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La jueza procesa a un sargento por abusar sexualmente de tres militares y al jefe de ellas por tolerarlo

El suboficial, que había acosado a otra recluta, agredió a varias alumnas inconscientes en el centro de formación de tropa de Cáceres

Miguel González
Mujeres del ejército español, durante un acto celebrado en la base de El Goloso (Madrid) en 2019.
Mujeres del ejército español, durante un acto celebrado en la base de El Goloso (Madrid) en 2019.Uly Martín

La Justicia militar ha dictado auto de procesamiento contra dos sargentos del Centro de Formación de Tropa (Cefot número 1) del Ejército de Tierra, con base en Cáceres. Uno de ellos ha sido procesado por acosar a una soldado y abusar sexualmente de otras tres; y el otro, por tolerar, sin hacer nada por impedir las agresiones que sufrieron estas últimas, de las que era responsable directo como suboficial de cuartel la noche que se produjeron los hechos, el 16 de octubre de 2021.

El auto dictado por el Juzgado Togado Militar número 11 explica que, desde que el sargento R. E. se incorporó al centro de formación de reclutas como instructor de un pelotón de alumnos, en agosto de 2021, su conducta distaba mucho de lo que marcan las ordenanzas militares: cuando estaba fuera de servicio, acudía a la cantina del cuartel, consumía alcohol y, “afectado por el mismo, molestaba al personal”; instaba a los soldados a “salir de fiesta”, aunque estaba prohibido por las restricciones impuestas a causa de la covid, y los sacaba de la base ocultos en su vehículo, aprovechándose de su rango; se mostraba “prepotente y provocador” con los alumnos, incitándolos a insubordinarse; y “ordenaba al personal masculino que se apartara en las carreras, pues ‘solo quería ver el culo de las chicas”.

Según el auto, comenzó a comportarse “de manera indebida” con la única mujer que formaba parte de su pelotón, para conseguir que mantuviera relaciones con él: la llamaba “cariño”, prolongaba su periodo como delegada de clase para propiciar un mayor acercamiento, le evitaba ejercicios penosos en las maniobras y evidenciaba con su “trato de favor” que ella era “su favorita”, lo que hacía que “estuviera en boca de todos” sus compañeros. El sargento le remitía numerosos wasaps para que saliera con él; y ella, “temerosa de que se pudiera tomar, a modo de represalia, la medida de su no integración en las Fuerzas Armadas”, ya que estaba en periodo de prueba, “no emitió parte [de denuncia] en un primer momento, si bien le rechazaba, lo que era ignorado por el suboficial que, pese a ser consciente de ello, insistía, agravando la inquietud de la soldado”.

Finalmente, el sargento cambió de actitud y empezó a hacer comentarios despectivos en público sobre la soldado y su pareja, “al que dirigía expresiones como que era ‘un mierda”, mientras a ella le decía que no sabía “cómo salía ‘con un orejas como ese”.

Antes de que se produjera este cambio de actitud, una tarde en la que ambos se encontraban en una cafetería, según el auto, el sargento “le puso la mano en el muslo, lo que ella inmediatamente rechazó, sintiéndose violentada”. Más tarde, el instructor le ordenó que subiera a su vehículo, a lo que ella se resistió. Inmediatamente después de subir, intentó apearse, momento en que él “intentó agarrarla, zafándose ella con un manotazo y marchándose de manera inmediata a su camareta” en la base.

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El 16 de octubre de 2021, tras la celebración de la comida fin de curso, a la que la soldado evitó acudir para no encontrarse con el sargento, este se presentó en el cuartel, donde la 3ª compañía estaba realizando la formación de control nocturno, vestido de paisano y con evidentes síntomas de embriaguez. Tras pedir permiso al sargento de guardia, comenzó a soltar una perorata a los soldados, cuajada de insultos como “basura y mierdas”, mientras deambulaba entre ellos. En un momento determinado, dio dos fuertes pechazos (golpes en el pecho) a uno de los militares, al que llamó “gilipollas”. Al cabo de una hora sin que el suboficial que era su jefe directo hiciera nada por evitar este abuso, tres de las soldados se desmayaron sucesivamente y fueron sacadas de la formación por sus compañeros.

Fue entonces cuando el sargento R. E. , con el pretexto de reanimarla, cogió a una de ellas, la levantó y la sentó en una silla, mientras la besaba en la cara y el cuello, tocándole el pecho, y se la pegó al cuerpo diciendo: “Se nota que te gusta el roce, a ver si tengo que meterme en tu cama para darte calor”. Luego se dirigió a la segunda soldado, a la que también empezó a besar y tocar el pecho por debajo de la chupa, mientras le tiraba agua de un botellín y le colocaba un reloj que mide el pulso, exclamando: “Como se nota que te gusto, se te sube el pulso”. A la tercera también le besó la cara y el cuello, aprovechando que se encontraba semiinconsciente, le cogió la mano y se la llevó a sus genitales.

A la vista de lo que sucedía y de “los intentos de las tres soldados por zafarse de él”, los cuarteleros, conscientes de que “este comportamiento no estaba dirigido a auxiliar, sino a atentar contra la dignidad y la libertad sexual” de las jóvenes, intentaron apartar al instructor, pero este les echó a gritos, amenazándoles con sancionarlos, mientras una de las militares les pedía que no la dejaran sola con su agresor. Fueron los otros soldados, y no el suboficial de cuartel, quienes denunciaron lo sucedido a sus superiores.

“Sentimiento de culpabilidad”

Según los informes médicos incorporados a la causa, una de las tres agredidas padece trastorno ansioso-depresivo, tratado con antidepresivos y psicoterapia, y ha protagonizado dos intentos de suicidio. La segunda no presenta secuelas, y aún está pendiente el informe forense de la tercera. Por su parte, la soldado que fue acosada por el sargento, pero no estaba el día de la formación, “manifiesta sentimiento de culpabilidad por no haber denunciado los hechos antes y evitado los abusos a otras compañeras” y muestra síntomas (pesadillas, aislamiento voluntario) de estrés postraumático.

La jueza reconoce que, en este último caso, al contrario del episodio del 16 de octubre, no hay testigos y solo existe el testimonio de la acosada y los wasaps, que no son concluyentes, pero alega que esta “ha mantenido su versión sin fisura alguna ante los mandos y en sede judicial” y, a la vista de lo sucedido luego, hay razones para creerla.

Por todo ello, procesa al sargento 1º R. E. por cuatro delitos de abuso de autoridad, tres en la modalidad de abuso sexual (de las soldados desmayadas), otro de acoso sexual y uno de maltrato (al militar al que golpeó en el pecho), castigados cada uno de ellos con penas de seis meses a cuatro o cinco años de cárcel. Los mismos delitos imputa al suboficial de cuartel que, siendo garante de la seguridad de las alumnas, no hizo nada por protegerlas e incluso intentó que no se denunciaran los hechos.

La jueza ha dejado a los dos suboficiales en libertad con obligación de presentarse cada mes en el juzgado togado militar y les ha impuesto una fianza de 42.000 euros. El sargento abusador fue apartado del servicio al día siguiente de la formación nocturna y cesado casi un mes después.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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