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Iván Ferreiro: “Se censura más a los músicos por sus letras que a los políticos por sus barbaridades”

Iván Ferreiro vuelve con ‘Trinchera pop’, un disco expansivo que quiere decir muchas cosas. En una época en que el pop con el que se convirtió en uno de los músicos españoles más exitosos está ya de retirada, el gallego que fue líder de Los Piratas reclama su espacio desde la sensatez y la creatividad y no desde la nostalgia. Pasamos un día con él en su territorio

El músico gallego, en un restaurante de Praia d'Abra, en Pontevedra.Foto: Juan Millás
Xavi Sancho

El día amanece gélido en Nigrán, Pontevedra. Pero como insensata gente de ciudad que somos, salimos al fresco, pues parece que a lo lejos hay vacas y árboles y muchas cosas verdes y ecológicas. La promesa de todo un espectáculo cargado de autenticidad gallega justo abriendo la puerta de la cocina de la casa de Amaro Ferreiro (Vigo, 45 años). Cinco minutos más tarde, el músico, hermano menor de Iván Ferreiro (Vigo, 52 años), nos descubre tiritando. “Ven, tengo un sitio para esta hora”. Rodeamos los muros de piedra de la vivienda y aparecemos en un rústico mirador sobre el que da un sol magnífico. “Aquí es verano”, celebra Amaro, mientras se sienta. “Hoy nos lo vamos a pasar bien”, anuncia.

Diez minutos en coche, impensables de acometer por alguien no nacido en la zona sin la ayuda de Google Maps, separan las casas de los dos hermanos. En lo alto de un pequeño cerro se halla la de Iván, el que fuera líder de Los Piratas, banda que quedó a medio camino entre la primera y algo frustrante oleada de bandas indie patrias y la exitosa segunda, cuya relevancia comercial se extendió más de una década, y tuvo a grupos como Izal, Lori Meyers, Sidonie o Vetusta Morla, y a festivales como Sonorama y locales como el Náutico de San Vicente como protagonistas. Ferreiro, ya en solitario, sí gozó del éxito que se le negó a su primera banda. Se erigió en figura clave de ese segundo indie o, tal vez de forma más correcta, segunda edad de oro pop español (después del bum de los años ochenta con Radio Futura, Gabinete Caligari o El Último de la Fila).

Debutó en 2005 con Canciones para el tiempo y la distancia, y en una época en la que a las listas de éxitos aún se les aplicaba la métrica tradicional —antes del streaming—, alcanzó un más que meritorio puesto 14º en el top español. El disco contenía Turnedo, escrita por Amaro, un clásico del pop contemporáneo español. Tres años más tarde, Mentiroso mentiroso llegó al cuarto puesto de la lista de ventas. Ocho años más tarde, con Casa, el gallego logró incluso más repercusión. Dos años después, homenajeó a Golpes Bajos en Cena recalentada, un álbum de versiones.

Discos antiguos sobre los que se pegará la portada del nuevo álbum de Iván Ferreiro en su edición limitada en vinilo. Un proyecto que habla del reciclaje.
Discos antiguos sobre los que se pegará la portada del nuevo álbum de Iván Ferreiro en su edición limitada en vinilo. Un proyecto que habla del reciclaje.Juan Millás

