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La tregua de la pandemia desata una ola mundial de movilidad de estudiantes

En Francia las preinscripciones superan en un 18% las prepandémicas, el 76% de las universidades estadounidenses mejora sus cifras. En España, las señales incipientes son esperanzadoras

Elisa Silió
Ceremonia de inauguración del curso el pasado 5 de septiembre en la Universidad de Róterdam.
Ceremonia de inauguración del curso el pasado 5 de septiembre en la Universidad de Róterdam.Olaf Kraak (EFE)

La pandemia de covid-19 paralizó el mundo el marzo de 2020 y dos años y medio después las universidades, que han retornado a la enseñanza presencial y cuentan con la mayoría del alumnado vacunado, ven cómo los inscritos procedentes de otros países no paran de crecer. En tres de los que lideran la movilidad ―Estados Unidos, Reino Unido y Francia― la cifra de preinscripciones es muy elocuente. En España no hay datos recientes, pero las primeras cifras de tres de las universidades que más extranjeros reciben van en esa línea. Es además destino favorito de los erasmus, pero cuenta con poco alumnado foráneo que permanezca largos periodos con matrícula ordinaria: 6% en grado y 21,3% en máster en el curso 2020-2021. Antes de la pandemia, según la Unesco, se producían cada año más de seis millones de movilidades de estudiantes universitarios en el mundo. Las estancias fuera no solo son muy atractivas para los jóvenes y los empleadores, sino una inmensa fuente de ingresos para los países receptores.


Los campus británicos acogen a la mitad de estudiantes europeos que antes del Brexit

El número de inscritos foráneos ha crecido para este nuevo curso, respecto al anterior, un 76% en las universidades de Estados Unidos que han contestado a una encuesta del Institute of International Education, una ONG que apuesta desde 1919 por la movilidad estudiantil. Las cifras ya habían engordado un 43% en todos los centros de educación superior en el anterior (2021-2022), cuando la pandemia empezó a amainar gracias a las vacunas. Y en el proceso contrario, la cifra de estadounidenses que salieron fuera ―que cayó estrepitosamente un 97% al indicio de la pandemia en estas instituciones―, subió un 35% el pasado curso y un 83% en este.




Del Reino Unido ―con 650.000 universitarios extranjeros― no hay datos oficiales, pero sí evidencias, explica Carolina Jiménez, directora de Política Educativa y Sociedad en el British Council español. “Tuvieron que cortar el periodo de inscripción para estudiar la carrera, con la excepción de los europeos, porque no podían asumir tantas solicitudes, en especial de India y Nigeria. De China llegaron más solicitudes, pero más tarde de lo esperado”. Sin embargo, sus campus acogen a la mitad de estudiantes europeos que antes del Brexit (enero de 2021), pues las matrículas se han encarecido mucho para los comunitarios ―han pasado de 9.000 libras (10.300 euros) a 12.000 (13.700) y hasta 30.000 libras (34.200)―, tienen que lograr un visado y no les vale la tarjeta sanitaria expedida por Bruselas.

Tampoco hay datos británicos de movilidades temporales. Aún quedan algunos erasmus, aunque tras el Brexit, el país ―que enviaba a 5.000 estudiantes y recibía la misma cantidad― ha creado su propio programa, Turing, para que sus universitarios disfruten de estancias por todo el mundo. España es el sexto destino más elegido por los británicos tras Estados Unidos, Australia, Canadá, Francia y Alemania. Erasmus reserva un 20% de los fondos para otros Estados extracomunitarios y de esa forma, los británicos reciben a algunos europeos con acuerdos bilaterales entre campus.

“La recuperación es absoluta. Estamos en niveles de prepandemia o por encima. Ha habido ese paréntesis, pero la motivación y el interés de los estudiantes son mayores”, subraya Sara López, responsable de internacionalización de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. “Y además, hemos heredado las posibilidades de enseñanza híbridas y virtuales que complementan las movilidades. No sé si hablaría de euforia, pero sí de demanda contenida”, prosigue López, recién nombrada vicepresidenta de la European Association for International Education (EAIE, en sus siglas en inglés), una potentísima red de intercambios.

En Francia, las preinscripciones universitarias para este curso se habían incrementado ya el pasado agosto un 18% respecto a las cifras prepandémicas ―140.000 nuevos aspirantes de 70 países―, según datos de Campus France, la agencia que tramita el acceso. El número de extranjeros totales ya ha superado los 400.000 estudiantes, unos números a años luz de España, que cojea en internacionalización, uno de los indicadores vitales para posicionarse bien en los rankings universitarios mundiales. Muchas escuelas de negocios galas se han aliado con las marcas de lujo (moda, vinos o restaurantes) para ofertar títulos que atraigan a estudiantes asiáticos, grandes amantes del glamur francés.

