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Sánchez y Feijóo echan el resto en Valencia, Barcelona y Madrid con las elecciones en un puño

Ayuso alienta el bulo de un “pucherazo” y el presidente pide votar contra los que embarran

Pedro Sánchez (a la izquierda) y Alberto Núñez Feijoó, durante el cierre de campaña el viernes. Vídeo: europa press
Carlos E. Cué

Incertidumbre total. Una de las campañas más extrañas y tóxicas de los últimos años cerró el viernes con centenares de políticos en toda España con la respiración contenida. En los cuarteles generales de los partidos, las autonomías en juego —12— y los ayuntamientos —8.131— se respira un ambiente de enorme inquietud con un resultado que por pequeñas diferencias puede pasar del fiasco al éxito. Hay en esta campaña un fuerte contenido nacional porque es difícil no verla como un primer asalto a las elecciones generales de diciembre. Sus dos grandes protagonistas, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, echaron el resto en los lugares clave, donde se puede jugar la lectura de unos comicios en los que el PSOE juega a resistir y el Partido Popular a arrebatarle poder, con un final de campaña muy embarrado.

El presidente del Gobierno fue a Barcelona, donde los socialistas esperan dar la campanada y recuperar la alcaldía 12 años después de perder en 2011, el año de la debacle de la izquierda en plena crisis económica, la que fue una de sus plazas estrella. Con un gran mitin con presencia incluso del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, el PSOE forzó la máquina, consciente de que ganar en Barcelona podría compensar otras malas noticias en una noche electoral llena de incógnitas. Cataluña es el refugio de los socialistas, casi el único sitio en el que tienen posibilidades serias de crecer y en el que están mejor que en 2019.

Mientras, Feijóo fue por la mañana a Valencia, la joya de la corona, donde espera arrebatar la capital y la autonomía a la izquierda para simbolizar la recuperación del PP y sobre todo enchufar a la derecha y desmoralizar a la izquierda con la sensación de que la ola ya será imparable también para las generales. En realidad, ningún sondeo pronostica eso ni grandes movimientos de tierras, pero pequeñas alteraciones pueden dar mucho poder al PP y quitárselo al PSOE y sus socios, que lograron muchas autonomías por la mínima en 2019 —como la valenciana— y ahora corren el riesgo de perderlas simplemente si algunos grupos pequeños se quedan fuera de los parlamentos o los ayuntamientos.

Desde la izquierda, Lluïsa Moret, José Luis Rodríguez Zapatero, Jaume Collboni, Pedro Sánchez y Salvador Illa, durante el cierre de campaña en Barcelona.
Desde la izquierda, Lluïsa Moret, José Luis Rodríguez Zapatero, Jaume Collboni, Pedro Sánchez y Salvador Illa, durante el cierre de campaña en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

Hay otra batalla, que es la del número total de votos en municipales, pero la más importante será la del reparto del poder. Aunque los socialistas aún confían en ser capaces de ganar al PP en el número de votos, es un reto que se antoja difícil. Si lo lograran, sería un rotundo éxito para Sánchez y un fiasco importante para los populares. Feijóo da por hecho que tendrá más votos que el PSOE. El resultado de 2019 da una pista. El PSOE ganó entonces al PP, en el peor momento de su historia reciente, por 1,6 millones de votos. Pero ese día Ciudadanos obtuvo 1,8 millones, que el PP aspira a recuperar casi en su totalidad. Eso sumado a una normal recuperación de los populares en estos años después de llegar al suelo de 2019 y un desgaste natural de los socialistas tras cinco años de Gobierno y su cenit ese mismo año hace que el PP tenga esa victoria al alcance de la mano. Un fracaso ahí sería durísimo para Feijóo.

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Pero para triunfar de verdad, al líder del PP no le basta con eso. Necesita ganar en la Comunidad Valenciana y arrebatarle al PSOE alguna otra autonomía y varias capitales de provincia. Los populares creen que ese objetivo también lo tienen prácticamente alcanzado, aunque en el PP siempre hay quien teme a una movilización de la izquierda de última hora que les arruine la fiesta.

Feijóo cerró la campaña en Madrid con Isabel Díaz Ayuso, que aspira a una mayoría absoluta. En el PP se vivía un ambiente de euforia incontenible. Sus dirigentes están convencidos de que arrasarán en Madrid, donde lo tienen más fácil por la histórica debilidad de la izquierda de esta comunidad. Pero no solo de eso, sino de que recuperarán varias autonomías y ayuntamientos clave gracias a este final de campaña absolutamente embarrado por los escándalos de compra de votos que han afectado sobre todo al PSOE en varios pueblos pequeños, donde ha habido varios socialistas detenidos y ya expulsados.