“El 27 diciembre de 2019 empecé vacaciones y, nada, en pocos meses estábamos en plena pandemia mundial. Gente muriendo, las residencias… Pensé: ‘¿Qué sentido tiene lo que hago? ¿Para qué sirve esto? ¿Hacen falta más canciones en el mundo?”, recuerda Iván, mientras se frota las manos tratando de sobreponerse al frío que se nota incluso dentro de su casa, sobre el periodo en el que parecía que Trinchera pop, su nuevo álbum, no sobreviviría a las dudas metafísicas de su creador. Producido por Ricky Falkner y grabado en el propio estudio de Iván y en La Casamurada, el largo es el resultado de una serie de reflexiones acometidas por su autor, que van desde la relación del pop con el léxico hasta la cultura del reciclaje, pasando por la dicotomía entre lo analógico y lo digital o las pocas ganas que le entran a uno de explicar las cosas cuando alcanza cierta edad. Suena maravillosamente, asoman en él desde Max Richter hasta Félix Rodríguez de la Fuente o Tanxugueiras y durante casi toda la escucha viene a la cabeza del oyente In Rainbows, de Radiohead, aquel disco con el que los de Oxford se pusieron patas arriba y le dieron un puntapié rumbo a la estratosfera a parte de su legado y a casi toda la industria musical de aquel 2007 en el que vio la luz. El 24 de marzo, el álbum se presentará en un concierto en Santiago de Compostela. “Más que un concepto que lo defina, cada disco mío refleja una serie de obsesiones. Yo tenía dos ideas al terminar la gira: debe ser mejor y debe ser distinto. Ya sé que todos queremos hacer siempre un trabajo mejor, pero me niego a que mi mejor trabajo sea uno de hace 15 años. Y en cuanto a distinto, es que me aburro y quiero tocar las cosas de otra manera, pero tampoco me iba a meter en una marcianada. En los trabajos mínimamente creativos piensas siempre que no hay que repetirse”, apunta el músico en el estudio de grabación que hay en la planta inferior de su casa, un espacio largo y estrecho que da a un jardín y en el que últimamente también ensaya el hijo mayor del artista.

Como es menester, está lleno de instrumentos y cacharros varios, pero entre todo destaca un espacio compuesto de teclados sintetizadores, secuenciadores y demás aparatos electrónicos que el artista ha ido armando en los últimos tiempos y que es el responsable no solo de cómo es este disco, sino de que exista este disco. “A mí siempre me han gustado las máquinas, aunque a veces no se note en mis álbumes. He pasado por todo el software musical, he tocado el ratón, he hecho mil loops. Pero me apetecía hacer todo eso con la mano”, informa mientras trastea con esta especie de puente de mando del Enterprise que ha construido. “Quería un instrumento que fuera mío. No soy un pianista, no es mi refugio ni nada parecido. Me apetecía componer desde las máquinas y el reciclaje. Tras ver lo que hizo Max Richter con el reciclaje y Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, queríamos reciclarlo a él. Y en aquel primer estadio del disco también monté temas con samplers de Alaska, Sade o Aretha Franklin. Mientras, Amaro empezó a currar con la sintonía de El hombre y la tierra, que es la más compleja”.

Iván Ferreiro.
Iván Ferreiro.Juan Millás

Finales de 2022, una noche de martes en el centro de Madrid. “Os voy a poner un par de temas del disco de Iván”, anuncia Paula Marín, creativa publicitaria y pareja de Amaro. Ella ha participado activamente en el concepto de este y de anteriores largos de Iván. Mientras suena En el alambre, que este pasado 3 de febrero se presentó como el segundo sencillo de adelanto del largo, en el salón de la casa se debate sobre la idoneidad de pedir ramen para llevar y compartir y Paula recuerda su rol en los trabajos de Iván desde Picnic extraterrestre. “Conceptualizo el diseño a partir de las canciones y de lo que Iván quiere transmitir con el disco y le doy forma a través del diseño y las ediciones especiales. Además, ayudo con las ideas de promoción y campaña”, explica Marín. Para este largo se ha propuesto que los vinilos se ensamblen a partir de viejos discos. Sobre carátulas de viejos discos de Bros o Cliff Richard se pega la portada del nuevo álbum de Iván Ferreiro, creando un efecto similar al de la carátula de The Next Day, de David Bowie. Termina En el alambre. Hay ramen en todas partes menos en los boles.

En el salón de su casa, Iván Ferreiro procede a empezar a pegar la foto de su perfil que ilustra Trinchera pop sobre viejos cartones de discos. Es una labor de precisión con la que no se le ve demasiado cómodo. “Tengo unos amigos que están pegando aquí cerca. Mañana bajará Iván a firmarlos. El tema ahora es ver qué hacemos con el vinilo, no ya las fundas. Igual una especie de tótem, ni idea”, apunta Amaro, mientras el fotógrafo inmortaliza a su hermano pegando discos y a la perra de este subiendo y bajando del chester. Tras el lanzamiento del primer sencillo, los vinilos a la venta se agotaron. Es muy probable que el disco esté disponible en CD y streaming y toda la tirada de vinilos esté ya despachada en preventa. “Vamos a hacer felices a los especuladores”, bromea Amaro, quien tras mucho insistir ha conseguido que todos nos pongamos en marcha para ir a comer. “Yo, si no os importa, voy a parar a comprar un calefactor para mi habitación, que me congelo”, ha anunciado Iván antes de repartirnos en distintos coches para trasladarnos hasta la playa de Abra, a un restaurante del que Amaro es habitual.

