_
_
_
_
_

El colegio público que remontó su matrícula con un nuevo proyecto educativo y explica los cambios del nuevo curso

El Juan XXIII de Catarroja (Valencia) aplica desde hace años un aprendizaje más cooperativo y competencial, está en proceso de convertirse en una ecoescuela, y este año estrena aula de dos años, como cientos de centros en 12 comunidades

La directora del colegio público Juan XXIII de Catarroja, Consuelo Santa Balbina, en la nueva aula para niños de dos años que va a estrenar este curso.
La directora del colegio público Juan XXIII de Catarroja, Consuelo Santa Balbina, en la nueva aula para niños de dos años que va a estrenar este curso.Kike Taberner
Ignacio Zafra

El colegio público Juan XXIII está en una esquina del mapa de Catarroja, una de las poblaciones industriales situadas al sur de la ciudad de Valencia. Hace 15 años lo tiraron abajo, fue levantado de nuevo con un diseño moderno y, a través de un proyecto pedagógico que se adelantó a los cambios de la nueva ley educativa y de un plan de innovación que ha buscado transformar la debilidad de estar en las afueras en la fortaleza de hallarse rodeado de verde, el colegio ha conseguido equilibrar la composición social de su alumnado, atrayendo a un mayor porcentaje de familias de clase media y convirtiéndose en una de las escuelas más demandadas del municipio, que tiene 28.500 habitantes. El Juan XXIII resume varios de los grandes procesos que marcarán el nuevo curso, en el que a partir de este lunes y hasta mediados de septiembre unos 8,2 millones de alumnos y 760.000 profesores volverán a las aulas: la sacudida demográfica, el crecimiento del primer ciclo de infantil en la escuela pública, la implantación del nuevo sistema de aprendizaje por competencias, y la adaptación de los centros educativos al cambio climático y la subida de las temperaturas.

El jueves 1 de septiembre, a media mañana, un albañil enlucía una pared de la nueva aula del Juan XXIII mientras comentaba, en lo que parecía un cálculo optimista, que el lunes toda la obra estaría terminada. La Comunidad Valenciana es uno de los 12 territorios donde una parte de los colegios públicos, que tradicionalmente han acogido a niños de 3 a 12 años (el segundo ciclo de infantil y la etapa de primaria) tendrán también clases de 2 años (en 4 territorios habrá, además, clases de niños más pequeños). Andalucía, Galicia, Baleares, Asturias y Navarra no cuentan con esas aulas.

Un rincón de lectura de primaria en el colegio Juan XXIII de Catarroja.
Un rincón de lectura de primaria en el colegio Juan XXIII de Catarroja.Kike Taberner

El cambio viene impulsado por el plan lanzado por el Ministerio de Educación con financiación europea para crear 65.000 plazas públicas del primer ciclo de infantil (las clases de 0, 1 y 2 años). Una etapa con una tasa de escolarización baja (41,4%), que históricamente ha tenido una oferta pública limitada y ha sido poco utilizada por las familias de bajo nivel socioeconómico, pese a que las evidencias muestran que los niños de dichos entornos son los que más se benefician de empezar a ir pronto a la escuela. La decisión de integrar las nuevas plazas en los colegios públicos responde a que en muchos de ellos sobra espacio de forma alarmante por la caída de la natalidad. El segundo ciclo de infantil (3-6 años) y la etapa de primaria (6-12) han perdido 252.873 alumnos en cuatro cursos.

“Tener un aula de dos años en la escuela es una ayuda de cara a la matrícula”, afirma Consuelo Santa Balbina, la directora del Juan XXIII, “y para las familias es atractivo por muchos motivos, como la gratuidad completa, el hecho de que los niños tengan acceso a la beca de comedor, y las condiciones con que se ponen en marcha, con 18 niños como máximo y con una maestra y una educadora trabajando juntas en clase [la norma permite que haya hasta 20 niños en el aula con solo una educadora al cargo]”.

