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En busca de las mujeres de Boston

Estatua de la escritora Phillis Wheatley en el Memorial de Mujeres de Boston.
Estatua de la escritora Phillis Wheatley en el Memorial de Mujeres de Boston.

Varios itinerarios en la capital de Massachusetts exploran la historia de sus protagonistas silenciadas, un modelo exportado a varias ciudades

MEG CAMPBELL sabía que en las calles de Boston apenas había referencias a mujeres, así que, cuando una compañera de trabajo dio con una subvención del Gobierno para desarrollar proyectos de igualdad, ­sugirió crear una caminata siguiendo sus huellas. Han pasado 20 años desde el primer recorrido y la Boston Women’s Heritage Trail (BWHT), la organización que fundó esta profesora ya jubilada, ha ­inspirado a mujeres de Portland, Salem, Oslo o Reikiavik a crear sus propios recorridos. Además de continuar su labor en Boston, BWHT está asesorando a New Bedford y acaba de diseñar una ruta sobre las sufragistas, coincidiendo con el centenario, este año, del voto femenino en Estados Unidos.

Investigadoras, profesoras voluntarias y alumnos de escuelas públicas hurgan en la historia para elaborar sus circuitos. Es así como estudiantes de Harvard concibieron un paseo por Charlestown y alumnas de la Codman Academy Charter School se reunieron durante 10 sábados y entrevistaron a miembros de la comunidad hasta completar el itinerario en Dorchester.

A pequeños sorbos, BWHT fue sumando rutas en North End, Roxbury o Beacon Hill. De las vidas de la escritora trascendentalista Margaret Fuller, de las hermanas Grimké —­que defendieron a los esclavos aunque su familia los empleara— o de cualquiera de las 200 mujeres blancas, asiáticas, negras, latinoamericanas o indias que dejaron su legado en libros, música, ciencia, educación o lucha por la igualdad no se sabía nada. “Si no hemos escuchado hablar de las mujeres”, se lamenta Campbell, “es porque no hemos estado en posición de poder para hacerlo”.

En una ciudad donde héroes como Samuel Adams o Benjamin Franklin acaparan la atención, la exigua información sobre mujeres ha dificultado divulgar sus contribuciones. También escasean las estatuas dedicadas a mujeres. Hasta el año 2003, sin embargo, cuando el Ayuntamiento levantó el memorial para reconocer la labor de la sufragista Lucy Stone, de Phillis Wheatley —la primera mujer negra que publicó un libro en Estados Unidos— y de Abigail Adams, feminista y esposa del presidente John Adams, el rastro femenino era aún menor. “Las estatuas no son neutrales y no es un accidente que no estén”, afirma la vicepresidenta de BWHT.

La organización abarca 13 itinerarios y sigue buscando vidas sepultadas por el tiempo mientras la profesora reflexiona sobre ese silencio. Frente a su apartamento, el mejor antídoto contra la amnesia: la casa en la que William Monroe ­Trotter vivió y editó The Boston Guardian. La placa instalada no menciona a Geraldine Pindell, su esposa, que vivió en la misma casa, que luchó por la comunidad negra y que editaba el mismo periódico.

A pesar de ello, Camp­bell mantiene cierto optimismo al comprobar avances. Por ejemplo, cuando hace 10 años sonaron apoyos para levantar una estatua de Martin Luther King, surgieron voces reivindicando a su esposa. Al fin y al cabo, Coretta Scott también estudió en Boston, también fue activista y también defendió los derechos de los negros. Finalmente, el año pasado se anunció que una escultura sería inaugurada en 2020. Se llama El abrazo y está dedicada al matrimonio King. “Esa es la diferencia”, dice esperanzada. “Hace 20 años nadie hubiera reclamado a ­Coretta, pero ahora preguntamos por las mujeres”.

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