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“Son tantos los errores, que no tenemos tiempo para recogerlos”: renace con polémica el máster que multiplicó por 11 sus alumnos autorizados

Estudiantes del posgrado digital para profesores de la Universidad Isabel I, reabierto el pasado curso, denuncian dificultades para reclamar o contactar con los profesores, mercantilización extrema y temarios repletos de fallos

Fachada de la Universidad Isabel I de Castilla, en Burgos.
Fachada de la Universidad Isabel I de Castilla, en Burgos.Creative Commons
Elisa Silió

La polémica envuelve de nuevo al máster de la universidad de Burgos Isabel I (UI1) que habilita para trabajar como profesor de secundaria o FP. En 2018, el Consejo de Universidades (formado por el ministerio y todos los rectores) cerró este posgrado a distancia y privado tras analizar el informe negativo de la agencia de acreditación de Castilla y León: solo estaban autorizados 110 de los 1.227 matriculados. El pasado curso, el máster, con nueve especialidades, volvió a impartirse con 1.145 alumnos (cifra ya legal) y con más plantilla, lo que debería paliar sus carencias. Pero algunos alumnos destapan a través de una profusa documentación prácticas dudosas: temarios con múltiples fallos de contenido reconocidos por la dirección, cortapisas extenuantes para reclamar, para ver los exámenes o diferencias de trato al evaluar.

Los universitarios reprochan, en primer lugar, la calidad de la docencia del máster. En el primer trimestre, la dirección tuvo que mandar un documento de seis páginas en los que se corregían los errores de contenido de los apuntes tras la alarma de los alumnos; pero había aún más fallos y el departamento tiró la toalla. Una coordinadora se disculpó en un correo personal: “Son tantos los errores, que no tenemos tiempo para recogerlos como la vez pasada. Además, mientras se elabora otra fe de erratas, no podemos seguir con el estudio”. Aunque se extrañó, porque en anteriores ediciones habían usado ese material. El campus asegura que, ante los “excepcionales” errores, no ha dejado solos a los estudiantes: “Una vez detectados, es nuestra responsabilidad notificar al alumnado de forma inmediata (fe de erratas)”.

La UI1 ocupa el último puesto del ranking universitario del BBVA y el IVIE y está entre las peores en todas las categorías del de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD). Llegó a inscribir en sus carreras de grado a 5.200 personas en 2017, pero en 2021 fueron casi la mitad (2.629), según el Ministerio de Universidades. En el nivel de máster, las cifras sufrieron un absoluto desplome cuando se cerró su oferta estrella en el curso 2018-2019. Pasaron a tener apenas 423 alumnos. Si la Junta de Castilla y León no hubiese aprobado otro plan de estudios del posgrado de formación de profesorado en abril de 2020, su situación habría sido muy delicada, pues concentra gran parte de su alumnado de posgrados oficiales: un 67% el curso pasado. Para esta reapertura, cuenta la UI1, ha demostrado que tiene suficiente plantilla ―315 profesores para todos los másteres, que con los no oficiales llegan a 32― y convenios para hacer prácticas en centros educativos.

A veces los estudiantes se sienten desamparados porque los profesores contestan fuera de plazo a sus consultas o echan en falta en los trabajos aspectos que en su opinión están incluidos. Según los datos del Ministerio de Universidades, la plantilla ha crecido: de 174 docentes en 2015 a 445 en 2021. Aunque la práctica totalidad (364) tienen contrato a tiempo parcial. Según la UI1, el 80% de los profesores del polémico máster son doctores, pero la trayectoria académica de los 16 coordinadores ―publicada en su web― es muy limitada. La directora es ayudante doctor ―el escalón más bajo de la pirámide académica―, cinco coordinadores han leído la tesis, dos están en ello y otros siete no tienen visos de doctorarse. Este panorama es impensable en una universidad pública española.

En 2016, la agencia de evaluación regional ya le dio un tirón de orejas a la UI1 por el perfil de los docentes del máster: “El profesorado planteado no se adecúa en todos los casos al perfil idóneo. Tal es el caso del profesor adjunto de la asignatura Procesos y contextos educativos (...)”. Era un arqueólogo.

“Las tutorías online son lamentables. Tendrían que explicarte la asignatura y lo que hacen es leer los apuntes”, describe la alumna M. P. El enunciado de las preguntas de test ―a las que se contesta con los apuntes enviados― resulta embrollado y subjetivo. Desde la UI1 se recuerda que el examen del carné de conducir o el MIR usan este mismo método.

“No me aceptaron un justificante de que estaba ingresada”

C. V. R., alumna, se lamenta en una reseña: “Algunas asignaturas han sido un sinsentido y un verdadero calvario. A pesar de tratar de enseñar sobre un aprendizaje significativo, no memorístico, no han predicado con el ejemplo en los exámenes”. C. T. también lo describe como “calvario”. Á. S. relata: “He suspendido una asignatura porque no me aceptaron un justificante de que estaba ingresada, y ahora debo volver a repetir la asignatura y el TFM [Trabajo Fin de Máster]”. La Isabel I contesta a los decepcionados ―tras comprobar la veracidad de su perfil― de la misma manera: “Sentimos las molestias... por favor escribe a la defensora universitaria...”. Preguntada por este diario, la defensora universitaria, Sheila López, remite a las explicaciones de la UI1.

Un coordinador envió por error a los alumnos un mensaje en el que animaba a los tutores a suspender al aspirante en la parte teórica si consideraban que corría el riesgo de no superar la defensa oral ante un jurado: “Solo me queda pediros que concedáis el apto cuando existan garantías suficientes de que el alumno podrá superar la valoración del tribunal”. El campus, conocedor del desliz, le respalda: “La revisión y corrección de estos trabajos académicos debe seguir un proceso riguroso”. La idea extendida entre muchos estudiantes de todos sus títulos en las redes, no solo en este máster, es que el único objetivo es hacer dinero.

“Al pedir la revisión de un examen, los docentes se limitan a enviar la plantilla de respuestas y a bloquear la solicitud de revisión para que no se pueda reclamar nada más en tiempo y forma”, se quejan seis alumnos en un escrito en el que reclaman una investigación. Pero antes de mandar la plantilla, reconoce la universidad, intentan convencerles con una “respuesta pedagógica”.

“En el máster han bajado la nota de corte para que aprueben algunas personas y, cuando hemos puesto quejas, nos han dicho más o menos que nos peinemos”, se queja M. P., que pagará 1.200 euros más (ya abonó por la matrícula 6.800) para volver a cursar una materia suspendida y de nuevo el TFM que ya aprobó. La Junta, que dice no ser competente, ha remitido su queja a la institución. Desde la UI1 afirman que el profesor posee “libertad de cátedra de aprobar si valora que el alumno ha adquirido las competencias”. En un correo, un profesor reconoce que “excepcionalmente” se ha aprobado a algún alumno con un 3,8. “Tienen que tener un porcentaje de suspensos para que sigamos pagando”, sostiene la alumna.

El Gobierno incluye a la Universidad Isabel I entre el puñado de campus que van a tener serios problemas para cumplir los criterios de calidad mínima impuestos en un decreto de 2021. Los trámites para su cierre empezarán en cuatro años si no los cumple. Apenas investiga, la mayoría de su alumnado no es de grado y carece de doctorados. La universidad, que no forma parte de la conferencia de rectores CRUE (con criterios de acceso propios), quiere impartir el curso que viene el triple grado en Filosofía, Política y Economía y las carreras de Biotecnología e Ingeniería Industrial y Digital, además de su primer doctorado.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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