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La manifestación sanitaria de Madrid y el dilema de la última bala: “Nos jugamos mucho”

Los médicos de atención primaria encaran la protesta de este domingo con la incertidumbre de si tendrá el mismo éxito que la de noviembre y después de que muchos hayan perdido una media de 3.500 euros por los días en paro

Cabecera de la masiva manifestación en Madrid por la defensa de la sanidad pública del pasado 13 de noviembre.
Cabecera de la masiva manifestación en Madrid por la defensa de la sanidad pública del pasado 13 de noviembre.claudio álvarez
Berta Ferrero

La doctora Fátima Prado sigue la huelga de atención primaria desde el 21 de noviembre, es decir, desde el primer día. Ha trabajado solo los días que le ha tocado ocupar una plaza de servicios mínimos en su centro de salud, el del barrio de Prosperidad (Madrid). El resto ha parado. Dice que por dignidad y porque se siente insultada por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, que asegura que los médicos en huelga son “cuatro gatos” y todos ellos, sin excepción, sindicalistas y de extrema izquierda. También porque quiere defender la sanidad pública, de la que vive a sus 52 años. Prefiere no calcular el dinero que ha perdido desde entonces, unos 200 euros por día de paro, aunque admite que ronda ya los 3.500.

Este domingo, Prados volverá a participar en la manifestación convocada por la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp) a partir de las 12.00, rodeada de toda su familia y de muchos de sus pacientes, que han ido preguntando durante estos tres meses cómo evolucionaba el conflicto y qué podían hacer para ayudar. Es posible, lamenta, que sea una de las últimas balas que les queden a los sanitarios, la que dé en la diana de la conciencia colectiva con unas imágenes como las de hace dos meses, en la manifestación masiva de noviembre.

“No es un conflicto solo nuestro. Hablamos de sanidad, nos afecta a todos. Nos jugamos mucho”, argumenta. Sí es cierto que a esta protesta llegan agotados anímicamente y con la incertidumbre de si sentirán el mismo apoyo que entonces o si, por el contrario, una baja afluencia significará, de cara unas negociaciones que se eternizan, que habrán gastado uno de sus últimos cartuchos.

Las mismas dudas tienen Jesús Lorenzo, de 39 años y médico de familia del centro de salud Puerta del Ángel, o Mari Luz Ruiz, de 52, doctora en el de Fronteras, en Torrejón de Ardoz. Son tres de los médicos que pelean desde el inicio para que el Gobierno de la Comunidad de Madrid invierta más dinero en la atención primaria y evite la fuga de médicos cuando acaban su periodo como residentes. Desde hace tres años, se han quedado en Madrid entre 15 y 20 doctores al año de los 215 que terminan su residencia en la tierra denominada de la libertad por la propia presidenta.

“Yo no creo que sea la última bala. Es verdad que en noviembre nadie se esperaba que fuera tanta gente a la manifestación. Ahora yo estoy a la expectativa, pero creo que le tiene más miedo la propia Isabel Díaz Ayuso a que las imágenes se repitan, que nosotros a que no. Aunque sí es cierto que aquí nos jugamos mucho, no nosotros, los médicos, que vamos a seguir teniendo trabajo aquí o en otro sitio, sino los propios madrileños, porque si esto no cambia, la sanidad pública de Madrid no va a sobrevivir así en los próximos tres o cuatro años”, augura Lorenzo.

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La comparativa con noviembre, en todo caso, es todo un reto para los médicos. Entonces, unas 200.000 personas confluyeron en la plaza de Cibeles en defensa por la sanidad pública, según los datos aportados por la Delegación de Gobierno, un número que los organizadores elevaron a 650.000. Las imágenes, en todo caso, hablaban por sí solas. Cuatro columnas de personas que llegaron de diferentes puntos de la capital rodearon la fuente de los éxitos madridistas. Este domingo, la organización es calcada, con salida de los manifestantes, desde el norte, de Nuevos Ministerios; desde el este, del hospital de la Princesa; desde el sur, por la plaza Legazpi; y desde el oeste, por plaza España.

Ruiz también admite que, durante estos tres meses de conflicto, muchos de sus compañeros han ido dejando atrás la huelga por desesperanza, “no porque no crean en las reivindicaciones”. “Al final piensan que no nos van a escuchar y que esto no va a servir de nada”, lamenta. También hay dudas sobre el proyecto piloto que la Comunidad de Madrid comenzó el 30 de enero en 22 de los 423 centros de salud para limitar la agenda de los doctores a 34 pacientes al día y la de los pediatras a 24 niños.

Primero, porque el éxito depende, de nuevo, de que “los voluntarios solucionen la papeleta”. Y lo cierto es que están cansados y quemados, como recogió un estudio del Colegio de Médicos de Madrid antes de que empezara el conflicto, que dejó entrever unos datos alarmantes: el 92% de los médicos de familia han sufrido o sufren agotamiento emocional. Por eso, añaden, que el Gobierno fíe un proyecto a que haya personas dispuestas a trabajar hasta cuatro horas más por 50 euros la hora es no ser consciente del nivel de estrés que existe en la profesión.

“Yo aspiro a atender bien a mis pacientes, no a cobrar más por cobrar, por eso no me voy a presentar voluntaria porque cuando termine mi jornada me quiero ir a casa a descansar”, argumenta Ruiz. “Y si de un centro de salud solo doblan [turno] tres personas, ¿quién va a ver al resto de los pacientes? La gente no se da cuenta de que Madrid tiene un millón de personas sin un médico asignado, y eso es gravísimo”, insiste.

“Efectivamente, es un parche”, coincide Lorenzo, que también cree que el proyecto piloto del Gobierno regional no va a salir bien porque se hace sin lo más importante: la inversión necesaria en la atención primaria para que los médicos no se vayan espantados. Y lo dice con conocimiento de causa. Trabaja desde 2017 en su centro de salud. Entonces eran 15 médicos. Al año siguiente uno se jubiló y su plaza se amortizó. Quedaron 14. Ahora, entre bajas y traslados, son 10 los que llevan la agenda de todos. “Hay que intentar revertir esta situación porque es inviable”, insiste.

Por eso es por lo que realmente pelean. Y soportan, repiten una y otra vez los propios doctores, las acusaciones de querer alargar esta situación hasta las elecciones del próximo mayo, cuando en realidad ven que sus nóminas bajan un mes tras otro. Ruiz ha cobrado 1.300 euros desde noviembre por los paros. Lorenzo, poco más, unos 1.800. “Aunque algunos compañeros han llegado a cobrar unos 200 euros porque esto depende de los servicios mínimos que te pongan. Si no te ponen ninguno o casi ninguno, te ahogan. No sé de qué depende, pero claramente juegan con eso”, insiste Ruiz.

El sindicato médico Amyts, que convocó la huelga, aunque no ha organizado esta manifestación, sigue recibiendo donativos de personas anónimas para paliar el daño económico que la situación está provocando en los médicos. Ángela Hernández, la secretaria general, asegura que todavía se sienten fuertes para seguir peleando, y que pararán cuando los propios profesionales lo pidan. A día de hoy, la caja de resistencia ha rebasado los 200.000 euros, aunque no se tocarán hasta que el conflicto acabe y toque repartir entre los huelguistas. El siguiente paso, este domingo, es saber si gastan la última bala o quedan más en la recámara.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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