Detalle de la cacharrería que se encuentra en el estudio que posee el músico en su casa.
Detalle de la cacharrería que se encuentra en el estudio que posee el músico en su casa.Juan Millás

En la mesa, la conversación versa sobre diferentes gremios de las artes y la cultura que no terminan de caernos demasiado bien a casi ninguno de los presentes. “Está muy rico”, nos comenta Amaro. A ver, nos has traído tú. “Ya, pero es que ha sucedido algo en la cocina estos días. Y bueno, pensaba que iba a estar peor de lo normal, pero está mejor”. ¿Me estás diciendo que…? “Sí”. En el trayecto de vuelta, conduce Manolón, hombre de confianza de los hermanos y secundario con espíritu de pegamento para lo que haga falta. Suena en la radio I Can’t Dance, de Genesis. Amaro es el único a quien le parece bien Phil Collins. El viaje se hace corto. No da tiempo de sacar al menor de los Ferreiro de su imperial error.

De vuelta a casa de Iván, con el estómago lleno de caldo gallego y rodaballo y con un flamante nuevo calefactor, bajamos de nuevo con el que fuera líder de Los Piratas a su estudio. Vamos a gastar la tarde charlando en el sofá, mientras en el piso de arriba unos echan la siesta y otros saquean la bodega. “Las letras… Joder, he hecho tantas letras en mi vida”, se arranca Iván. “No quería repetir. Buscaba algo más filosófico y también abstracto, aunque no vaya eso de la mano. Pillar la filosofía y desestructurarla. Quería que las letras recordaran más a cómo pensamos que a cómo escribimos. Además, descubro que no me gusta escribir. No disfruto del acto si no tengo muy claro de qué hablar. No quiero hacer eso de que venga Amaro con dos acordes y a ver qué digo encima de eso. Me desa­grada. Quería plantear estas letras como una ruptura con la vida. Mira, somos mayores. Son las ocho de la tarde, no vamos a terminar esta canción, me voy arriba a ver la tele, no sé si me explico”. Esta es solo una de las bastantes cuestiones que se pusieron en crisis en la cabeza del artista, quien afirma que aquel periodo le sirvió para resetear y ver el estado de los datos. Y con ello, extraer la conclusión de que las circunstancias, sumadas a la edad, nos llevan a sacar la escoba y empezar a quitar el polvo de aquellos ángulos de nuestra vida en los que ya no da el sol. “A mí la pandemia me jodió”, certifica Ferreiro. “Mientras otros tocaban y hacían cosas por Instagram, a mí me dio por lo contrario. Toda esta mierda sucediendo y encima voy a divertirlos de gratis, anda. La gente casi me exigía directos por Instagram y yo pensaba: ‘Mira, estoy en casa en pijama, regando mis plantitas… No tengo putas ganas”.

A pesar de negarse a entrar en el circo de los directos por Instagram que tuvo lugar en aquella época, Ferreiro mantiene una buena relación con la red social. A través de ella contactó con Tanxugueiras antes de que fueran célebres en el Benidorm Fest y las invitó a participar en ese tema con alma de éxito que se titula La humanidad y la Tierra. “Yo contacto con la peña por Instagram con todo el morro, y los invito aquí a venir a comer. Sobre todo, a los jóvenes”. Afirma el exlíder de Los Piratas, que, a sus 52 años, un día se levanta con ganas de comerse el mundo y al siguiente con la sensación de que algo se va para no volver. Lleva 30 años en la música, y cree que ya era hora de un relevo generacional. Aunque no se vaya a poner mañana a hacer reguetón o a reinventar la jota, celebra la llegada de una camada de jóvenes que agiten las cosas. “Yo creo que tras la pandemia quedó claro que ya es otra generación de músicos la que está ahí. Me veo como alguien que ha logrado mantenerse y seguir trabajando. Estaba algo cansado de ese indie que ya es tradicional. La gente joven está en otro pedo y hace cosas más interesantes. La música debe renovarse cada cierto tiempo. Es gente nueva que habla desde cero de lo mismo que hablaban los otros. Mira, tu canción de amor a los chavales se la suda, pero la de otro chaval como ellos, no. Esa es la historia”.

