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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Senado durante el pleno.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Senado durante el pleno.Samuel Sanchez (EL PAÍS)
SENADO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sánchez se instala en la izquierda y promete atacar las “injusticias del sistema”

El presidente consolida cada día más un giro ideológico que le ha llevado a hacer un discurso económico que no se había escuchado a ningún jefe del Gobierno en el Senado, ni siquiera a los socialistas

Carlos E. Cué

Pedro Sánchez logró renacer de sus cenizas políticas en 2017 apostando por la izquierda. Logró instalar la idea de que Susana Díaz representaba al establishment, mientras él conectaba con las bases del PSOE, siempre más a la izquierda que sus dirigentes, y arrasó en las primarias. Casi seis años después de aquello, Sánchez consolida cada día más un giro a la izquierda que lo ha llevado a hacer un discurso que no se había escuchado a ningún presidente en el Senado, ni siquiera a los socialistas.

El líder del PSOE, que hace solo dos semanas fue a Davos a lanzar el mensaje en el corazón de la élite económica mundial contra un sistema capitalista injusto que genera cada día más desigualdad, ha desplegado este martes en el Senado una larga batería de datos para demostrar que los españoles pierden cada vez más poder adquisitivo —una vivienda ha pasado de costar cuatro salarios anuales en 1999 a ocho en 2023— y sufren porque cada vez se privatiza más su vida y se deterioran los servicios públicos.

Sánchez está construyendo, así en Davos, en el Senado o en la sede de la UGT, donde lanzó mensajes parecidos, un discurso netamente de izquierdas para preparar las elecciones autonómicas primero y las generales después. El líder del PSOE ha ido girando las posiciones de su propio partido no solo por su coalición con Unidas Podemos, sino por decisión política propia, con un discurso económico que jamás pronunció Felipe González —al menos no desde que llegó a La Moncloa— pero tampoco José Luis Rodríguez Zapatero, que en asuntos económicos era mucho más moderado y llegó a instalar la frase “bajar impuestos es de izquierdas”.

El presidente ataca, sin citar nombres, a los empresarios que ganan cientos de millones y pagan bonus millonarios a sus directivos, pero congelan el salario de sus trabajadores. Les presiona para que suban los sueldos como hace él con el mínimo, que crecerá un 8%, y se coloca del lado de los trabajadores.

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Pero, sobre todo, plantea una idea que se va colocando como el eje de su campaña. En estos tres años, dice Sánchez, el Gobierno, avasallado por una pandemia, se ha dedicado a intentar parar el golpe con ayudas sociales, con subidas del SMI, de las pensiones, con toneladas de dinero público para garantizar la sanidad, la educación, para evitar recortes. Pero eso ha sido solo un proyecto para salvar lo que se podía. Ahora es cuando de verdad, explica el presidente, si hubiera una reelección, el PSOE y sus aliados se podrían dedicar a “afrontar las muchas injusticias del sistema”.

Sánchez busca un choque ideológico, y para eso cita todo el tiempo a Madrid, la comunidad donde más extremo se ha hecho el modelo del PP de bajada de impuestos y privatizaciones, donde más sanidad y educación privadas hay. Feijóo huye por completo de esa idea, y evita ir al combate, porque busca arrancarle al PSOE una parte de su electorado. Pero el Gobierno tiene muy claro que es ahí, en el contraste de modelos, de gestión de la crisis entre la coalición progresista y el PP, donde se pueden jugar las elecciones.

Sánchez necesita un motivo contundente para movilizar a la izquierda a votar, como sucedió en 2019. El miedo a Vox, que también se explota y funcionó mucho ese año, ya no es suficiente. Así que el presidente está construyendo un buen motivo para que los progresistas españoles, que son una fuerza electoral muy importante, como se demostró en 2004, 2008 y 2019, se animen a votar en masa: en la siguiente legislatura se podría plantear una reforma real del Estado del bienestar, de los impuestos, del sistema económico, para reducir la desigualdad y lograr un reequilibrio entre los trabajadores —que ahora pierden poder adquisitivo a chorros— y los empresarios, para conseguir que deje de aumentar el porcentaje de educación privada, de sanidad privada, para lograr “una España donde nadie tenga que esperar un año para una mamografía, donde las grandes fortunas y empresas pagan lo que les corresponde”. Todo se juega ahí, o al menos así lo ve Sánchez.

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