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El Gobierno confía en que el pacto de Presupuestos con ERC desbloquee varias leyes en el Congreso

La reforma de la ‘ley mordaza’ y la de vivienda son el ejemplo más claro, pero aun queda la reforma de las pensiones y otras votaciones clave

Pedro Sánchez y Pere Aragonès, el pasado 19 de enero en Barcelona.
Pedro Sánchez y Pere Aragonès, el pasado 19 de enero en Barcelona.David Zorrakino (Europa Press)
Carlos E. Cué

Todos los negociadores del Gobierno llevaban varias semanas pendientes del acuerdo entre el PSC y ERC para los Presupuestos, que finalmente llegó este miércoles, aunque estaba prácticamente cantado desde el jueves pasado, cuando los republicanos aceptaron la exigencia de los socialistas catalanes sobre el llamado cuarto cinturón de Barcelona. Sin ERC y sus 13 escaños es muy difícil sacar adelante iniciativas en el Congreso, aunque no imposible. El PSOE y Unidas Podemos ya demostraron que se puede sobrevivir, con dificultades, sin los republicanos. Sin ellos se sacó adelante —de carambola— la reforma laboral, y antes incluso algunas prórrogas de estado de alarma en la pandemia. ERC se salió de la mayoría con el caso Pegasus y tardó semanas en volver, y el Gobierno no perdió votaciones, aunque sufrió y tuvo que buscar nuevos aliados.

Ahora hay dos leyes decisivas que sin ERC son inviables: la derogación de la llamada ley mordaza, que se ha empezado a desbloquear justo el día en el que se han pactado los Presupuestos en Cataluña —algo que no es ni mucho menos una casualidad—, y la de vivienda, que está también en vías de desbloqueo aunque aún no está cerrada. El Gobierno confía en que este pacto en Barcelona sirva para facilitar mucho las negociaciones en Madrid, aunque las cosas nunca se plantean tan directamente.

Ni cuando ERC negoció los Presupuestos nacionales lo hizo a cambio de los catalanes, ni ahora que Salvador Illa y Pere Aragonés han cerrado las cuentas de la Generalitat, se ha puesto encima de la mesa el desbloqueo de leyes en Madrid. El juego no es tan directo. Pero sí hay gestos políticos. Y los independentistas son especialistas en el juego de los gestos. Cuando hay problemas en Barcelona, que es su prioridad absoluta, porque allí es donde gobiernan, el grupo de ERC en el Congreso actúa mandando señales.

La semana pasada, dos días antes de que se empezara a fraguar el acuerdo, se abstuvo en una votación importante, la del nuevo decreto de medidas contra la inflación. También lo hizo el PP o Vox, por tanto el voto de ERC no era imprescindible esta vez, pero dieron ese aviso. Y esa semana todos los negociadores del Gobierno consultados en los pasillos del Congreso decían lo mismo: “ojalá pacten cuando antes los Presupuestos en Cataluña porque mientras no se logre eso, aunque no lo digan directamente, es imposible negociar nada con ERC”.

La reforma de las pensiones

La legislatura está en su recta final. El Gobierno ya no envía leyes al Congreso de forma masiva como en los últimos tres años —casi 200 se han aprobado, según los cálculos de La Moncloa—, pero aún quedan muchas votaciones decisivas y negociaciones en las que ERC será clave. Más allá de mordaza y vivienda, encarrilladas aunque aún no resueltas, está pendiente otra gran reforma, la de las pensiones. El ministro Escrivá aún no ha logrado lo más importante, un pacto con Unidas Podemos, que rechaza la ampliación del periodo de cómputo. Pero necesita sacar adelante una reforma que está comprometida y exige Bruselas. Cuando lo logre, tendrá que buscar también los votos de ERC, aunque ya se han producido conversaciones y los republicanos no están cerrados.

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Más allá de estas grandes, aún quedan otras muchas reformas que están ya avanzadas en el Consejo de Ministros o en el propio Congreso, como la protección de los animales o la ley de familias y otras muchas. Y más allá de las leyes, en las Cortes también hay votaciones que ponen en dificultades al Gobierno, como iniciativas de la oposición o peticiones de comparecencias en momentos delicados, en los que la mayoría funciona como un bloque y ERC suele ayudar al Gobierno para no dar una baza política a la derecha. Una vez pactados los Presupuestos en Cataluña, todas estas negociaciones se vuelven más sencillas, aunque siempre puede haber sorpresas y nada está garantizado. Pero de una forma u otra, el Gobierno ha conseguido durante toda la legislatura salvar todas las votaciones, algo nada sencillo cuando solo se cuenta con 154 escaños.

En cualquier caso, y más allá de las consecuencias para la estabilidad de la mayoría, al Gobierno le interesa aún más los efectos políticos en Cataluña y en el resto de España de un pacto de estas dimensiones. Con él se ahonda en la fractura del independentismo, algo que el propio Pedro Sánchez ha reivindicado como un éxito de su política en Cataluña, pero sobre todo se rompe la política de bloques independentistas/no independentistas que se había consolidado como el eje de la política catalana en los últimos años, mucho antes del procés y exacerbado después.

Eso abre un enorme arco de posibilidades y convierte, según la visión del Gobierno, al PSC en el partido central de la política catalana, que puede romper los bloques y conformar en el futuro una posible mayoría alternativa. Para eso queda mucho, pero el paso dado este miércoles, al menos visto desde La Moncloa, no tiene más que efectos positivos para la política catalana y por ende para la española, siempre tan pendiente de que lo que sucede en Barcelona, epicentro de la mayor crisis política que ha vivido la democracia española una vez superado el terrorismo de ETA.

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