Resignación y deserción en el primer día del corte de trenes en el corredor sur
El despliegue de una gran flota de autobuses y la búsqueda de opciones alternativas evita el “caos” en el bloqueo de la circulación ferroviaria en Tarragona
El primer día del corte ferroviario que va a paralizar durante cinco meses el tráfico de trenes en el corredor sur ha puesto en evidencia que los planes, a menudo, no salen como se preparan. Ni mejor ni peor. Diferente. Lo resumía un chófer de los 80 autobuses que se han tenido que habilitar para suplir la falta de trenes entre Tarragona y Sant Vicenç de Calders. “Todo el dispositivo va sobre la marcha, un poco improvisado”. El conductor, de primera pese a que confiesa ser un novato en el oficio, maneja el volante de un mastodonte que ofrece 58 plazas disponibles y que ha iniciado la ruta con solo tres butacas ocupadas. La sensación generalizada es que, quien ha podido, se ha buscado la vida para encontrar alternativas y evitar la incertidumbre que conlleva quedar en manos del parche diseñado por Renfe. El presidente de la compañía, Raül Blanco, ha reconocido que habrá que hacer “ajustes” a medida que se concrete qué demanda tiene el servicio.
“No ha sido un caos”, ha manifestado el secretario de Movilidad de la Generalitat, Manel Nadal. Sin embargo, los “ajustes” ya se han puesto en práctica durante el estreno del plan. Uno de los buses que tenía que salir de la estación de Tarragona y hacer parada en Altafulla y en Torredembarra antes de llegar a Sant Vicenç, y esa era la ruta que anunciaba un cartelito en su parabrisas, ha evitado las escalas. “Tira pitando para la autopista y hasta Sant Vicenç, directo”, le ordenaba al conductor quien parecía ser un encargado de la logística, al menos así lo hacía pensar el chaleco amarillo fosforito que portaba. “Yo hago lo que manden”, respondía el autobusero.
¿Y la gente que espera en Altafulla o Torredembarra? “Ya los recogerá algún otro bus”, explicaba con flema un informador. Por autobuses no quedará. Ha hecho falta constituir una Unión Temporal de Empresas (UTE) para poder dar cobertura a lo que técnicamente se denomina “servicio alternativo por carretera” mientras duren las obras del túnel de Roda de Barà. Siete compañías distintas para poder abastecer la flota necesaria de buses en un contrato que roza los 30 millones de euros.
“Lo bueno que tiene esto es que ha dado trabajo a un montón de gente”, indica un chófer. “El problema es que cubriendo este servicio no hacemos horas extra, y luego el sueldo te queda muy justo, apenas 1.500 euros”, apostilla. También se juegan el salario parte de los 15.000 usuarios, según datos de Renfe, que sufren el inconveniente de quedarse sin tren para cubrir el trayecto hasta Barcelona. Si uno se fía del dispositivo mixto, bus-tren, de Rodalies, cubrir los 90 kilómetros que hay entre Tarragona y Barcelona implica no menos de dos horas. Desde Tortosa y las Terres de l’Ebre son unas tres horas y media de aventura.
Los autobuses que suplen al tren salen desde l’Hospitalet de l’Infant, Cambrils, Vila-seca, Salou, Tarragona, Altafulla y Torredembarra y todos confluyen en la callejuela que da acceso a la estación de Sant Vicenç, un cul de sac que queda desbordado. La sensación de colapso que hay fuera de la estación no mejora al acceder al andén. “El tren que va a Barcelona lleva un retraso de veinte minutos”, dice un informador. “Retraso” es un concepto de sobra conocido por los usuarios habituales de las líneas que conectan las comarcas de Tarragona con Barcelona. “El Rodalies tendría que venir en cinco minutos, pero no es seguro”, explica otro chaleco amarillo. “El problema es que nosotros tampoco tenemos mucha información”, reconoce una de las personas contratadas por Renfe para, supuestamente, ayudar a los viajeros a saber cuándo va a salir su tren.
Cerca de las vías una viajera trata de dar explicaciones en inglés a una chica suiza que quiere llegar a Barcelona. Tiene dificultades para explicarle el término “tren borreguero”. La turista se llama Rebeca y cuenta que va a Barcelona para ver el partido de Champions que enfrenta al Barça con el Young Boys. Viaja con tiempo de sobra porque quiere pasar el día de juerga en la Fan Zone. No todo el mundo tiene planes tan golosos.
Enric Pérez es un jubilado que dice tener 80 años y que, con gorra y bastón, ha salido de buena mañana de Barcelona para ir a visitar a unos parientes a Ascó (Ribera d’Ebre). “He decidido que me vuelvo para mi casa”. El trayecto, ya de por si engorroso, se ha tornado en inabordable a partir de este primero de octubre. “Tal vez me he equivocado, tendría que haberme esperado unos cuántos días para ver cómo funcionaba esto. He querido ver como funcionaba, pero esto nos sobrepasa”, detalla. Su talante optimista choca con la realidad: “Quería ir y volver en el mismo día, pero si a media mañana ya estamos así, no sé como lo haría para volver por la tarde”, confiesa antes de darse la vuelta en Sant Vicenç. “He preguntado cómo tengo que hacer para llegar a Falset y creo no saben ni donde está Falset”, maldice un hombre doblemente enrabietado por la falta de información y porque, dice, ha perdido una suerte de apuesta con un conocido: “él ya me avisó de que iba a ser un caos, y yo decía que no, que esto es tan grande que lo tendrían que hacer bien a la fuerza”.
En la estación de Sants de Barcelona, Carlota Hernando manifestaba que ha tenido que coger uno de los buses alternativos desde Tarragona hasta Sant Vicenç del Calders, y que las mayor molestia ha sido encontrar la parada de bus en la estación de la plaza Imperial Tarraco. “Hasta diez minutos antes de coger el bus no sabía nada, la parada desde donde sale el bus estaba bastante escondida y nadie ha sabido darme indicaciones”, ha asegurado.
Luis Dumont, que viaja de forma recurrente a Barcelona desde Tarragona también manifiesta preocupación por la duración del dispositivo de sustitución. “Esta mañana he tomado uno de los buses hasta Sant Vicenç, y luego he venido en el tren de cercanías hasta la estación de Sants. Creo que está funcionando bien”, ha afirmado.
Adrià Ballester, otro de los pasajeros que ha llegado a Barcelona desde Sant Vicenç de Calders, ha asegurado que la cuestión de fondo es el mal servicio que lastra a Rodalies. “El verdadero problema son las incidencias recurrentes de los trenes, muchas veces llego tarde a clases porque los trenes no llegan a tiempo” concluye.
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