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¿Vivimos en un mundo cada vez más gris?

Paredes blancas, mesas de madera, electrodomésticos y ordenadores grises… ¿Está el color desapareciendo de nuestro mundo? Los expertos concluyen que la tecnología nos conduce a la neutralidad cromática, pero la vida y sus circunstancias nos siguen pidiendo colorido.

Fachada del Musac, en León, obra del estudio madrileño Mansilla + Tuñón e inaugurado en 2005.
Fachada del Musac, en León, obra del estudio madrileño Mansilla + Tuñón e inaugurado en 2005.Walter Bikibow (Getty Images)

¿Estamos en un mundo cada vez más gris? Eso se pregunta un hilo de Twitter en el que un usuario parte de un artícu­lo en Medium que analiza más de 7.000 fotografías de objetos cotidianos o familiares —desde la tecnología fotográfica hasta la medición del tiempo, la iluminación, la impresión y la escritura, los electrodomésticos o la navegación— recogidas de una colección del Science Museum Group (Reino Unido). La tendencia más notable, concluye, es un aumento del gris a lo largo del tiempo. El hilo prosigue: las cocinas británicas se han vuelto cada vez más neutras en totalidad; hay una tendencia a emblanquecerlo todo —esté hecho de madera, ladrillo o yeso—, e incluso los locales de McDonald’s han perdido su rojo emblemático al intentar modernizar sus establecimientos con madera. ¿Hemos convertido el universo decorativo occidental en una especie de oficina aséptica y sobria?

Desde luego que no, señalan los expertos. María Pascual, especialista en tendencias de la empresa líder en pronósticos de cambios WGSN, es clara: “Actualmente estamos viendo un aumento en el gris en algunos aspectos de la tecnología, por eso puede parecer que nuestro mundo se está volviendo más gris, pero, aparte de los productos tecnológicos, hay un aumento en el color liderado por el interiorismo y el diseño industrial”.

No hay una evolución lineal del color en la historia del interiorismo. El racionalismo y la irrupción del Movimiento Moderno marcaron el diseño de interiores durante el siglo XX. Espacios diáfanos, de estilo funcional, con formas sobrias, de tonalidades blancas y grises, donde el color de algunos objetos ha actuado como contrapunto, pero nunca como norma. Aunque este ha sido el movimiento latente, ha habido vanguardias que han roto con ese esquema. Ana Torres, miembro del Grupo de Investigación del Color en Arquitectura de la Universitat Politècnica de València, señala que la evolución del color tanto en interiores como en exteriores está muy conectada con el arte, la artesanía y las vanguardias artísticas del siglo XX. El color, que siempre ha estado presente en la historia y ha actuado como proceso de cambio en ciertos momentos, resurgió para animar los cielos grises tras la I y la II Guerra Mundial de la mano de la Escuela de la Bauhaus en Alemania. “Posteriormente alcanzaría un extraordinario protagonismo como medio de expresión funcional y artística”, explica Torres.

Para Marian Rubio, profesora de Interiorismo en el IED de Madrid, aunque en la actualidad el estilo racional se mantiene de fondo, “se ha vuelto a recuperar el color”. La explosión de color ya sucedió, por ejemplo, en los años sesenta y setenta como reacción contra el racionalismo, con la eclosión del pop y de movimientos sociales como el Mayo del 68. “Aquella reivindicación de libertades acaba reflejándose en la estética general del momento. Aunque después de unos años enloquecidos se vuelve a esa sobriedad que implica un concepto de modernidad, como ejemplifica la oficina de una alta empresa internacional con mesas de cristal”.

Según esta interiorista, “en los años noventa hay un minimalismo claro, pero en los dos mil llega una recuperación del color”. Un ejemplo estridente es el diseño que crearon en 2014 India Mahdavi y David ­Shrigley para el restaurante londinense Sketch, pintado por entero de rosa. Un artículo de The Wall Street Journal sobre el “rosa milenial” ­señala que aquello supuso en 2014 “el disparo en la proa de los tonos tradicionales como el azul marino y el tostado”.

En la actualidad, “mientras en algunas categorías tecnológicas, incluyendo el interior de los vehículos, está aumentando la cantidad de grises, nuestros hogares se están volviendo cada vez más coloridos”, en parte por “la dopamina y la búsqueda de la felicidad por medio del color”, explica la analista de tendencias María Pascual.

El color influye en nuestra psicología y viceversa. Susana Zaldívar, especialista en color, arguye que ahora mismo estamos en una situación en la que “no acabamos de salir a flote, y la gente tiene necesidad de ponerse plumas, brillantes y adornos”, al igual que ocurrió en aquellos locos años veinte. Pero, como dice el dicho: para gustos, colores. A nivel personal, la elección difiere entre si una persona es más arriesgada o frívola: cuando uno no quiere arriesgar, se decanta por colores tostados. También influye la economía de cada cual: si el sofá ha de durar años, más vale que su color no canse. Aunque Ikea lo ha puesto fácil: muebles pigmentados a precios razonables.

Al final, o al principio de todo, están las tendencias que orquesta el mundo marketiniano. Para Rubio es natural el continuo cambio de gamas cromáticas por “el cansancio tanto del público consumidor como de los propios creadores. Mientras la moda antes podía durar 50 o 100 años, ahora todas las etapas se queman en un tiempo mucho más corto”, señala Rubio. Y los colores se sobreponen y acumulan.

“Cada vez hay más interés en las fachadas y en la recuperación cromática”, señala Torres, quien trabaja en restauración y ha pilotado un proyecto a nivel nacional en residencias que resalta los beneficios de llenar de color los espacios habitados por las personas mayores. Estas virtudes no son nuevas. El color existe desde que el mundo es mundo. Aunque ahora yacen blancas, las estatuas griegas vibraban con pigmentos que el paso de los siglos ha sepultado, como recoge la actual exposición Chroma: Escultura antigua en color del Museo Metropolitano de Nueva York. Son, al fin, tiempos de reivindicar la sensatez del color en nuestras vidas.

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