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Madrid cambia adoquines por asfalto, el material que más calor desprende en verano

El Ayuntamiento elimina el pavimento de piedra de calles pequeñas del centro. Expertos en urbanismo alertan de los problemas de cubrir el suelo con un material poco permeable

Asfalto Madrid Lavapies
Un vecino camina por la calle de Lavapiés, en Madrid y recién cubierta con asfalto impreso, el 2 de marzo de 2022.Lucia Pardo
Beatriz Olaizola

La calle de Gravina, en pleno barrio de Chueca. Las de Velarde, San Andrés y Barco, en el moderno Malasaña. Y al menos otras cinco en Lavapiés, incluida la vía de unos 400 metros que da nombre a la zona. Todas estas calles están en el distrito Centro de Madrid y en todas se han sustituido los adoquines de la vía por asfalto: el material que más calor desprende en verano. Una de las últimas en pasar por quirófano ha sido la de Miguel Servet, que ha estado en obras tres semanas y acaba de reestrenarse. El cambio ha venido acompañado de las quejas de los vecinos ―critican que los coches ahora circulan más rápido y superan el límite de 30 kilómetros por hora― y de expertos en urbanismo, que alertan de los problemas de sustituir el pavimento de piedra por un material tan poco permeable.

Ya durante el gobierno de Manuela Carmena, entre 2015 y 2019, se probó a sustituir el adoquinado por asfalto impreso en algunas calles del centro, pero ha sido durante la legislatura de José Luis Martínez Almeida cuando más operaciones de este estilo se han impulsado desde el departamento de Obras y Equipamientos del Ayuntamiento. “La mayor ‘operación asfalto’ de la historia de Madrid”, presume el propio Ayuntamiento a través de notas constantes. Lleva mucho siéndolo. Cada año, el Consistorio sube la apuesta: más presupuesto para asfaltar y más calles de la ciudad donde hacerlo. En los últimos tres años, se han invertido 182 millones de euros en pavimentar 2.843 vías de la capital, según recoge la página web municipal.

La última ‘operación asfalto’ es la de 2022 y, salvo que la de 2023 la supere, sí es la más grande de la historia hasta ahora: 62,2 millones de euros, 1.080 calles y 480.000 toneladas de mezclas asfálticas. Las calzadas renovadas incluyen las que ya estaban cubiertas por este material y requerían una reparación, pero también muchas hasta ahora adoquinadas.

“Habría que ver las mezclas de productos utilizadas, pero sobre el papel, el asfalto es peor que el adoquinado”, señala por teléfono Pablo Olalquiaga, vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). Uno de los motivos, indica, es que absorbe más calor: “Los adoquines tienen mayor inercia térmica [cuánto calor pueden conservar y la velocidad con la que los ceden o absorben], por lo que expulsan el calor acumulado más lentamente y hay menor efecto rebote”. Con el pavimento de piedra se reducen la sensación de bochorno y de aire “estancado” en las ciudades, más acuciantes durante las olas de calor en verano.

Irene Rodríguez Lorite, arquitecta y urbanista, explica que una superficie de asfalto “aumenta entre tres y cuatro grados” la temperatura: “Se forma una capa de aire caliente muy grande que impide el balance hidrotérmico”. Como si justo encima de la acera hubiera una nube, que nunca se disipa y dificulta la regeneración del aire. Fernando Polo, también arquitecto y vecino del centro de Madrid, coincide con Lorite y Olalquiaga. “Lavapiés, por ejemplo, es un barrio antiguo, con calles son muy estrechas y poco espacio público, como parques. En verano apenas corre aire. La ciudad recoge el calor durante el día y por la noche lo proyecta, haciendo que dormir sea un infierno. Si le añades el asfalto, todo se agrava”, comenta.

