. Y varias empresas han conseguido un público fiel cada verano gracias a la práctica del rafting por el río Genil, cuyo caudal va a la contra de la razón: en invierno es mínimo y en la temporada estival es máximo. Esta rareza se debe a la apertura de las compuertas del pantano de Iznájar —a pocos kilómetros y que bebe de Sierra Nevada— durante la estación seca para que los agricultores de la comarca puedan superarla ante la falta de lluvias.

El río es, precisamente, una de las claves para el crecimiento de la zanahoria morá, porque le aporta agua y enriquece las tierras del entorno. En ellas se siembra para el día de Santiago, el 25 de julio. Desde entonces, no para de pedir agua. “Es lo que quiere durante todo el verano. Y sin ella, malo, no crecería tanto”, asegura Jairo Mármol, de 31 años, quien forma parte de una familia que lleva “toda la vida” cultivándola. El frío posterior invita a esta hortaliza local a refugiarse en una tierra suelta y blanda que le permite crecer sin contratiempos. Eso hace que sus dimensiones la diferencien de otras primas del mismo color en otros puntos de Andalucía, Baleares o Cataluña. Su gran tamaño —cada año varias alcanzan más de kilo y medio de peso— hizo que durante el siglo XX se plantasen para alimentar a las bestias y el ganado. Entonces el consumo humano apenas era una excepción: “Solo la tomaban las familias más humildes cuando había hambre”, sostiene María Márquez, agricultora de 51 años.

La agricultora María Márquez vende zanahoria 'morá' durante la fiesta dedicada a esta hortaliza, celebrada el 4 de diciembre de 2022 en Cuevas Bajas (Málaga).
La agricultora María Márquez vende zanahoria 'morá' durante la fiesta dedicada a esta hortaliza, celebrada el 4 de diciembre de 2022 en Cuevas Bajas (Málaga).Nacho Sanchez

Con las manos llenas de tierra, Márquez relata que lleva casi una década cultivando esta raíz. “Quisimos probar cómo se daba y se dio bien”, asegura. Pertenece a la nueva hornada de agricultores que han visto en la zanahoria morá una oportunidad económica. Fue hace dos décadas cuando el pueblo impulsó su cultivo y la dio a conocer gracias a una jornada festiva cada primer fin de semana de diciembre, en el momento álgido de su cosecha. “Estaba a punto de desaparecer. Ya casi nadie la cultivaba y decidimos que había que hacer algo por ella. Impulsamos estudios con la Universidad de Málaga [que subrayaron su capacidad como antioxidante], acudimos a un banco de semillas para guardar un buen número de ellas y decidimos celebrar la fiesta en su honor, hoy declarada de Singularidad Turística de la provincia. Ahora es lo que nos diferencia del resto de pueblos”, resume Manuel Lara, alcalde de Cuevas Bajas, donde ya se recolectan unos 300.000 kilos anuales del producto.

La celebración de este año tocó el pasado 4 de diciembre. Entonces los balcones de las viviendas se llenaron de banderolas moradas y una enorme carpa ocupó parte de la vía principal del pueblo, la calle Real. En su interior, al refugio de la escasa lluvia que acompañó la jornada, varias familias —como la de Jairo Mármol o la de María Márquez— vendían decenas de zanahorias a los visitantes. En otros puestos se servían productos locales como las chacinas o el resol, bebida hecha con café, hierbaluisa y anís. Y en algunos más se alababan las bondades del entorno natural entre el jaleoso hormigueo de las alrededor de 3.500 personas que se acercaron hasta Cuevas Bajas ese fin de semana.

El chef Rubén Antón prepara un plato con la zanahoria 'morá'.
El chef Rubén Antón prepara un plato con la zanahoria 'morá'.Nacho Sanchez

Muchos llegaban atraídos por la zanahoria morá, pero también por los argumentos más clásicos de este tipo de eventos: barras a precios populares, degustaciones de quesos y vino dulce y una orquesta animando el ambiente a base de singulares versiones. El chef Rubén Antón también mostraba en directo la elaboración de algunos platos con esta raíz como ingrediente principal, como un frito de zanahoria morá pasado por panko o una tarta de zanahoria. “Es la que más vendemos en el restaurante”, dice el cocinero, que dirige desde hace más de una década la cocina de Arxiduna, ubicado en la plaza principal de Archidona, a poco más de 30 kilómetros de Cuevas Bajas —actualmente cerrado por reformas—.

Tras dar un bocado a uno de los dulces, con un vaso de vino en una mano, tres aceitunas en la otra, dos bolsas de hortalizas en la muñeca y los ojos puestos en una tabla de quesos de la zona, Carmen López, de 67 años, sonreía de felicidad mientras destacaba que llevaba tres años sin acudir a esta fiesta debido a la pandemia. Su amiga María Sánchez, de 69 años, le regañaba desde lejos. “No te pares más veces que nos dejan sin migas”, le gritaba mientras hacía cola frente a un enorme perol donde se prepararon 600 kilos de esta comida a base de pan y típica del interior de la provincia malagueña. Era el argumento definitivo para atraer visitantes al pueblo. Tras la fiesta, nadie salía de allí sin su bolsa repleta de estas singulares zanahorias de Cuevas Bajas.

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