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Política educativa
Tribuna
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Educar en tribu, un reto democrático

La inversión en importante, pero la clave del compromiso de un gobierno local está en su modo de tratar la educación como una herramienta clave para el desarrollo y la construcción de un espacio de transformación social

Hora del comedor de la escuela infantil Milladoiro, en el concello de Ames (A Coruña).
Hora del comedor de la escuela infantil Milladoiro, en el concello de Ames (A Coruña).ÓSCAR CORRAL
Ainara Zubillaga

Es común escuchar que España tiene 17 sistemas educativos, uno por cada comunidad autónoma. El comentario refleja, de manera despectiva —y a mi entender absolutamente errónea—, uno de los impactos que el proceso de descentralización ha tenido en la educación de este país. Y si 17 parece un número excesivo, ¿qué pensaríamos de 8.112?

La cifra de 8.112 corresponde al número de municipios que hay en España. El recién publicado mapa del gasto municipal en educación coloca en el centro del debate educativo —y a escasos meses de las elecciones municipales— qué rol debe tener la educación en la gestión municipal, un ámbito en el que, en principio, los ayuntamientos no tienen competencia alguna. La cuestión es: ¿tendría sentido que la tuviesen?

El binomio municipio-educación se articula en torno a cuatro ejes fundamentales: el educativo, el social, el político y el democrático.

El eje educativo se vincula con uno de los mayores retos a los que se enfrenta la escuela hoy: cómo combinar los tres contextos educativos: formal, no formal e informal. Es habitual mirar a la escuela cada vez que salta un problema social. Hace falta educación, se dice siempre, y las miradas se posan de forma automática en la escuela; como si los únicos responsables de los procesos educativos fueran los docentes y el único espacio posible para educar fueran los centros escolares.

Nunca ha sido tan acertado el dicho de que para educar a un niño hace falta la tribu entera y en el municipio encontramos, en su sentido más amplio, esa tribu que necesitamos: servicios públicos, asociaciones, organizaciones sociales, movimientos vecinales, espacios y personas del ámbito cultural, artístico, o deportivo, policía, sanitarios… Una tribu completa y diversa al servicio de un proceso educativo global. El reto está en mejorar las sinergias entre lo que pasa dentro de la escuela y fuera de ella, en lograr que lo segundo contribuya al desarrollo curricular que tiene lugar en los espacios escolares formales.

La equidad es el principio sobre el que se construye el segundo de los ejes, el social. El municipio, entendido como escenario cercano e inmediato a la ciudadanía, es el espacio preferente para desplegar medidas que garanticen una mayor igualdad de oportunidades, especialmente en la infancia más vulnerable: trasporte y comedor escolar, oferta educativa complementaria o acciones de refuerzo educativo son algunas de las acciones que, ofertadas por los ayuntamientos, como administración pública de cercanía, pueden garantizar su servicio a los colectivos más vulnerables, aquellos que no tienen acceso a esa realidad educativa que ocurre fuera de las aulas.

La dimensión política, tercer eje, está vinculada a lo que se ha denominado la segunda descentralización y supone dotar de competencias educativas a los ayuntamientos. Pero como no sólo de competencias vive una administración pública, el proceso de descentralización implica necesariamente dos condiciones: recursos —financiación, perfiles profesionales, recursos materiales, etcétera— y participación, es decir, formar parte de la toma de decisiones.

Entender que los ayuntamientos deben estar presentes en los procesos educativos no implica solo integrar a los ayuntamientos como responsables de la creación y mantenimiento de los centros, o de la oferta y gestión de servicios educativos, también implica participar directamente en la toma de decisiones (planificación educativa, comisiones de escolarización, formación del profesorado, etcétera).

Y si entendemos que el rol del municipio trasciende el de mero proveedor de recursos, servicios y programas, debemos asumir que la relación ayuntamiento-escuela debe ser bilateral —cuarto eje—. No debe plantearse exclusivamente en términos de qué aporta el municipio a la educación, también hay que pensar en cómo contribuyen la educación y la escuela a la construcción del municipio.

La integración de las escuelas en la vida municipal no solo trae consigo efectos educativos en el alumnado, sino también en la ciudadanía: la escuela es el pequeño laboratorio del municipio y el municipio, el gran escenario de la escuela. Supone integrar la educación, su mirada, sus fines, sus objetivos y sus principios en los diferentes ámbitos de la vida ciudadana: la inclusión, la participación, la cooperación, la diversidad, la sostenibilidad, la igualdad de género… Son valores educativos que se convierten en valores ciudadanos. Si el municipio es la unidad de convivencia y cohesión social, la educación permite construir un espacio compartido que fortalece ambos pilares.

El vínculo entre municipio y educación se explica a través de cifras de inversión: construcción de centros educativos, servicios escolares, oferta educativa. Pero sobre todo se define en el modo en que cada municipio trata a la educación en su papel de herramienta clave para el desarrollo del territorio y la construcción de un espacio de transformación social. Invito a las personas que el próximo mayo están llamadas a elegir a sus alcaldes y alcaldesas a que también piensen en esto al decidir su voto.

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