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Meloni cancela su presencia en la cumbre euromediterránea por una gripe

La cita de este viernes en Alicante, a la que finalmente acudirá Antonio Tajani, debía medir el nivel de sintonía entre la italiana y Pedro Sánchez, tras tardar el español 11 días en felicitarla por su victoria electoral

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en la cumbre del G-20 en Nusa Dua (Indonesia), el 15 de noviembre. Foto: Leon Neal (EP) | Vídeo: EPV

La relación entre España e Italia siempre ha sido algo incómoda. Dos países que comparten agenda y enormes afinidades, pero que han vivido de espaldas durante décadas, quizá por un sentido malentendido de la competencia o por desavenencias políticas. Los últimos dos primeros ministros italianos, Giuseppe Conte y Mario Draghi, sin embargo, tuvieron una gran sintonía con el Ejecutivo de Madrid y las relaciones se recompusieron, especialmente tras la negociación de los fondos del Plan de Recuperación pospandemia, que convirtieron a ambos países en los mayores receptores. La llegada de Giorgia Meloni al Palacio Chigi en septiembre dio paso de nuevo a una cierta distancia que ambos países se esfuerzan ahora en superar. Este viernes, durante la cumbre euromediterránea de Alicante, la líder italiana y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, iban a tener su primer encuentro bilateral para tratar de certificar el enfoque pragmático en el que ambos estados -la tercera y cuarta economía de la zona euro- pretenden basar ahora la relación. Pero Meloni ha cancelado la mañana del viernes su viaje debido a una proceso gripal. El ministro de Exteriores italiano, Antonio Tajani, la sustituirá.

La realidad es que para Italia la partida con España se juega exclusivamente en Bruselas. No hay asuntos electorales ni lecturas en clave interna posibles. El problema nació más bien del lado español, cuando en Madrid se vio cómo el principal aliado de Vox en Europa arrasaba en las elecciones italianas celebradas en septiembre. Sánchez, de hecho, ha mantenido una gran distancia con Meloni. Tanto, que tardó 11 días desde su toma de posesión en llamarla para felicitarla, y no lo hizo tampoco cuando ganó los citados comicios. En La Moncloa había un enorme recelo por la victoria de la ultraderechista, y mucho más después de la participación de Meloni en el mitin central de Vox en la campaña andaluza, en Marbella (Málaga), en el que lanzó un durísimo alegato en perfecto castellano —su padre pasó media vida en Canarias— contra la inmigración, contra la izquierda, contra la “cultura LGTBI” y a favor de “la universalidad de la cruz”.

En La Moncloa y en Exteriores causaba inquietud, entre otras cosas, que la llegada de Meloni conllevara que Italia se uniera a Hungría en su política de cuestionamiento de las sanciones a Rusia. Sánchez y ella representan culturas políticas opuestas, y tienen una visión aparentemente antagónica sobre la inmigración, un asunto clave en el debate europeo. Pero los primeros movimientos de Meloni y el nombramiento del europeísta Antonio Tajani como ministro de Exteriores convencieron a Sánchez y su equipo de que la italiana no buscaba romper el consenso europeo anti-Putin. Así que el presidente español decidió llamarla para felicitarla y citarse en Alicante.

Fue una conversación mucho más fluida de lo que esperaban ambas partes, y en español. Desde entonces ha lanzado varios mensajes en público que muestran el pragmatismo del presidente a la hora de mantener una relación normal con Meloni, pese a la enorme distancia política. “Las relaciones entre España e Italia trascienden a los gobiernos y entrelazan a las sociedades en múltiples ámbitos”, señaló el 4 de noviembre en una rueda de prensa conjunta con el portugués António Costa, otro socialdemócrata muy crítico con Meloni. Una idea parecida a la que esbozó en otra comparecencia conjunta ante los medios con el alemán Olaf Scholz. “Los dos países han trabajado conjuntamente, han sucedido cosas buenas”, apuntó al recordar la respuesta que ambos dieron a la pandemia del covid. En esa misma cita, Costa fue más duro que Sánchez y dijo que como político lucha “contra los valores de la extrema derecha” e intenta “evitar que se alimente de las causas del descontento y contamine a la derecha democrática”, aunque añadió que como primer ministro su “obligación no es luchar” contra ninguno de los otros presidentes europeos.

La reunión entre ambos mandatarios estaba confirmada, aunque aún no se había establecido si iba a ser una bilateral o un encuentro informal, debido al estrecho margen de tiempo del que dispondrán ambos al margen de una cumbre a la que asistirán gobernantes de los nueve países miembros del Grupo MED: Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Malta, Portugal, Eslovenia y España.

El encuentro de Alicante era un buen termómetro para medir en qué punto se encuentran realmente las relaciones. Pero el pragmatismo, según fuentes de La Moncloa, será la tónica a partir de ahora. También el intento de mantener unas buenas relaciones con un país clave de la UE pese a las enormes discrepancias políticas. En Roma, de hecho, confían en que pueda celebrarse una cumbre bilateral antes de junio en Italia. Pero saben que será difícil que en año electoral medio Gobierno español aparezca en la foto con la principal aliada de la ultraderecha en España. En La Moncloa, además, asumen que en algún momento puede volver la tensión, sobre todo en cuestiones como la inmigración, que esta vez no parece estar en la agenda de la reunión, centrada en la crisis energética y las consecuencias de la guerra de Ucrania.

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La omisión del tema migratorio permitiía evitar desencuentros directos o convertir la reunión en una plataforma electoral de uso doméstico, creen las fuentes consultadas. Esta cuestión ya ha provocado un duro enfrentamiento entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y la líder italiana. Una tensión que continúa al haberse negado a Francia a mantener una reunión con Italia en Alicante por este asunto.

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