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Desmontando la magia del orden: por qué abrazar el caos también puede ser positivo

El orden tiene sus beneficios: elimina el ruido visual o genera una mayor tranquilidad. Pero el extremo interés por la organización de los espacios que habitamos y de las rutinas diarias puede ser un síntoma de algo más, como la ausencia de control sobre otros aspectos más importantes

Orden
Una mujer organizando su armario, quizá preguntándose si esos calcetines bien doblados le aportan la suficiente felicidad.Natalia Kostikova / EyeEm (Getty Images/EyeEm)

En el año 2014, una entonces desconocida japonesa llegó a nuestras vidas para poner orden. Su nombre era Marie Kondo y su mantra, “ordena tu espacio, transforma tu vida”, se hizo tan conocido como su receta para conseguirlo: tirar todas aquellas posesiones que no “inspiren alegría”. Su libro La magia del orden (Aguilar, 2015) conquistó las listas de lo más vendido en publicaciones como The New York Times, Los Angeles Times, Publishers Weekly y The Wall Street Journal. En España, lleva 28 ediciones y más de 270.000 ejemplares vendidos. Dos libros y un programa en Netflix después, apenas existe alguien que no conozca, aunque sea de pasada, a la gurú del orden y su método de organización KonMari.

Han pasado ocho años desde entonces y las nuevas filosofías de organización de aires minimalistas han ganado adeptos y se han extendido del interior de los hogares a cualquier faceta de nuestras vidas. Plataformas como TikTok muestran cada día las bondades de una rutina organizada: son populares en esta red social las seguidoras de una rutina de 5 a 9, que muestran los beneficios de levantarse con la primera luz del sol para practicar deporte o meditar en una serie de vídeos que han sido calificados como “porno de la productividad”. También en TikTok se encuentran perfiles expertos en limpieza en profundidad, organización de espacios minúsculos o rutinas de mindfulness de menos de 10 minutos. Instagram no premia precisamente el desorden, invitando a los usuarios a subir imágenes donde impere la simetría y el arreglo. La planificación también ha llegado a la alimentación a través de fenómenos como el batch cooking, que consiste en cocinar los domingos por la tarde para tener las comidas organizadas y disponibles el resto de la semana. Cierto es que el orden elimina el ruido visual, genera una mayor tranquilidad y ayuda a tener cierta sensación de control sobre nuestras vidas, pero el extremo interés por la organización de los espacios que habitamos y de nuestras rutinas diarias puede ser un síntoma de algo más.

“Creo que existe este impulso de ser limpio y organizado porque el mundo que nos rodea cada vez está más desordenado”, explica a EL PAÍS el crítico cultural Kyle Chayka, autor del ensayo sobre la historia del minimalismo y su evolución Desear menos (Gatopardo Ediciones, 2022). “La última década ha sido muy caótica”, continúa el autor, haciendo referencia a la agitación y polarización política tanto en Estados Unidos como en Europa, así como a la pandemia, la guerra en Ucrania y la crisis económica actual. “Enfocarnos en nuestro entorno inmediato y hacerlo lo más limpio y organizado posible parece convertirse en la única posibilidad de control para nosotros como individuos. Tenemos que piratear nuestras propias vidas porque controlar nuestras circunstancias externas es imposible”.

Chayka destaca cómo el minimalismo ha sido habitualmente una respuesta en tiempos pasados, agitados y convulsos: “Puedes ver interés por el minimalismo en periodos particularmente caóticos, recientemente, en la época que precedió a la II Guerra Mundial o tras el crash económico de los años noventa. Definitivamente, buscamos una sensación de control, pero solo podemos extenderla a nuestro entorno inmediato”.

“Es fácil ver por qué la filosofía de Marie Kondo y la de otros nuevos minimalistas atraen a tanta gente: es barato comprar cosas, pero caro comprar un espacio para mantener todas esas cosas, así que nuestros hogares se llenan de posesiones... ¡Marie Kondo ofrece la solución!”, explica a EL PAÍS el economista, columnista y autor británico Tim Harford, autor de otro superventas que reniega de la filosofía de la japonesa, El poder del desorden (Debolsillo, 2018). Acumulamos más posesiones que las que acumularon nuestros padres y nuestros abuelos: la producción industrial, la invención del plástico, las mejoras en los transportes o el auge del mobiliario y la moda low cost llevan a una fiebre de acumulación de objetos que, en muchas ocasiones, no dan felicidad, pero sí ocupan espacio. Al mismo tiempo, el tamaño de los hogares se ha reducido: vivimos en pisos más pequeños, a menudo compartiendo espacios hasta una edad tardía, donde para tener nuevas cosas hay que deshacerse de las anteriores. “Lo extraño es que lo que a menudo se describe como ordenar, no tiene nada que ver con organizarse, se trata de tener menos cosas. Marie Kondo dice explícitamente que los sistemas organizativos no funcionan y, sin embargo, la gente todavía sueña con organizarse”, añade Hardford.