El equipo directivo y los docentes del colegio han preparado la llegada de unos alumnos más pequeños de lo que están acostumbrados a tener asistiendo a cursos del Centro de Formación Innovación y Recursos de la Generalitat, visitando escuelas parecidas a la suya que ya tienen experiencia con estas aulas, encargando el material necesario (incluidas una especie de hamacas para dormir la siesta), y reuniéndose con las familias para explicarles cómo funcionará la clase. “Una de las preocupaciones era que muchos pensaban que al ser un colegio tendrían que venir ya sin pañales, y les explicamos que no. Nosotras les ayudaremos a ir quitándoselo, dependiendo de la maduración de cada niño y niña”. Lo más engorroso, cuenta la directora, ha sido la obra, que después de algunas dudas ha consistido en reconvertir en clase el aula de psicomotricidad, aprovechando que su función puede trasladarse al gran gimnasio que tiene el centro.

El Juan XXIII tiene unos 400 alumnos, frente a los 450 que llegó a tener hace algo más de una década, y de momento no ha perdido ninguna unidad, aunque el curso pasado estuvo a punto. La caída demográfica no ha tenido un impacto mayor en la matrícula (que ha caído un 11% frente a un descenso tres veces superior de los nacimientos en la Comunidad Valenciana en dicho periodo), porque ha ido en paralelo a una mejora de la imagen del centro debido a su proyecto pedagógico y al plan para transformarlo en una ecoescuela, cree Santa Balbina.

Este año empieza a aplicarse en los cursos impares el nuevo modelo de enseñanza derivado de la ley educativa, la Lomloe, aprobada en 2020. El cambio preocupa menos, en general, a los centros de infantil y primaria que a los de secundaria, porque los docentes de los colegios tienen una mayor formación pedagógica y llevan tiempo avanzando hacia planteamientos más competenciales, transversales y cooperativos que los de instituto. “Aquí, el claustro de profesores ya se formó en el aprendizaje por competencias años antes de la pandemia. Y el hecho de que ahora tengamos que dedicar dos horas y media a la semana a desarrollar proyectos interdisciplinares no nos viene de nuevo, porque ya sabemos cómo relacionar áreas”, dice la directora. Santa Balbina cree que la reforma educativa servirá para reducir “el corte metodológico tan grande que existe ahora entre la primaria y la secundaria”.

Alumnos más activos en clase

El retraso en la aprobación de los nuevos currículos educativos (los decretos que establecen qué debe estudiarse en cada asignatura y cómo evaluarlo) ha impedido al profesorado “leerlos conjuntamente e ir planteando cómo hacer la propuesta pedagógica”, lamenta María Candel, la jefa de estudios del Juan XXIII. “Pero creo que el enfoque competencial está muy bien. En el anterior currículo se repetían muchos contenidos en los distintos cursos. Y los niños tienen que ser menos pasivos en las aulas, estar más activos les motiva mucho. También es muy importante que se nos dé más autonomía a los centros, porque cada escuela tiene sus circunstancias, su entorno y un tipo de alumnado”. El colegio ha recibido de la Generalitat el mensaje de tomarse la transición con calma, en línea con lo que están transmitiendo la mayoría de las autoridades educativas. Los docentes del Juan XXIII que den clase a los niveles por los que empieza la reforma dispondrán de todo el curso para elaborar las nuevas programaciones (el documento en el que tienen que plasmar qué impartirán a lo largo del año, secuenciándolo por sesiones), aunque en octubre deberán tener un primer borrador.

Cubierta con placas solares en el colegio Juan XXIII de Catarroja, Valencia.
Cubierta con placas solares en el colegio Juan XXIII de Catarroja, Valencia.Kike Taberner

El Juan de XXIII, que está rodeado en buena parte de su perímetro por un gran zona verde municipal, ha puesto en marcha un proyecto de innovación educativa con objetivos ecológicos. De forma sistemática, una parte de las actividades lectivas, como la lectura, se realizan bajo los árboles del parque, donde la temperatura este jueves poco antes del mediodía es claramente más fresca que dentro del colegio. El colegio ha plantado árboles para aumentar la sombra en el patio (aunque aún tardarán en crecer). Se ha fijado el objetivo de ir reduciendo el gasto de agua, luz y gas, y los alumnos van plasmando la evolución del consumo en una pared del recibidor. El huerto escolar abastece al comedor, que utiliza productos ecológicos y de proximidad. Y las cubiertas del centro cuentan con placas solares, mientras ecopatrullas formadas por alumnos se ocupan de que no se queden luces encendidas y de que el sistema de reciclaje, que ha incorporado hace poco papeleras diferenciadas en el patio, funcione bien.

Puedes seguir EL PAÍS EDUCACIÓN en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_