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Tribuna
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Una narrativa imbatible

El relato existente sobre qué es una mujer madura no nos gusta, no nos describe y es absolutamente inicuo

Concentración feminista en Bilbao.
Concentración feminista en Bilbao.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Qué puede impulsar a cinco amigas a escribir un libro? El proceso creativo, tal como se ha definido tradicionalmente, suele darse a solas, durante un estado introspectivo, y su intrínseca subjetividad lo remite a un análisis individual del entorno. Sin embargo, estas cinco amigas que ahora se dirigen a ustedes no siguieron esa premisa. O, al menos, no de la forma usual. Se reunieron durante años, conversaron a lo largo de horas interminables, analizaron textos, buscaron referencias, se desternillaron a ratos, se consolaron otros, exorcizaron miedos y profecías. De este modo, al filo de los 50 años, recopilaron múltiples datos e informaciones sobre una experiencia colectiva que no habían podido hallar en libros ni otras obras de arte: el paso de las mujeres a la edad madura y su rol social una vez en ella. Afloraron todo un acervo cultural y humano que había sido reiteradamente silenciado.

Abrieron su corazón y su mente al mundo en uno de los momentos más complicados de su existencia. Escribieron a varias manos páginas producto del miedo, de la incertidumbre y el dolor. Todo cambio de fase en la vida implica atravesar un umbral, y en esa transición es difícil sustraerse al temor, al desconocimiento, al vértigo. Nosotras, esas cinco amigas, dejábamos atrás la juventud, la época de la maternidad o de su ausencia, el tiempo del porvenir. Y, con todo ello, se sucedían las pérdidas: amores que acaban, cuerpos que cambian, hijas e hijos que emprenden el vuelo, seres queridos que mueren. Nos adentrábamos en la madurez femenina, esa que Susan Sontag describió tan bien cuando afirmó: “Mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen”.

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Kate Millett había denunciado brillantemente en su libro Política sexual: “Mientras ellos gobiernan, nosotras amamos”, en 1970. La narrativa clásica sobre las mujeres destinadas al amor no nos representaba. Porque queríamos amar, por supuesto, pero también gobernar. Y escribir, investigar, desarrollar arte, cultura, ciencia, política… ¿Y cómo íbamos a lograrlo si todas las estadísticas nos decían que las mujeres de más de 45 años se vuelven invisibles?

Hay que tomar la palabra. Esa certeza sacudió nuestras conciencias. Una vez más. El malestar sin nombre tenía que ser nombrado. Y, a continuación, muchas preguntas podrían tener respuesta. ¿Por qué no reivindicamos la belleza a todas las edades? ¿Por qué nos persigue la culpa cuando intentamos dejar atrás aquellas situaciones, cosas o personas que no nos permiten evolucionar? ¿Por qué menopausia es una palabra casi tabú y cargada de connotaciones peyorativas? ¿Por qué tantos hombres maduros emprenden una nueva etapa vital junto a una mujer más joven y, en cambio, vemos tan pocas mujeres maduras emparejadas con varones de menor edad? ¿Por qué nuestras opiniones no se escuchan en los medios con la misma frecuencia y respeto que las masculinas? Había que tomar la palabra.

Ser mujer y hacer oír la propia voz no es fácil. Lo demuestran a diario, por ejemplo, los observatorios que miden la (escasa) presencia de expertas en los medios de comunicación; los vídeos que muestran cómo se las interrumpe a ellas mucho más que a ellos; la plúmbea tradición de la “mujer encantadora”, siempre discreta y convenientemente callada. Pero, además, alzar la voz femenina precisamente en la edad madura, en la que se espera que las mujeres se desvanezcan del espacio público, relegadas a una especie de preabuelas, requiere una cierta osadía. Así que respiramos hondo para salir a la arena pública a decir “Tenemos más de 45 años, ¿y qué? No nos vemos reconocidas en la imagen que la tradición ha elaborado para nosotras. No estamos histéricas, ni vencidas, ni hemos perdido la energía o la libido (o no más que nuestros compañeros varones), ni hemos renunciado a seguir teniendo proyectos profesionales y vitales”.

Hoy todos sabemos que el relato que nos llega sobre una determinada realidad configura la interpretación que hacemos de esta. Y está claro que la narración existente sobre qué es una mujer madura no nos gusta, no nos describe y es absolutamente inicua. Era preciso, pues, elaborar otro relato alternativo, una contranarrativa. Y eso es precisamente el proyecto Imbatibles: una visión diferente de esta fase vital femenina, más justa con las féminas y más acorde con la sociedad del siglo XXI. Nos queremos y nos sabemos visibles, eróticas, profesionales, rebeldes, poderosas, comprometidas, espirituales, respetuosas con nuestro cuerpo. Y, sobre todo, amigas y cómplices, soróricascon todas las mujeres.

María Rosa Benedicto, Sara Berbel, Maribel Cárdenas, Estrella Montolío y Ester Pujol son autoras de Imbatibles, la edad de las mujeres (Calambur).

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