Iván Ferreiro pega la portada de su disco 'Trinchera pop' sobre viejas fundas de vinilo. Toda la edición primera en este formato llegará así y firmada por el músico.
Iván Ferreiro pega la portada de su disco 'Trinchera pop' sobre viejas fundas de vinilo. Toda la edición primera en este formato llegará así y firmada por el músico. Juan Millás

El proceso de aceptación del nuevo mundo ha sido en algunos aspectos natural para Ferreiro. En otros, algo más traumático. En sintonía con un pensamiento que se repite recientemente, el músico apela a aquel Twitter primigenio, un ágora de debate y diversión que, en su cara, explotó para convertirse en un territorio lleno de minas antipersona. Un día se le ocurrió decir algo de Radio Futura y fue casi linchado por ello, a pesar de ser los de Auserón una de sus bandas preferidas. “Ahí vi que eso se había convertido en un peligro. Y más cuando un día retuiteé una mala crítica de alguien a mí, y una bandada de ñus, mis ñus, la destriparon. Me sentí fatal. Recordé una noche en la que estaba en casa viendo Supercasas y tuiteé que la de Fernando Hierro es horrible. Uno de los Lori Meyers me respondió hablando del mármol y nos lo pasamos muy bien, sin tampoco odiar especialmente a Fernando Hierro, solo a su casa fea. Éramos felices”.

No le apetece ya a Ferreiro estar en la conversación en redes, ya sea sobre la casa de un exfutbolista, ya sea sobre el último tema de Shakira. Eso, claro, no evita que tenga sus opiniones sobre todo esto. “Ahora la prensa generalista ha descubierto con Shakira que las canciones tienen mensaje”, interviene mientras se va sulfurando, porque una cosa es dejar de tuitear y otra es dejar de sentir. “Se lo ha enseñado ella, es un momento histórico. Realmente lo que me ha flipado es ver cómo todos estos sí son analfabetos. Que me vengan ahora a decir que un tema habla de algo me da risa. Que sea noticia y que te casquen la lista de las cinco canciones de despecho. Vaya puta broma. Claro que Shakira puede hacer lo que quiera y, mira, no hay mejor lugar en el que desahogarse que una canción. Además, a los idiotas como Piqué hay que ponérselo así de clarito. Y oye, pienso que Piqué tiene derecho como futbolista a decir que había que hacer un referéndum”.

Cae el sol y aprieta el frío de nuevo. Se abre una botella de vino en la cocina de casa de Iván Ferreiro y la conversación se mueve hacia lo que se puede y no se puede decir, muy 2023. Iván interviene. “Que cada uno diga lo que crea, pero me jode que se nos censure más a los músicos que a los políticos. Ellos dicen más barbaridades y les salen gratis”. De ahí a si la ciencia es más poderosa que el arte, de cómo hay personas que recuerdan las palabras y otras que recuerdan las ideas. De palabras como átomo o universo, que valen por cinco, y de cómo en una canción necesitas de esas palabras que valen por cinco, sobre todo si no eres inglés.

Ya en el coche de vuelta a casa de Amaro, en la radio suena Jump, de Van Halen. Conversamos sobre lo sorprendentemente bien que crecen los jalapeños en esta parte de las Rias Baixas e incluso de las opciones de comercializar los que el músico cultiva en en un terreno adyacente a su casa y que damos fe que poseen una calidad excelsa. Tiene pensado hasta el nombre. Amaro se gira y pregunta: “Lo hemos pasado bien, ¿no?”.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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