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NAVEGAR AL DESVÍO
Columna
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La sociedad decente

Manuel Rivas

La política económica no se regirá solo por viejos indicadores como el PIB, sino por el llamado bienestar general

VIVIMOS EN UN RÉGIMEN de tiempo perdido. Hay especialistas en empantanarlo. Secuestradores del tiempo. Ese tipo de gente con la que te pones a hablar cinco minutos y cuando te das cuenta hemos vuelto atrás cinco siglos. Estás en el medievo, de tapas por la reconquista de Granada o tomando una fabada con Don Pelayo. Y, eso sí, poniendo a parir la “memoria histórica”. Son pocos, pero los cenizos se han hecho con gran parte de la conversación pública, con el inestimable apoyo de intelectuales y comentócratas afines a un exotérico liberalismo intolerante.

¿Estamos a tiempo? es el título de una obra de la estirpe de las luciérnagas que nos ayuda a rescatar el tiempo, otro tiempo, con relumbres de John Berger ilustrados por Selçuk Demirel. Ahí se dice: “Paciencia, paciencia, porque los grandes movimientos de la historia siempre han comenzado en esos pequeños paréntesis que denominamos ‘mientras tanto”.

Mientras tanto. Mientras tanto, con el tiempo varado en los repartos de poder o en el bucle simbólico de un lazo amarillo o en un juicio con evocación de “auto de fe”, apenas existe en el tiempo de España el tiempo real. Los grandes desafíos. Los grandes colapsos. Lo que de verdad está en juego en la vida de la gente y del planeta. Por ejemplo, el dilema entre un modelo de sociedad 4.0, la de una cuarta revolución industrial, el infocapitalismo, dominada por plutócratas y que ahonda desigualdades, o la sociedad 5.0, un modelo de democracia colaborativa, ambientalista, centrada en el bienestar. ¿De qué habla nuestra comentocracia? Me temo que estamos en peligro de abismar en pensamiento 0.0, entrando al trapo a las macanas de los carcamales.

Mientras tanto, hay que tratar de salir de esta deshora en la que nos quieren enjaular. Mientras tanto, buscar el tiempo real, el tiempo en vilo, el tiempo creativo. Podemos encontrarlo justo en las antípodas, y no es una ironía. Llama la atención lo poco que se ha hablado de Nueva Zelanda y de esa revolución positiva, a contracorriente, que significa el “presupuesto del bienestar”. La política económica no se regirá solo por viejos indicadores como el PIB, sino por el llamado GWB (general ­well-being) o bienestar general. No creo en los milagros políticos, aunque mi excepción contemporánea es Jacinda Ardern, la laborista que lidera el Gobierno neozelandés. En el último encuentro de Davos dejó mudo a todo el parnaso de expertos. No me extraña. Ves sus intervenciones y parece que se limpia en la pantalla la costra acumulada de mentiras y miedos.

El presupuesto del bienestar, aprobado en mayo, no es una quimera. Está planteado con rigor, y con fondos económicos, a partir del marco de estándares de vida (LSF, en inglés). Los cinco campos prioritarios de bienestar son: transición a una economía sostenible y ecológica; el impulso a la innovación superando las brechas sociales; la elevación de ingresos y oportunidades a los maoríes; poner fin a la pobreza infantil, y el apoyo al bienestar mental con atención especial a los menores.

A John Berger le gustaba mucho un poema sobre el tiempo que terminaba diciendo: “Quisiera desarmar el tema / como un soldado que desmontara su fusil”. Esa es la sensación que uno tiene con la obra en marcha, excepcional, de Albino Prada: El despilfarro de las naciones (Clave Intelectual, 2017) y Crítica del hipercapitalismo digital (Catarata, 2019). Doctor en Economía, profesor, y miembro de ATTAC, Albino Prada desarma con una paciencia aliviadora los dogmas establecidos, y transmite con cierto gozo, a la manera del soldado que desmonta el fusil, su crítica de los cerrojos que atrancan la agenda para “una sociedad decente” y para una “ciudadanía global”.

El maestro Antón Costas incluye a Albino Prada en la categoría de worldly philosophers, en la estela de Keynes. La de quienes suman a una mirada universal y lúcida el aliento moral. Hay una decencia laboriosa en cada uno de los análisis y argumentos por los que el autor nos encamina en la búsqueda de una sociedad decente. Sin sectarismos, liberando a Hayek o a Marx de los intransigentes. ¡Cómo vibra de actual la idea del “trabajo emancipado” que Marx formuló en 1847! “Una nación es verdaderamente rica cuando en vez de 12 horas se trabajan 6”.

La ruptura del contrato social. Las amenazas ecológicas. La descivilización machista y xenófoba. El aumento brutal de las desigualdades. Este absurdo destiempo. ¿Y mientras tanto? Como en las antípodas, España podría alumbrar la “sociedad decente”.

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