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Elon Musk quiere navegar por tu cerebro. ¿Le dejarías?

Los planes del magnate para combatir enfermedades degenerativas y daños neuronales a través de su empresa Neuralink y los problemas éticos que plantean.

Elon Musk
Elon Musk en agosto pasado en una presentación de su proyecto Neuralink.Neuralink / AFP
Ana Vidal Egea

Elon Musk es uno de los grandes innovadores de nuestra era. En la parodia cinematográfica No mires arriba, el temerario billonario que cambiaba la trayectoria del mundo (de su salvación a su destrucción) estaba inspirado en él. Hay que seguir muy de cerca los planes del hombre más rico del mundo porque nos conciernen a todos. Esta semana, Musk cerró con Twitter un acuerdo para comprar la red social por 44.000 millones de dólares. Además, Netflix acaba de estrenar Regreso al espacio, un documental sobre SpaceX, la empresa privada con la que Musk revolucionó la industria aeroespacial al crear cohetes reutilizables que redujeron cuantiosamente el coste de las investigaciones, permitiendo que se realizaran lanzamientos de forma frecuente.

Edward Felsenthal, editor jefe de la revista Time, donde Musk fue elegido “persona del año 2021″, se refería a él como “una persona con una influencia extraordinaria en la vida en la Tierra, y potencialmente también en la vida fuera de la Tierra”. Con PayPal inició los pagos por internet mediante e-mail. Con Tesla, creó coches eléctricos que quiere hacer funcionar de forma autónoma. Con SpaceX, ambiciona que los humanos puedan viajar y establecerse en otros planetas, y con Neuralink, su última empresa, aspira a que los implantes de microchips en el cerebro devuelvan la movilidad a personas con daños permanentes en el sistema neuronal o detengan enfermedades degenerativas como el alzhéimer o la demencia. En enero publicaron la vacante para dirigir su primer ensayo clínico en humanos. Si el proyecto siguiera adelante, supondría la creación en masa de cíborgs, un híbrido entre humano y máquina.

El transhumanismo propugna la superación de las limitaciones actuales del ser humano mediante la tecnología, pero también plantea dilemas filosóficos. ¿Supone una mejora o el fin de la raza humana? ¿Aumentará la capacidad de dominio de unos sobre otros? “No todos podrán acceder, debido a sus costes, a estas supuestas mejoras tecnológicas. Las personas excluidas quedarán separadas de los privilegiados no solo por sus condiciones económicas, sino por sus genes. Los ricos serán genéticamente diferentes de los pobres. Las clases sociales se convertirán en clases biológicas. No se me ocurre una distopía más ominosa”, explicaba a la web Ethic el catedrático Antonio Diéguez, experto en transhumanismo.

Una encuesta del Pew Research Center en noviembre de 2021 mostraba cierta predisposición de los participantes a ponerse un implante cerebral que mejorara sus capacidades. El 59% de los estadounidenses encuestados aceptaría si pudieran encender o apagar el dispositivo, es decir, controlar su funcionamiento. Y un 53% se lo pondría si no requiriera cirugía. Aunque el propósito inicial del microchip es tratar problemas neurodegenerativos, también se podría utilizar simplemente para mejorar la capacidad neuronal, aunque no hubiera una enfermedad adyacente. Y un 42% de los encuestados aceptaría dejar de ser 100% humano si con solo pensar pudiera hacer una búsqueda en internet.

Entre 2017 y 2020, 15 de 23 monos a los que se insertó el chip de Neuralink murieron. Pero en 2021 se expuso el caso de éxito de Pager, un macaco que, después de tener los electrodos implantados en su cerebro, era capaz de jugar al Pong solo con su mente. ¿Será solo cuestión de tiempo?

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).

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