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La Terminal 2 apenas reactiva El Prat y Girona y Reus siguen en mínimos

El aeropuerto de Barcelona recupera sus dos terminales, pero más por dar más distancia a los usuarios

Marc Rovira
Exterior de la Terminal 2 del Aeropuerto del Prat, cerrada durante meses por la pandemia.
Exterior de la Terminal 2 del Aeropuerto del Prat, cerrada durante meses por la pandemia.Albert Garcia (EL PAÍS)

Al tráfico aéreo le cuesta recuperar la altura perdida. El viernes Aena reabrió la Terminal 2 del aeropuerto de Barcelona tras encadenar cuatro meses clausurada, pero el volumen de operaciones y el tránsito de pasajeros continúa bajo mínimos. Con muy pocos vuelos anunciados en las pantallas, sin apenas viajeros y con la mayoría de establecimientos de la terminal cerrados a cal y canto, la actividad está muy lejos de normalizarse. Peor están aún las cosas en los aeropuertos de Girona y Reus. Acumulan caídas del tráfico del 90% y ni la campaña veraniega ha incentivado a las compañías para activar más vuelos.

El aeropuerto de Barcelona registró este viernes algo más de 300 vuelos. Es el triple de operaciones que hace un mes pero el trajín apenas representa un tercio del tráfico que había en julio del año pasado. Aena ha decidido reabrir la terminal T-2 una semana antes de lo previsto pero el propio gestor aeroportuario admite que la medida, más que responder a un aumento destacable de la circulación aérea, está propiciada por la voluntad de maximizar el espacio entre las personas que transitan por las terminales. Los mensajes de advertencia para mantener la “distancia de seguridad” se repiten con insistencia desde la megafonía pese a que, en realidad, los pasillos proyectan un riesgo nulo de amontonamientos.

Este mes el aeropuerto de Barcelona superará los casi 150.000 viajeros contabilizados durante el mes de junio, en mayo no se llegó a 50.000. La tendencia es al alza, pero los 5,3 millones de pasajeros de julio de 2019 parecen inalcanzables a medio plazo.

El parón del tráfico aéreo también ha penalizado a los aeropuertos de Reus y Girona, donde la actividad no repunta pese a la llegada del pico veraniego. En Reus, apenas 429 pasajeros el mes pasado, solo aterrizaron ayer sábado ocho aeronaves. La cancelación por parte de la compañía inglesa Jet2 de todas sus operaciones en Reus, donde trasladó a más de 240.000 viajeros el año pasado, ha lastrado la reactivación del aeródromo de la Costa Daurada. A Girona, solo cinco aviones llegaron el sábado, la recuperación también se le hace cuesta arriba, y más con la renuncia de Ryanair a apostar por la que fue una de sus bases más dinámicas. Hace medio año la compañía irlandesa condicionó su permanencia en Girona a un recorte de las condiciones laborales de su plantilla pero ha rebajado notablemente su operatividad. Tiene solo un avión asentado en Girona, cuando en veranos anteriores había llegado a tener cinco.

En Barcelona, Aena concentra las operaciones de Ryanair en la T2, donde también maniobran EasyJet, Wizz Air, Transavia, Air Baltic, Air Moldova, Pegasus Airlines y Volotea. sin embargo, los paneles que anuncian las salidas y llegadas parpadean con muchos espacios libres. Pese a la reapertura, la T2 presenta un aspecto desangelado.

La mayoría de servicios permanecen sellados. “Está todo cerrado, incluso la cantina de los trabajadores del aeropuerto”, señalaba un operario de la compañía de alquiler de coches Europcar. En cinco horas de turno había despachado cinco vehículos, “el año pasado hubieran sido un centenar en una mañana”, afirmaba. “Hay pocos aviones y, los que llegan, no es que bajen llenos”, apuntaba a modo de justificación. Las persianas bajadas dominan los pasillos y ni tan siquiera la oficina de información que turismo de la Generalitat tiene en la terminal había abierto a mediodía.

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“No viviremos asustados”

Monika y Wojciech apuraban el viernes un bocadillo en la zona de llegadas de la Terminal 2 de El Prat. Recién habían aterrizado de Katowice, a bordo de un vuelo de Wizz Air que venía “casi lleno” y donde “la mayoría de la gente llevaba mascarilla, menos alguien que había optado por quitársela para dormir”. La pareja hacía una escapada de fin de semana, sin angustias por el coronavirus. “Hay más casos en Barcelona que en Polonia pero no nos preocupa mucho. No vamos a hacer como si no existiera, pero no se trata de vivir asustados”, decía Wojciech. Otro motivo les había fastidiado su llegada: “Queríamos ir en tren hacia el centro, pero no hemos podido pagar el billete con tarjeta de crédito”.

Esperando para volar a Tenerife estaba Juan Pablo, un joven colombiano residente en Barcelona . El virus le preocupa lo justo: “Tomo precauciones”, decía, mostrando la mascarilla y un bote de desinfectante. “Si puedo guardo las distancias, pero sin obsesiones”.

La actividad en el aeropuerto de Barcelona es escasa. “Hay poca gente pero faena, toda la que quieras”, indicaba un empleado de la limpieza al cruzarse con una compañera de turno. La plantilla de Sacyr Facilities, encargada del mantenimiento de las terminales, hará huelga el 31 de julio y el 1 de agosto.

Más tranquilos parecían los taxistas que esperaban pasajeros. Ivan y Xavier repartían revistas sindicales, mientras Fernando comentaba que apostar por la T1 o la T2 es como “ir al casino y escoger rojo o negro”. Juan, 28 años al volante, afirma que, días atrás, llegó a hacer “seis horas de cola” en la T1. A una pareja alemana, “de Stuttgart”, dicen, Juan les indica que tienen un servicio de lanzadera gratis para llegar al puesto de alquiler de coches que buscan. “Si los monto son 20 euros mínimo”, dice. Algo más caro sale viajar desde Reus a Salou. Nazario Villalba, 38 años de taxista, lamenta que “el año está perdido”. Este viernes llegaba a Reus un vuelo de Dublín, “el mejor vuelo de todos para los taxistas”. Apenas bajaron 35 personas.

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