Bahamas, las islas que salvaron a Colón

Fotos© paco nadal

Bueno, esta vez era difícil, ¿eh? Y aún así Magha y Antonia Tous acertaron (increible el mundo que llevan corrido los lectores de este blog). Lo que no me esperaba es que las Canarias casi encajan en el acertijo.

Pues sí,estoy en Bahamas, un topónimo con siete letras de rítmica sonoridad tras el que solo pueden esconderse promesas de arenas blancas y cegadoras, templadas aguas azules y jardines de coral rodeando un atolón perdido del Caribe. Y lo mejor de todo es que este guión se ajusta bastante a la realidad, aunque ni Bahamas sea una isla ni esté geográficamente en el Caribe.

En realidad, las Bahamas son un archipiélago de más de 700 islas, islotes y cayos – algunos no más grandes que una cancha de baloncesto, otros estrechos y alargados como un látigo de arena – que se extienden en forma de arco por el mar de las Antillas, con un extremo apoyado en la costa norteamericana de Florida y el otro en el norte de Cuba y Haití.

Bahamas fue la primera tierra americana que los europeos conocieron (con permiso del vikingo Leif Erikson, claro). Casi todos los historiadores coinciden en que la isla a la que Colón arribó aquel famoso 12 de octubre de 1492 era Guanahani, la actual San Salvador, una de las Outer Island bahameñas. Entre los varios monumentos que conmemoran esta efemérides en la playa de San Salvador está el que incluye un pebetero de la Olimpiadas de México-68 y que era la respuesta a la tercera pregunta de la "porra"

Los galeones españoles siguieron frecuentaron estas aguas someras y cristalinas y las llamaron islas de Bajamar. Pero como aquí no había oro ni riquezas fáciles de extraerno se preocuparon mucho de ellas y al final las Bahamas cayeron en manos británicas. La manifiesta incapacidad de los sajones para pronunciar el sonido de la jota española acabó convirtiendo el topónimo en los que hoy conocemos: Bahamas. Por cierto que la herencia británica también les condenó a conducir eternamente por la izquierda. Les está bien empleado por preferir que los gobernara un sajón blanco y estirado antes que un español moreno, pequeñito y de pelo en pecho.

Como ya os dije, estoy aquí para filmar un documental sobre buceo y vida marina. Aunque parezca que esto está en el quinto pino, encontré un billete muy barato con American Airlines vía Miami. Lo compré con un mes y medio de antelación y me costó 560 €, que está muy bien para irte al otro lado del Atlántico.

También tengo que romper una lanza por el tío Sam; yo soy de los que juró que no volvería por USA mientras Bush manejara los botones rojos nucleares y mientras te trataran en la aduana como si fueras un terrorista confeso, independientemente de tu procedencia o destino. Y he de decir para ser honesto que tras pasar la inmigración USA tres veces en los últimos meses, ya fuera para entrar al país o en tránsito (la última, ayer, en Miami), el trato en Inmigración fue en las tres ocasiones completamente correctoy con una cola también normal en otros países con menos paranoia por la guerra contra el terror.

No se si será porque el espíritu Obama a llegado hasta estos rincones o porque ya se han relajado un poco de esa paranoia. Pero así lo he vivido y así lo cuento. Lo que no quita para que a otros viajeros la vaina les haya ido justo a la inversa.

No quiero dar envidia, porque sé que en España llueve y nieva. Pero la foto que abre el post es la vista que veo desde la terraza de mi cabaña-habitación en el hotel Compass Point, en Nassau.

Mañana sigo contando.