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VIAJEROS URBANOS

John Lennon y sus gafas, en La Habana

Visita a los espacios verdes habaneros, con parada en el dedicado al cantante

Estatua de Lennon en el parque que lleva su nombre.
Estatua de Lennon en el parque que lleva su nombre.Diego Cobo

¿Qué relación existe entre Víctor Hugo, Lenin, Emiliano Zapata, Colón y Bolívar? ¿Entre Martí, El Quijote y Mariana Grajales, madre de un general? ¿Y entre Lennon, Marx y un chico muerto en una corrida de toros en España, cuando al matador se le escapó la espada y se clavó en el pecho del joven? Todos ellos tienen su homenaje en La Habana en forma de parque: adoquines, bustos, árboles y confidencias se entremezclan en algunas de las escenas más repetidas de la vida social habanera.

Una ruta de parques bien podría considerarse de interés turístico. Más allá de los grandes parques, como los de Almendrales, Ecológico o el propio Malecón -quizá el resumen definitivo de la variedad en la capital de Cuba-, existen decenas de rincones imprescindibles que configuran la rutina de la ciudad.

Se puede comenzar el día en el Parque Villa Long haciendo Tai-Chi. Un amplio grupo de personas, mujeres en su mayoría, se desperezan antes de que el calor empiece a ser insoportable en este espacio donde también se celebran conciertos. Muy cerca se halla el Parque Lennon, donde una estatua de bronce del cantante está sentada en un banco. Ante la continua desaparición de sus gafas, un grupo de jubilados se turna para colocárselas cuando alguien se acerca a hacerse una foto.

Muchos otros rasgos componen la identidad de la ciudad. Los llamativos debates de Parque Central es uno de ellos. A pocos pasos de la estatua de José Martí y bajo una hilera de palmeras, varios grupos de hombres se reúnen para discutir acerca de todos los temas de la actualidad. En pequeños círculos, hablan tan acaloradamente que no sería extraño pensar que podrían llegar a las manos… si no se conociera la dinámica de sus formas.

A la sombra de esculturas y árboles (“La naturaleza es vida y salud. Cuida las plantas” y “Un pueblo culto respeta las áreas verdes”, rezan dos carteles en los parques Simón Bolívar y Guayasamín), se producen las escenas habituales: músicos, enamorados, jóvenes, deportistas y jubilados hacen de estos espacios su punto de encuentro.

Muchos de los parques han resistido el paso de los años y han sido testigos de históricos acontecimientos. Sirva de ejemplo el parque situado entre los edificios de la Universidad de La Habana, un pequeño cuadrilátero donde brota vegetación tropical y afilaron su retórica los hombres que cambiaron el curso de la historia, o los descampados que ahora se usan para jugar al béisbol.

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