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Una insólita marea de jacintos de agua llega a Galicia y amenaza ríos y humedales protegidos

Cientos de toneladas de esta especie invasora alcanzan playas gallegas desde Portugal y obligan a la Xunta a vigilar el Miño. Los ecologistas exigen más medidas contra una plaga que ya es endémica en el Guadiana

Marea de jacintos de agua el pasado noviembre en la playa de A Lanzada, en O Grove (Pontevedra), en una imagen cedida por Adega.
Marea de jacintos de agua el pasado noviembre en la playa de A Lanzada, en O Grove (Pontevedra), en una imagen cedida por Adega.

Una marea de jacintos de agua (Eichhornia crassipes), la mayor que se recuerda en Galicia de esta especie invasora incluida entre las 100 más peligrosas del mundo por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), inundó hace unas semanas varias playas en una franja de más de cien kilómetros. Esta densa masa flotante, de cientos de toneladas, fue arrastrada por las corrientes procedente de Portugal. Comenzó a tocar tierra a finales de octubre, infiltrándose en arenales de la provincia de Pontevedra y A Coruña, lo que ha puesto en guardia a biólogos y naturalistas que alertan de las “consecuencias catastróficas” si algún fragmento de la planta que pueda germinar alcanzase ríos y humedales protegidos. Expertos de la Xunta descartan que los jacintos entrañen un peligro para los arenales, pero el Gobierno gallego sí ha activado la vigilancia en el Miño y en sus afluentes de la zona baja.

Los primeros cúmulos flotantes de esta planta acuática de agua dulce, también conocida como camalote y parecida al nenúfar, se avistaron en el archipiélago de las islas Cíes ―en el Parque Nacional das Illas Atlánticas― y en playas de Vigo, Cangas, O Grove y parte de Sanxenxo. Pero la intensidad de las mareas favoreció la dispersión de esta oleada. Avanzó desde las Rías Baixas hacia el norte y aparecieron cúmulos, aunque en menores proporciones, en la costa de Ribeira, A Pobra, Boiro y Porto do Son, en la provincia de A Coruña.

Una marea más pequeña se registró en otoño de 2011, aunque los expertos cifraron en decenas las toneladas de jacinto de agua que entonces alcanzaron la costa. El crecimiento de esta variedad invasora es muy rápido y los cúmulos llegan a duplicarse en tan solo 12 días, tapando la luz solar y reduciendo la concentración de oxígeno. “Este evento es preocupante porque estamos hablando de una especie muy peligrosa y una verdadera amenaza medioambiental, por lo que requiere de un control específico que evite su expansión antes de que sea demasiado tarde”, explica el naturalista Cosme Damián Romay, de la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galicia (Adega), que está monitorizando estas migraciones.

El origen de esta insólita marea de jacintos está en el río Cávado, en Portugal. Las plantas viajaron durante una semana hacia Galicia a merced de las corrientes. En Europa esta especie solo se ha detectado hasta ahora en Italia, Portugal y España. En este último país se descubrió por primera vez en 1974, cuando empezó a proliferar en humedales y cursos de agua en áreas de clima cálido de las provincias de Alicante, Cáceres, Castellón, Valencia y Tarragona. En 2004 se constató su presencia en la cuenca del río Guadiana, donde la confederación hidrográfica lleva años tratando de erradicar la especie. Solo se ha conseguido contener su expansión con costosas inversiones.

Romay cree que las medidas estatales y autonómicas para frenar al jacinto de agua no han sido eficaces y asegura que zonas protegidas de Galicia como las lagunas de Cachadas, en Sanxenxo (Pontevedra), o el Rego de Trabe, en Culleredo (A Coruña), ya están en peligro. “Las toneladas de esta planta que están llegando a los arenales gallegos son cada vez más frecuentes e intensas por las altas las temperaturas de los últimos veranos, por lo que sus posibles filtraciones son potencialmente más peligrosas”, explica el biólogo de Adega.

