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El hotel en el que solo se puede hablar por el móvil desde unas cabinas

Un establecimiento ubicado en los Alpes suizos, en su día adorado por Hermann Hesse, Thomas Mann, Visconti o Bowie, convierte sus viejas cabinas telefónicas en reductos para uso del teléfono móvil.

Hotel Waldhaus
One of the old telephone booths at the Hotel Waldhaus in Sils Maria, Switzerland.Georg Berg (Alamy)
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A finales del siglo XIX, Friedrich Nietzsche fue más allá con su pensamiento y predijo el caos moderno: la voluntad de poder, la debilidad de la verdad, la muerte de Dios, la inversión de los valores… Entre 1880 y 1888 pasó veranos en Sils Maria, un pueblo de los Alpes suizos que le retuvo irremediablemente, detalle que, si se conoce el lugar, no tiene ningún mérito. “Sils es realmente maravillosa; echando mano de un latín aventurado yo la calificaría de perla perlissima”, escribió en una carta a su amigo Peter Gast.

Poco tiempo después de que Nietzsche abandonara Sils, a unos metros de la casa en la que había vivido (y que conserva su habitación), se levantó el hotel Waldhaus, que tan pronto fue inau­gurado se ganó una reputación que sigue igual de intacta que la habitación de Nietzsche. Era 1908. Despegaba la era de la comunicación. Fue de los primeros hoteles en instalar cabinas de teléfono en el pasillo y en dedicar una sala para la escritura de postales con escritorios ante los que los clientes hacían cola. Desde las cabinas y los pupitres se han comunicado Thomas Mann, Hermann Hesse, Luchino Visconti, Vivien Leigh, Elsa Morante, Joseph Beuys, David Bowie y tantísimos más. En 2003, con la fiebre de los móviles, las cabinas con monedas quedaron en desuso, dejando en su interior un vacío tan considerable como el que trataba de tú a tú a Nietzsche e idéntico al que se fue haciendo cargo de la sala de escritura.

Antes de abandonar Sils, tras haber visto crecer a Zaratustra, Nietzsche paseaba una tarde por el vecino lago de Silvaplana cuando hizo un alto ante un “enorme peñasco erecto como una pirámide”, y observándolo cayó en la cuenta de que todo en la vida está condenado a repetirse sin cesar, para iniciar así su reveladora teoría del eterno retorno.

Pienso en esa coincidencia cuando en mitad del hall recibo una llamada y, mientras saludo en voz alta, una amable mano me toma del brazo y otra me señala unas cabinas en las que identifico el símbolo de un teléfono móvil. Así me invitan a pasar para que hable encerrado, sentado y envuelto por una tenue luz roja que indica que la cabina está ocupada. Qué vacío más cálido, oiga.

Los ventanales, el plafón déco y el rumor de las conversaciones llevan a la reflexión y hacen pensar que este es un hotel que, para ser sinceros, mejor no probar y que la vida siga como si no existiera. Un barón austriaco llegó a pasar en él 2.247 noches. Mantiene un cuarteto de música de cámara que interpreta a Haendel tan bien como pudo verse en la película Viaje a Sils Maria, de Olivier Assayas, rodada aquí, obra cumbre sobre el paso del tiempo que vuelve.

Urs Kienberger es un culto y refinado antiguo miembro del consejo de administración, y quien tuvo la idea de reutilizar las cabinas originales. Así habla del Waldhaus: “Este no es un sitio en el que todo tenga que estar en orden, puedes leer, usar tu ordenador, pero el teléfono cambia la atmósfera en una sala como esta. No se habla igual. Nos encanta la interacción, la espontaneidad, los niños jugando e incluso gente que discute, pero el móvil es otra cosa, cambia la forma de relacionarse, una persona sola hablando al vacío… dispersa demasiado. Quien tenga que hablar, que lo haga en la cabina”.

En la vieja sala de escritura, de los seis escritorios solo hay uno ocupado. Una señora escribe postales. Tenía razón Nietzsche cuando dijo que no se puede querer otra cosa que la necesidad. Un escritorio es un escritorio y una cabina es una cabina, en 1908 y en 2022. Aquí todo es lo que parece.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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