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New Order marca el primer hito en el arranque del Primavera Sound Barcelona

El recinto mostró su enormidad ante una concurrencia que vivió la jornada sin apreturas

New Order en el Primavera Sound.
New Order en el Primavera Sound.Kike Rincón (Kike Rincon)

En un festival joven fueron unos viejos los encargados de protagonizar el primer concierto realmente multitudinario del festival en Barcelona. Fueron New Order, cuatro décadas sólo de carrera, quienes arracimaron una multitud frente a su escenario (en el que empezaron con Regret), uno de los dos cíclopes de la zona popularmente conocida como Mordor, la amplia explanada marítima del Fórum. El grupo de Manchester, pura historia con una música tan soleada como un criadero de champiñones, triunfó en un festival soleado como el Primavera, que en su primera jornada completa no registró apreturas. Sólo las fuentes de agua, pocas, distribuidas en el recinto registraron colas de pacientes consumidores. New Order tenían previsto un concierto de hits para reverdecer laureles antes quienes casi ni habían nacido cuando ellos comenzaron en la música.

Antes, a primera hora de la tarde, la cosa había comenzado dura. Un grupo como Black Country New Road no pinta para altas horas de la noche, ya que su música, esquiva y compleja, no hace para cuando se necesita más cuerpo que cerebro. El sexteto inglés se acerca al rock desde las orillas progresivas y experimentales, y sus composiciones se arquean como la espalda de un contorsionista, arrancando y parando para dar espacio a saxo, acordeón, violín, voces, flautas y guitarras en unos frescos que exigen concentración. Las pantallas verticales no ofrecían composiciones, sino imágenes individuales de los músicos, por lo que la única manera de tener una idea de quién estaba en el escenario consistía en alejarse, comprobando de paso que el vestuario del público atiende a una simple regla: ponerse, o quitarse, prendas para dar el cante en una primera comunión. Abrieron y cerraron con Up Song, centrando el repertorio en su último disco, un directo, dejando de lado lo que Isaac Wood, su antiguo cantante, ya no puede defender al haber dejado el grupo por cuestiones de equilibrio personal.

Sin dejar el cerebro desconectado, lo de Yard Act fue bastante más físico, y de paso emparentado por la rama post-punk con New Order. Sólo en eso. El grupo de Leeds, como Black Country New Road, forman parte de una nueva generación de músicos que no comparten estilo musical, pero sí el hastío de una generación que se siente estafada. Yard Act apelan mediante una música tersa de guitarras al sentido del humor para demostrar su disgusto mediante temas como Payday, en el que cantaron “qué es un gueto, ¿cultivar lechugas en los baches?”. Por su parte, en otro de sus temas más populares, escenificados muy físicamente y sin ánimo cantautoril de explicar verdades, se ciscan en su país, igual aquí no podrían hacer lo propio por eso de la marca España, y denominan a Inglaterra en Dead Horse, otro de los temas que descerrajaron, “país chiflado lleno de cabrones”. No, sutiles no son, pero ser joven hoy en día no ayuda a cultivar la finura.

Pero no hay que perder la esperanza, la vida sigue. Lo atestiguaba una joven madre que al margen del mundanal ruido amamantaba a su bebé. Dado el tamaño y peso de la criatura venía a la cabeza que luego no abandonan el hogar hasta los 30. El cobijo familiar dura cada vez más. A todo esto, transitar entre los escenarios no fue tarea hercúlea, ya que las aglomeraciones no se produjeron al menos mientras la luz diurna mandaba. Y bajo esa luz Brittany Parks, alias Sudan Archives, ofreció una versión cruda y festivalera de su sofisticado pop y rhythm and blues contenido en su último trabajo, el delicioso Natural Brown Prom Queen. Ataviada como una actriz de Mad Max, solo acompañada por un músico que disparaba bases y tocaba percusión, con los arcos de su violín almacenados en un carcaj que pendía de su espalda en una imagen poco tranquilizadora, la artista combinó momentos de vibrante hip hop como OMG BRITT , piezas bailables como ChevyS10, Freakalizer y satén de Homesick con el que cerró su actuación.

Y entre concierto y concierto, el público, una criatura en la juguetería, ojos desorbitados en busca de estímulos que se suceden a velocidad de festival, había de ir con cierto cuidado para no salir del recinto sin haberse comprado un coche, hacerse adicto a los vapeadores que unas jóvenes promocionaban, o suscribir una cuenta bancaria en una entidad que da nombre a un par de escenarios, he ahí su potencia económica. Todo confluye en un festival que en la noche aguardaba a Blur. Cosas de festival.

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