La semana pasada, la Asociación Europea para la Educación Internacional celebró su 32º feria y lo hizo en Barcelona con más de 6.000 asistentes de 90 países ―récord de inscritos― que no se han visto las caras en más de dos años. Un ejemplo del tirón internacional, como el llamamiento de emergencia de las universidades holandesas para que los inscritos extranjeros ―una enorme oleada tras el Brexit― que no han logrado alojamiento, anulen la matrícula.

En España, donde las limitaciones de visado no han sido tan exigentes como en Estados Unidos y ya el curso pasado se volvió a la presencialidad, las cifras hablan de mucho terreno que recuperar: en el curso 20-21 hubo dos tercios menos de movilidades de extranjeros que antes que la pandemia (bajaron en 37.400 intercambios). En el 18-19, 57.100 universitarios foráneos participaron en programas de movilidad ―con Erasmus a la cabeza―, una cifra que bajó en 1.500 estudiantes un curso después (19-20), porque parte de quienes iban a disfrutar de una beca solo en el segundo semestre, ya en plena pandemia, no llegaron a mudarse a España. La Comisión Europea costeó la repatriación de los alumnos ya desplazados por Europa. Un millar de españoles llegaron a quedarse varados por todo el continente.

Para la siguiente convocatoria (20-21), la Comisión, que no estaba dispuesta a frenar el programa que más ha hecho por la cohesión de Europa, apostó por un modelo híbrido: durante el período virtual el alumno no recibió la cuantía económica de la beca, pero sí respaldo organizativo. Pero en muchos casos las universidades españolas, que no querían aún más sobresaltos organizativos ―como en el resto de Europa―, recortaron la oferta de becas de entrada y salida e, incluso, anularon programas con determinados países.

Como resultado, los desplazados a España bajaron hasta los 19.600 ―un 65% menos en las públicas y un 69% en las privadas―, aunque en muchos casos o siguieron las clases online desde sus casas de origen o encerrados en la residencia o piso del país de destino, salvo algunas lecciones y prácticas. Los datos difieren según las zonas geográficas: cayeron mucho más los que llegaban a España de países lejanos con enormes dificultades para desplazarse (un 87% menos de Asia, Oceanía y Latinoamérica; un 96% menos de Estados Unidos), que en los cercanos (51% menos de la UE, 60% del resto de Europa y 35% de África). Ocurrió también en el caso de los españoles que optaron por movilidades en el extranjero.

“España no juega sus cartas en internacionalización”, se lamenta Jiménez, del British Council.

La Universidad de Granada (UGR), uno de los cinco destinos españoles más solicitados por los erasmus, ofrece ahora cifras que resultan esperanzadoras. Los becarios de entrada de este programa se han más que duplicado en los últimos dos cursos (de 977 a 2.198) y para este primer trimestre se esperan 1.706. La movilidad es aún mayor entre los estudiantes de la UGR que se van de Erasmus. Para septiembre de 2020 se ofertaron solo plazas virtuales y las aceptaron 797 ―con la esperanza de poder desplazarse luego―, el pasado año se retornó a la movilidad y pasaron a ser 2.010. En este primer semestre son ya 2.262 erasmus.

En la Universidad de Sevilla la avalancha de erasmus empezó el pasado curso, cuando casi se triplicaron las movilidades salientes respecto al curso anterior (1.430), pues se animaron muchos de los que no pudieron irse antes. Este curso serán al menos 1.730. Entre los extranjeros cunde también el entusiasmo. En la Universidad de Barcelona exponen los datos de los últimos dos cursos: los erasmus entrantes casi se triplicaron y se duplicaron los salientes.

“En mi opinión, España no juega sus cartas en internacionalización”, se lamenta Jiménez, del British Council. “Cada universidad va por un lado, por otro el SEPIE [Servicio Español para la Internacionalización de la Educación, dependiente del Ministerio de Universidades], las autonomías no ayudan... Cuando la gran batalla es promover la marca España”. La experta considera que además España no aprovecha la “fortaleza” de sus escuelas de negocios, año tras año en cabeza entre las mejores del mundo. “¿Cómo es posible que estas business schools no sean nuestro buque estrella, como el Reino Unido tiene a Oxford y Cambridge? Porque son privadas”, se pregunta, y responde. “Y el otro problema es que la internacionalización solo se enfoca a las universidades públicas, que las hay excepcionales, pero son caballos lentos por la burocracia”.

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Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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