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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Catalunya no se merecía… a los Pujol

Los cargos que pesan sobre la familia, de lo que ahora se puede hablar sin ambages, han sido durante años un secreto a voces

Carmen Domingo
Imagen promocional de la producción de HBO Max La Sagrada Familia, sobre la familia Pujol.
Imagen promocional de la producción de HBO Max La Sagrada Familia, sobre la familia Pujol.

España necesita conocer su historia inmediata y que le pongamos cara, afrentas y delitos a algunos de los personajes que han formado parte de nuestro país estos últimos años. Son muchos los nombres de empresarios, banqueros, futbolistas, cantantes… que tienen una trayectoria digamos que no demasiado clara, pero los documentales requieren su tiempo y no siempre es fácil dar con la información. Así, primero ha sido uno sobre Jesús Gil, El Pionero; más tarde otro sobre Juan Carlos I, Salvar al Rey; y ahora se está emitiendo uno sobre el clan Pujol, La sagrada familia. Han tenido el acierto de titularlo David Trueba y Jordi Ferrerons, artífices de los cuatro episodios. Y es que, los catalanes lo sabemos bien, pocas familias tan “auto percibidas sagradas” como los Pujol. Tan sagrada se asumían que Marta Ferrusola en su comparecencia ante el Parlament tuvo a bien enfadarse por la afrenta que estaba recibiendo su familia al ser interrogados en una comisión parlamentaria. Una ofensa que, a su juicio, “Catalunya no se merece”, ahí es nada. ¡Catalunya estaba siendo agraviada por intentar demostrar presuntamente que los Pujol no eran trigo limpio! Y es que el clan de los Pujol hizo de Catalunya su casa, como bien sabía Marta, y, como buena ama de casa, debía manejar la economía para que su prole —no olvidemos que los Pujol son familia numerosa, siete hijos— no pasara penurias.

“¿Es que yo no podía tener una empresa por ser hijo del President de la Generalitat?”, se sorprende Josep Pujol, único hijo que aparece en el documental, a la vez que, asegura que los investigaban fruto de “un recelillo típico de la época”. Y el caso es que algo de lo que ahora se puede hablar sin ambages —”los cargos de pertenencia a organización criminal, blanqueo de capitales, falsedad documental y evasión fiscal” que pesan sobre la familia Pujol—, ha sido durante años, demasiados, un secreto a voces. “Esa frase de ‘lo sabía toda Barcelona’ tenemos que decirla —asegura Pilar Rahola sin pestañear— (…) Al final te hacías una especie de blindaje mental”. Y concluye: “Millones de catalanes decidimos no mirar. Bueno, si todos los hacen…”. Y así fue cómo, poco a poco, millón a millón, misal a misal —según la terminología de la matriarca— se fue construyendo lo que ha acabado siendo un patrimonio ilegal de más de 40 millones según la Fiscalía, y la fosa política de un personaje como Jordi Pujol que ha acabado muerto civil y políticamente, así como desacreditado para pasar dignamente a la historia tras reconocer su tenencia de dinero en el extranjero con excusas que nadie cree.

Y sí, en el documental también parece claro que para huir de ese “ustedes tienen un problema, y ese problema se llama 3%”, que soltó un Pasqual Maragall a quién le habían tensado demasiado las cuerdas, se prendió la mecha de la independencia. Una maniobra política realizada con una ingenuidad que, a decir de Nuria de Gispert, evidenció que vivíamos en un “Estado fuerte y que tenía una maquinaria que no la podía romper nadie”. Pero ninguna maniobra ha podido evitar que la Fiscalía solicite una pena de cárcel de 9 años para Jordi Pujol y entre 8 y 29 para sus siete hijos.

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