El PP también tiene varias denuncias de irregularidades, siempre en municipios muy poco poblados, pero las noticias más graves han afectado a los socialistas y han destrozado la estrategia de La Moncloa, que diseñó una campaña centrada en el contenido: en anuncios, debates sobre la gestión del Gobierno en vivienda, sanidad, educación o paridad, que quedó en todo momento opacada por distintos escándalos. Primero, las listas de Bildu; después, el voto por correo en Melilla, y finalmente la catarata de pequeñas noticias explosivas en distintos pueblos.

Tan eufórico estaba el PP que Ayuso, con Feijóo sentado en primera fila, lanzó una de sus frases trumpianas que dejaron a su líder sin espacio para intentar siquiera igualarla. “Sánchez se va a ir como llegó, con un intento de pucherazo. Ya no le vota ni Txapote”, lanzó entre grandes aplausos. Ayuso no dio más detalles, pero Sánchez llegó al poder con una moción de censura que al PP le indignó políticamente, pero jamás ninguno de los líderes populares —sí los de Vox— había puesto en cuestión la legitimidad de un mecanismo constitucional que el propio Mariano Rajoy reconoció cuando fue derrotado en el Congreso. El entorno de Ayuso señala que la presidenta se refería a la polémica por las urnas detrás de una cortina en el tormentoso Comité Federal del PSOE del 1 de octubre de 2016. Pero ese día Sánchez fue destituido, no llegó al poder, más bien salió de él. Había llegado en 2014 al liderazgo del PSOE con unas primarias y en 2017, unos meses después de su destitución, ganó otras. “Una semana más y no les queda un delito por tocar al PSOE: secuestro, acoso, pertenencia a banda, comprar papeletas, incluso cambiar papeletas por papelinas”, se regodeó la presidenta madrileña.

Desde la izquierda, José Luis Martínez Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijoó, en el cierre de campaña en Madrid, el viernes.
Desde la izquierda, José Luis Martínez Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijoó, en el cierre de campaña en Madrid, el viernes.Claudio Álvarez

Frente a esa andanada, Feijóo, que apeló igualmente al antisanchismo, quedó desperfilado: “Vengo a pedir el voto a la España que quiere derogar el sanchismo desde este mismo domingo”, aseguró el líder del PP, que se volvió a meter en un jardín con el fútbol: “A pesar de ser del Atlético de Madrid, sabe ganar”, dijo del alcalde, José Luis Martínez Almeida. “Este partido respeta las minorías”, remató, intentando arreglarlo.

Los socialistas están desolados por este final de campaña, totalmente diferente al que pensaron sus estrategas, pero Sánchez trató en la recta final de darle la vuelta a un ambiente muy complicado por medio de animar a todos los progresistas a movilizarse masivamente para evitar que gane una campaña “enfangada” de la que acusa al PP. “Los que quieren dar pelotazos con la vivienda o quienes buscan hacer negocio con la sanidad y la educación no quieren que vayamos a votar. Por eso insultan, descalifican y embarran la política, para desmovilizar a la gente. Respondamos con un voto masivo al PSOE, porque cuando más fuerte es el PSOE, más fuerte será el Estado del bienestar”, resumió Sánchez.

“Los del PP parece que están esperando que mañana aparezca un ovni para meterlo en la campaña y decir que la culpa es de Pedro Sánchez”, bromeó Zapatero. El expresidente recordó todos los datos positivos de la gestión de Sánchez y se lanzó: “¿Os imagináis qué dirían si todo eso pasara con la derecha en el Gobierno? ¿Qué dirían? Pues no, lo está haciendo la izquierda, con Pedro Sánchez. Lo que pasa es que la derecha intimida, exagera. Pero al PSOE no lo van a intimidar el PP y menos al presidente, porque tiene todo el apoyo de todo el PSOE”, dijo mirando a Sánchez.

El presidente hizo en Barcelona un último intento de su campaña de contenido, con datos de su gestión, de la situación económica, de las reformas efectuadas, con una idea fuerza: “A España le sientan muy bien las políticas socialdemócratas”. El PSOE mantuvo así su estrategia hasta el último minuto de la campaña para intentar que se hable de su gestión. El PP la cambió por completo y aprovechó las noticias que aparecían —Bildu, escándalo de voto por correo— para lanzarse en tromba contra el PSOE e intentar desmovilizar a la izquierda. El domingo por la noche se sabrá quién tuvo más éxito.

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