Una mujer organizando el interior de su armario del cuarto de baño. Las nuevas filosofías de organización de aires minimalistas han ganado adeptos y se han extendido del interior de los hogares a cualquier faceta de nuestras vidas.
Una mujer organizando el interior de su armario del cuarto de baño. Las nuevas filosofías de organización de aires minimalistas han ganado adeptos y se han extendido del interior de los hogares a cualquier faceta de nuestras vidas.Natalia Kostikova / EyeEm (Getty Images/EyeEm)

Marta Carmona es psiquiatra en la sanidad pública y coautora junto al médico de familia Javier Padilla de Malestamos: Cuando estar mal es un problema colectivo, un ensayo breve editado recientemente por Capitán Swing donde tratan de dar respuestas colectivas a los actuales problemas de salud mental. La psiquiatra cita para hablar de la subjetividad humana una frase que pertenece al personaje ficticio Morticia Addams: “Lo que es orden para la araña es caos para la mosca”, añadiendo que no se puede sacar una misma receta para todos: “Algunos seres humanos canalizan y controlan su angustia a través del acto de ordenar elementos en su entorno, lo que les genera una sensación de control y de paz mental y les permite serenarse, y hay otros a los que no, y simplemente ordenan porque todo el mundo prefiere vivir en una casa ordenada que en una que parezca una escombrera, pero no les aporta ningún beneficio real”.

Al igual que Chayka, Carmona también apunta a que existen narrativas propias de un tiempo y un lugar y, en el periodo en el que vivimos, el orden se torna un mandato social modélico para alcanzar una vida feliz: “Las narrativas propias de cada época dependen de las condiciones de vida: ahora, que vivimos en espacios pequeños y en las ciudades nos movemos también en núcleos reducidos, surgen narrativas que nos dicen que lo importante es todo aquello en lo que yo puedo operar que es en mi minientorno y en mi minipiso”. En este momento, tal y como apunta la psiquiatra, hay una hegemonía de discursos que alimentan “estas narrativas individualistas que vienen a decir: ‘si quieres puedes, porque todo es cuestión de organizarse’. Y este mandato no solo es lo que se considera natural y normal, sino que es deseable y representa el camino de la felicidad”. No todo es blanco o negro, ni funciona como fórmula mágica para cada individuo: intentar dominar cada aspecto de nuestras vidas mediante el orden puede llevar a frustraciones y callejones sin salida, más si detrás de un cajón ordenado con calcetines de colores se encuentra la falsa promesa de felicidad.

Tenemos que piratear nuestras propias vidas porque controlar nuestras circunstancias externas es imposible
Kyle Chayka, autor del ensayo sobre la historia del minimalismo 'Desear menos'

¿Hay algún tipo de magia en el desorden? Tim Hardford tiene claro que sí: “Hay espacios donde el orden es esperable, incluso positivo (mi cocina está ordenada, al igual que mis cuentas bancarias), pero muchas cosas en esta vida son naturalmente desordenadas: desde el proceso creativo hasta una conversación, desde nuestras carreras hasta nuestra vida amorosa. Si tratas de imponer orden donde no corresponde, no pasará nada bueno”. La improvisación o la creatividad jamás podrán aplicar el método KonMari, ni se beneficiarían de estrictas rutinas de 5 a 9 o neveras llenas de túpers preparados desde el domingo.

“Creo que el desorden tiene tanto valor como el propio orden”, apunta Kyle Chayka. “Cuando las personas adoptan el minimalismo en un grado demasiado extremo obligan a toda su vida a seguir un patrón y una estética preestablecidos. Nunca hay ninguna sorpresa, solo uniformidad en todas partes”. Hay quien puede encontrar paz y tranquilidad en ese estilo de vida, pero “el desorden puede traer casualidad a nuestras vidas, brindándonos encuentros con cosas que olvidamos o inspiración en el caos de la vida diaria”.

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