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Fieras divinas
Columna
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Arde París

Mis amigas famosas desaconsejan frecuentar extrañas, pero ¿qué tipo de fiera sería yo si no transgrediera?

El bailarín Willi Ninja.
El bailarín Willi Ninja.

Me colé en el Haute Couture Vogue Ball con una fan desconocida. Mis amigas famosas desaconsejan frecuentar extrañas, pero ¿qué tipo de fiera sería yo si no transgrediera? La fan viajaba desde el País Vasco para asistir a un sarao transgénero en Barcelona, pero se apuntó a mi bombardeo. Nada sabía de Paris is Burning (Jennie Livingston, 1991), el influyente documental programado en Feed Dog, el festival de documental de moda, cultura y ciudad, acertadamente dirigido por la historiadora Charo Mora. El filme documenta los desfiles-concurso organizados por comunidades pobres de afroamericanos y latinos, gais y transgénero a mediados de los ochenta en Harlem.

La fan duda, ¿viene de chico o de chica? No importa. El denominador común de las categorías del concurso —Chicas que acompañan a su hermanita al colegio, Ejecutivo, Cuerpo lujurioso, etcétera— era el realismo. Demostrar que sabes pasar por tu homólogo, que eres creíble como hombre heterosexual blanco o “mujer blanca, rica y mimada”. Imitando “las arrogantes maneras blancas”, los protagonistas soñaban con integrarse en la sociedad racista y opulenta que les margina. Se protegían organizándose en familias que bautizaban como maisons de costura inventadas, Xtravaganza, Pendavies, Ninja, Labeija. Cosían y robaban para tener trajes bonitos. Se retaban imitando las poses de alta moda, coreografiadas como un baile al que denominaron voguing, posteriormente popularizado por Madonna. Huían de la marginalidad y la violencia por la pasarela. Era su Run Away, parafraseando el divertido error (runway: pasarela; run away: huir) que comete una joven estilista con la que charlo en la puerta. El hashtag del festival es #lamodaescultura.

Los concursantes del Ball barcelonés desfilaron en el sótano de una antigua fábrica de cerveza, pero eso fue lo único underground. Más centrados en los modelitos y el voguing que en cuestionar categorías sociales y apariencias (con alguna excepción inexplicablemente no premiada), participaron en una apropiación cultural crasa. Una fantasía fashion que ardía en la miseria con la esperanza de sobrevivirla se convirtió en hedonismo narcisista, puro entretenimiento. Así se borran y se consumen vidas. La fan sugirió escapar a su fiesta trans, pero ya era tarde para ir a Sants. Cenamos un falafel en el Raval mientras acortamos distancias en nuestras posiciones políticas. Eso sí fue rompedor. Me acompañó en taxi. Sola en casa, vestida de lentejuelas y pensamiento, bailé To be real (ser de verdad, en español), el tema de la banda sonora en la categoría Antropóloga divina. Nadie me hubiera creído. Los márgenes están más cerca de lo que quisiéramos.

@patriciasoley

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