Cinco maneras de perder una moción de censura y una sola de ganarla

Pedro Sánchez es el único presidente de la democracia investido tras triunfar su envite contra un Gobierno en ejercicio

La segunda moción de censura que presenta Vox en esta legislatura, ahora con el independiente Ramón Tamames como candidato, está tan abocada al fracaso como la primera, que en octubre de 2020 solo recogió los votos de los 52 diputados del grupo de extrema derecha. La que defenderá el economista octogenario será la sexta moción que se debata en el Congreso. De las anteriores, solo una salió adelante, en junio de 2018, y convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno tras un envite al PP para el que en un principio los socialistas no contaban con suficientes apoyos. Así se saldaron las iniciativas para retirar del cargo a los presidentes de Gobierno:

La moción de 2020 es la que se saldó con la mayor derrota de la serie histórica. El presidente de Vox, Santiago Abascal, se postuló como candidato a la presidencia del Gobierno contra Pedro Sánchez, pero solo recabó los votos de los 52 diputados de su formación. El otro gran partido de la derecha, el PP, la rechazó de plano. El líder popular de entonces, Pablo Casado, se desmarcó con claridad de los postulados de la extrema derecha en un discurso europeísta y de corte liberal que suscitó halagos incluso del entonces líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. “No queremos ser como usted, no somos como usted”, le espetó Casado a Abascal.

En 2018, Pedro Sánchez, líder del PSOE, retó a Mariano Rajoy en una moción de censura presentada tras la sentencia condenatoria del caso Gürtel. El envite empezó a cuajarse sin que el socialista las tuviera todas consigo. Pero el apoyo de ERC, primero, y del PNV, después, decantó la balanza a favor del proponente ante un PP descolocado. El PSOE concitó también los votos de Unidos Podemos (entonces aún se llamaba así) y otras formaciones minoritarias, y al PP no le bastó la suma de sus escaños y los de Ciudadanos, UPN y Foro Asturias. Sánchez se convirtió en el primer presidente de la democracia en ser investido tras una moción de censura.

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En junio de 2017, cuando habían pasado tres décadas desde la última moción de censura, el líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, presentó una contra Mariano Rajoy que fue apoyada por partidos de izquierda. Se abstuvieron los diputados del PSOE, por lo que no prosperó. Al voto del Grupo Popular se unieron los de Ciudadanos y el diputado del Partido Nacionalista Canario. Iglesias habló durante 12 horas en varias intervenciones y recibió el rechazo de las tres cuartas partes de la Cámara, al sumar solo a su propia confluencia y a ERC, Bildu y Compromís. Rajoy superó el escollo sin saber que solo un año después quedaría desbancado por el mismo tipo de procedimiento parlamentario.

La moción popular de 1987 contra Felipe González solo contó con los diputados de Alianza Popular y Unión Valenciana, que votaron a favor del candidato de AP, Antonio Hernández Mancha. El abogado pacense no contó ni siquiera con el respaldo de socios habituales de su formación, como los liberales. La mayoría absoluta que tenía el PSOE en ese momento decantaba claramente el resultado en favor de González, pero Hernández Mancha no se achantó: “No tenemos miedo a nada, cumplimos un deber y mi obligación es desgastarme al servicio de los intereses generales”, dijo.

La democracia estrenó la figura de la moción de censura los días 28, 29 y 30 de mayo de 1980. El líder del PSOE, Felipe González, la presentó contra el presidente Adolfo Suárez, de la Unión de Centro Democrático (UCD). Aunque el candidato González sabía al defenderla que no contaba con los apoyos suficientes, el respaldo recibido del arco izquierdo del hemiciclo le sirvió para presentarse como candidato a la presidencia, ya pensando en los siguientes comicios. De hecho, Alfonso Guerra había diseñado la moción con ese objetivo: “Esta moción de censura ha sido ya útil como procedimiento de dinamización de la vida política, como fórmula de creación de una ilusión colectiva que ha terminado con el mito del desencanto político”, dijo. Dos años después, en octubre de 1982, González llegó a La Moncloa aupado por más de 10 millones de votos y una mayoría absoluta abrumadora.

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