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Historia de un profesor precario portugués: “Trabajamos para sobrevivir”

La Comisión Europea tramita un procedimiento de infracción contra Portugal por discriminar a docentes contratados como Ricardo Oliveira, que llegó a cambiar la enseñanza por la agricultura en Suiza

Concentración de profesores a las puertas del Ministerio de Educación de Portugal el 20 de enero.
Concentración de profesores a las puertas del Ministerio de Educación de Portugal el 20 de enero.Armando Franca (AP)
Tereixa Constenla

Nada puede resultar más ilustrador sobre la precariedad en la que viven los profesores contratados por el Estado portugués que la decisión que Ricardo Oliveira tomó a comienzos de 2022. Después de encadenar 15 años de docencias temporales en institutos públicos, decidió renunciar al contrato de aquel curso para irse a Suiza a trabajar en la agricultura. Dejó sus clases de Geografía y se fue a podar viñas. Duró tres meses. El empresario le agradeció las buenas intenciones y el empeño pero le dijo que no había nacido para el campo. Oliveira regresó a Portugal con 12.000 euros por una ocupación de tres meses, que es lo que ganará todo este año como profesor de secundaria en Faro, en el Algarve. La situación de los docentes contratados lusos ha alarmado incluso en la Comisión Europea, que tiene en marcha un procedimiento sancionador contra Portugal por considerar que les discrimina respecto a los que tienen plaza fija en aspectos como los salarios o la antigüedad.

El profesor contratado Ricardo Oliveira, en el pasillo del centro de Faro (Portugal) donde da clases de Geografía, retratado por un compañero.
El profesor contratado Ricardo Oliveira, en el pasillo del centro de Faro (Portugal) donde da clases de Geografía, retratado por un compañero.

Da igual el tiempo que lleven en las aulas. Un contratado cobra lo mismo en su primer curso que Oliveira, que lleva 16 años: 1.120 euros al mes líquidos. Con eso tiene que pagarse las facturas de su casa en Arouca, en el norte de Portugal, y las facturas del alojamiento que alquile allá donde trabaje, casi siempre en el sur. En 16 años de profesión solo en una ocasión estuvo dos cursos seguidos en el mismo centro. Los profesores contratados vagabundean por el país (700 kilómetros de norte a sur), yendo allá donde les haya tocado en suerte el destino decidido por el Ministerio de Educación. “Vamos de pueblo en pueblo, con inmensos gastos, ningún profesor contratado puede ahorrar nada. Nuestro objetivo es trabajar para sobrevivir”, explica Oliveira por teléfono pocas horas después de la última movilización. Centenas de colegas suyos se concentraron el viernes en Lisboa, a las puertas del Ministerio de Educación, donde los representantes sindicales se sentaban con el ministro, João Costa, para tratar de llegar a un acuerdo que devuelva la normalidad a los centros educativos. El Gobierno sigue lejos de satisfacer las reivindicaciones. Las movilizaciones prosiguen esta semana, que culminará con una manifestación en Lisboa el sábado.

En diciembre comenzó a alterarse la vida escolar, pero ha sido sobre todo a la vuelta de las vacaciones navideñas cuando el conflicto se ha recrudecido con varias convocatorias de paros que se superponen y manifestaciones multitudinarias, que no se veían desde los tiempos aciagos de la intervención del país por instituciones internacionales (la famosa troika). Las asociaciones de padres se quejan de la improvisación de las horas de huelga que a veces ha significado el cierre de colegios. Pero Stop, el sindicato que está buscando vías alternativas para perturbar las clases con el menor impacto económico posible para el personal, rehusó apalabrar unos servicios mínimos, que ahora serán decretados por un comité arbitral.

En las última semanas todo el sector (profesores fijos y contratados, personal no docente) se echó a la calle, cada colectivo con sus reivindicaciones propias. Si la demanda principal de los contratados es acabar con esa precariedad e inestabilidad que se eterniza, la de quienes ya disponen de una plaza fija es la recuperación de todo lo que perdieron cuando la troika impuso fieros recortes a Portugal, tras recibir un rescate de 78.000 millones de euros en 2011. Una década después los profesores siguen purgando por aquella bancarrota del país. La carrera profesional, que regula los ascensos de categoría y salarios, no se ha normalizado y el Gobierno sigue sin reconocerle todos sus años de servicio.

Pero quizás lo que más alarma despierta es la situación de los casi 20.000 contratados que, de no cambiar, podría acabar ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En noviembre la Comisión Europea dio dos meses de plazo al Gobierno portugués para acabar con la discriminación de este colectivo. Educación ha propuesto crear tres niveles salariales como solución, algo que de momento no parece suficiente para los sindicatos, que prosiguen con las protestas.

Ricardo Oliveira volverá a manifestarse, harto de vivir con la casa a cuestas y de no llegar a fin de mes. Aunque cada año prioriza en sus peticiones de trabajo el área geográfica del norte de Portugal, casi siempre le destinan al sur del Tajo. “Cada año me digo a mí mismo que no concurriré lejos de casa, pero cada año acabo haciéndolo porque si no concurro en el sur, sé que no daré clase”. En el Algarve y el área metropolitana de Lisboa faltan profesores y es más fácil encontrar un contrato que cubra todo el curso.

Ni estoy casado ni tengo hijos porque mi vida no me lo permite

En 16 años el desgaste de este licenciado en Geografía que siempre apostó por la educación como salida profesional ha tocado fondo dos veces. Cuando se fue a Suiza desesperado por la asfixia económica y cuando logró un contrato de un año en el geoparque de Arouca. Este año trabaja en Faro, a 500 kilómetros de Arouca, lo que hace disuasorio viajar cada fin de semana a su casa. “Yo no tengo hijos y me lo puedo permitir, pero los profesores que tienen una familia van cada fin de semana a sus casas”, expone. “Y no estoy casado ni tengo hijos porque mi vida no me lo permite. Es un proyecto de vida del que he abdicado, es muy triste”, dice.

Los bajos salarios repercuten, además, en las condiciones de vida de los profesores contratados, incapaces de pagar viviendas dignas en zonas donde la especulación y el turismo han disparado los precios inmobiliarios como el Algarve o Lisboa. “Aunque este año yo he tenido suerte, en el Algarve nos sentimos usados por los propietarios que tienen interés en nosotros mientras no llega la temporada turística y nos echan el 31 de mayo”, reprocha. Ricardo Oliveira ya ha visto de todo. Ha alquilado viviendas donde las cucarachas correteaban por el suelo, lugares sin salida de gases tóxicos al exterior que le obligaba a vivir con las ventanas abiertas en verano e invierno, ha residido en un bungalow en un cámping, ha vivido sin armarios y ha dormido en el suelo de algunos lugares porque le resultaba más confortable que la cama.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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