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Material menos permeable

“Para los proyectos de obra en los espacios libres públicos hay que utilizar superficies que dejen pasar el agua. Este asfaltado va en contra de la normativa”, critica Lorite. Se refiere a la ordenanza de Gestión y Uso Eficiente del Agua en la Ciudad de Madrid, vigente desde 2006. En el artículo 8, se especifica que “en todas las actuaciones de urbanización” deben usarse “superficies permeables” y minimizar la “ocupación impermeable” a donde sea estrictamente necesario. En la norma, se consideran permeables: gravas, arenas, materiales cerámicos, porosos, losetas, empedrados o adoquines. No menciona el asfalto, pero sí añade que en las aceras con un ancho superior al metro y medio un 20 % de la superficie, “como mínimo”, ha de ser permeable. También que las multas por infringir este punto de la ordenanza oscilan entre los 600 y los 30.000 euros.

Asfalto impreso colocado en la calle del Amparo, en el barrio madrileño de Lavapiés, el 2 de marzo de 2022.
Asfalto impreso colocado en la calle del Amparo, en el barrio madrileño de Lavapiés, el 2 de marzo de 2022. Lucia Pardo

Un portavoz del área de Obras y Equipamientos recalca que sustituir los adoquines por asfalto impreso es algo que “ya puso en marcha el anterior equipo de gobierno”: “Supone una mayor comodidad para el tránsito peatonal, un menor ruido de rodadura y una mejor conservación, ya que alarga la vida del firme y permite una sustitución más rápida”. Una calle con este material puede arreglarse en una noche, mientras que cambiar el adoquinado puede tardar semanas o meses, provocando cortes de tráfico y afectando a la movilidad, añade el portavoz.

Olalquiaga matiza que para que dure más tiempo, el asfalto debe ser “de muy buena calidad”: “En algunos casos, las vías [como la calle de la Cruz] han empezado a desmembrarse al poco tiempo de haber sido asfaltadas. No es un buen indicativo en favor de la calidad del material usado”. Y considera que un adoquín mejor instalado, que aguante el tráfico rodado sin levantarse, puede durar años. “Cuando [el Ayuntamiento] habla de durabilidad, en realidad está hablando de reducir costes”, añade. El Ayuntamiento no ha respondido a las preguntas de este periódico sobre si el asfalto, frente a otros materiales, reduce el gasto.

Boquetes en la calle de la Cruz, en el barrio de las Letras, con el asfalto impreso ya desgastado.
Boquetes en la calle de la Cruz, en el barrio de las Letras, con el asfalto impreso ya desgastado. Lucia Pardo

Calles sin identidad

Los tres arquitectos advierten de que la supuesta mejora del tránsito peatonal trae consigo otro perjuicio: facilita la circulación de los vehículos. “Evita tropiezos, porque el adoquín es una superficie irregular y dificulta el tránsito. Pero eso es bueno, porque reduce la velocidad de los coches”, apunta Polo. Olalquiaga considera que, en una zona adoquinada, el conductor “se siente un poco más intruso” y que “el propio ruido al pisar el adoquín genera mayor sensación de velocidad y disuade al vehículo de ir aún más rápido”, añade.

Esa es una de las quejas que más ha recibido Manuel Osuna, presidente de la asociación vecinal La Corrala, desde que comenzó el asfaltado de nuevas calles en Lavapiés hace semanas. “El problema de fondo son los camiones de gran tonelaje, pasando todo el día. En otros centros históricos no es así”, critica. Osuna cuenta que las opiniones entre los vecinos han estado divididas, pero ahora la sensación general es que hubieran preferido “un nuevo adoquín bien colocado” al asfalto impreso.

Para el vicedecano del COAM, también es esencial la cuestión patrimonial: “Es una pérdida estética para la ciudad sustituir el adoquinado, que se recuperó porque así eran los pavimentos originalmente”. Lorite coincide y lamenta que estos cambios “alejen a Madrid de las tendencias hacia las que van otras ciudades, más amigables al peatón”. Polo se resigna: “Al final viviremos en unas calles sin identidad, con un calor infernal y donde los coches circulen más rápido”.

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Sobre la firma

Beatriz Olaizola
Es reportera en la sección de Madrid. Antes escribió reportajes para eldiario.es en el País Vasco, donde cubrió sucesos y temas sociales, políticos y culturales. También realizó prácticas en la Agencia EFE. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS.

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