La Dirección General de Patrimonio Natural de la Consejería de Medio Ambiente de la Xunta resta importancia a las consecuencias de esta última marea de jacintos en las playas, aunque añade que sí ha activado una vigilancia para que no entre en el río Miño o en los afluentes de su zona baja. Este departamento autonómico afirma que lo ocurrido hace unos días “es el resultado de los arrastres de ejemplares no viables, consecuencia de la crecida de los ríos y la dinámica de los vientos y del litoral”. Los expertos de la consejería consultados han indicado que estos cúmulos “no tienen la capacidad de sobrevivir o de reproducirse en agua salada, por lo que su depósito en los arenales no conlleva ningún riesgo para la conservación de la biodiversidad, y lo recomendable es dejarlos que se sequen en la arena para evitar que por una manipulación o transporte inadecuado se lleven a un hábitat favorable”. Y ha subrayado que, en todo caso, “la limpieza de las playas afectadas es competencia totalmente municipal”.

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La mayor amenaza está en las cuencas hidrográficas, incide Romay, ya que estas plantas pueden llegar a tapizar toda la lámina de agua impidiendo la fotosíntesis en las capas más profundas, afectando a la cadena alimentaria, al desarrollo de los ecosistemas acuáticos y la supervivencia de los peces. Además, esas elevadas concentraciones de ejemplares impiden la circulación de agua y pueden secar ríos y arroyos. “Es imprescindible que la Xunta actúe con contundencia con medidas de eliminación de las poblaciones detectadas y una revisión bimestral de todos los puntos negros afectados por esta plaga, además de un control de empresas comercializadoras de plantas y particulares”, subraya Romay.

El Departamento de Medio Ambiente admite que está haciendo un seguimiento para evitar que la especie pueda entrar en la cuenca del Miño. Esta vigilancia, añade la Xunta, se enmarca en el sistema de “análisis de riesgos” que se utiliza para actuar contra las especies exóticas invasoras.

Detalle de un jacinto de agua.
Detalle de un jacinto de agua.Bastus917 (FLICKR)

La entrada indiscriminada de estas plantas para jardinería a partir de la década de los años noventa obligó al Gobierno central a prohibir su comercialización y elaborar un catálogo de especies invasoras regulado por un real decreto que entró en vigor en agosto de 2013. De forma expresa, la normativa obliga al Estado y a las comunidades autónomas a realizar un seguimiento de estas especies con potencial invasor y a tomar medidas urgentes “en caso de constatarse la existencia de una amenaza grave para el medio ambiente”, así como para su “seguimiento, control y posible erradicación”.

Para Adega los controles actuales son pocos para lidiar con el jacinto de agua. En junio de 2019, el Seprona intervino 200 plantas que un vecino de Gondomar (Pontevedra) criaba en su vivienda y vendía a través de internet. La intervención fue posible por la vigilancia que la Guardia Civil realiza en la red. Los agentes comprobaron que el vendedor tenía un estanque en el jardín que servía de criadero de plantas, la mayoría de ellas de esta especie invasora.

Los métodos de eliminación del jacinto de agua son escasos y poco eficaces. La retirada manual con palas y excavadoras es el único remedio empleado para los casos más graves de expansión, como ocurre en la cuenca del Guadiana, donde la batalla contra la invasora dura ya 15 años. El empleo de herbicidas queda descartado en cuencas hidrográficas, regatos y humedales, ya que se eliminarían otras especies esenciales del ecosistema.

Al principio, esta planta suele presentar un carácter invasor muy agresivo, ya que coloniza rápidamente todo el medio que le resulta favorable. No obstante, las poblaciones pueden fluctuar notablemente de un año para otro, en función del nivel hídrico (sobre todo en humedales temporales) o de las temperaturas invernales. Su tendencia demográfica es muy errática, con apariciones a veces localmente masivas y también con desapariciones repentinas.

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