Chipre quiere cambiar a los oligarcas rusos por los nómadas digitales
La economía de la isla mediterránea ha logrado reinventarse tras la crisis que le llevó a decretar el primer corralito del euro
Hace 11 años, Chipre estaba en todas las portadas: decretaba el primer corralito de los países del euro. Desde entonces, la isla mediterránea, miembro de la UE desde 2004, apenas ha aparecido un par de veces en las noticias de la prensa económica, y ya lo dice el mantra: “Si no hay noticias, son buenas noticias”.
En aquellas semanas frenéticas que pusieron en jaque la fortaleza de la zona euro, el premio Nobel de Economía chipriota, Christopher Pissarides, se mostraba muy crítico con la forma de solucionar la crisis —una voluminosa quita a los depósitos de los bancos más afectados, en un sector claramente sobredimensionado y muy expuesto a la crisis griega—, pero aun así mostraba esperanza sobre el futuro de la isla. Durante una entrevista con este periodista en su despacho de la Universidad de Chipre, se levantó y señaló a través de la ventana la llanura de Mesaoria, al pie de las montañas Pentadáctilos: “Cuando en 1974 Turquía invadió la parte norte [de Chipre], se quedó con la llanura agrícola del país. Entonces pensamos que se había perdido la economía chipriota, pero nos volcamos en la economía financiera y en el turismo. Ahora encontraremos otros sectores”.
En los últimos 10 años, la economía de Chipre ha crecido a una media de casi el 4% anual, mientras que Grecia —que también sufrió un corralito y, aunque no aplicó quitas a los depósitos, hubo de aprobar medidas de austeridad mucho más duras— apenas supera el 1% anual. La renta per capita chipriota es hoy un 12% superior al pico anterior a la crisis financiera; la de Grecia aún sigue siendo un 15% inferior.
“La economía de Chipre ha demostrado ser increíblemente resiliente”, explica Fiona Mullen, directora de la consultora Sapienta Economics: “Obviamente, ser un país pequeño ayuda. Pero tengo la teoría de que también tiene que ver con un cierto instinto de supervivencia desarrollado porque Chipre ha sido invadido y arrasado muchas veces durante los últimos 1.000 años, la última por Turquía. Así que tienen esa forma de pensar soluciones para reponerse rápidamente de los desastres, aunque algunas de las estrategias que adopten no sean las mejores para su reputación”.
Inversión extranjera
Una de las soluciones por las que optó el Gobierno del conservador Nicos Anastasiadis fue atraer inversores extranjeros a cambio de otorgarles la ciudadanía chipriota (y con ello un pasaporte de la UE). Para ello redujo la inversión necesaria de 25 a 2,5 millones de euros, incluido un mínimo de 500.000 euros de inversión inmobiliaria. Esto impulsó al sector constructor y a los servicios jurídicos y financieros. Pero, según desvelarían luego varias investigaciones periodísticas, los más de 6.500 pasaportes otorgados mediante este sistema fueron un coladero de oscuros empresarios condenados por corrupción y lavado de dinero, con lazos mafiosos o vinculados a gobiernos autoritarios de Rusia, China y Arabia Saudí, entre otros. Además, se reveló que varios políticos chipriotas se habían lucrado “vendiendo” estos pasaportes.
El propio bufete familiar del presidente Anastasiadis contribuyó a hacer de la isla un paraíso para oligarcas rusos amigos del Kremlin, aunque las sanciones europeas han reducido su influencia, han obligado a liquidar el tercer banco de la isla —de propiedad rusa— y han provocado que parte de la comunidad rusa se pase al norte de Chipre bajo control de Turquía.
El Brexit, la invasión rusa de Ucrania y la israelí de Gaza han afectado también a los principales grupos de turistas que visitan la isla, aunque esto ha sido compensado atrayendo a otros mercados (Alemania, Austria, Francia, Polonia). Pero, además, “la estructura económica de la isla está comenzando a cambiar”, explica Mullen: “El sector de servicios financieros lleva dos o tres años debilitándose y, en cambio, ha aparecido con fuerza el de información y comunicaciones”. Es una mezcla de nómadas digitales; programadores y diseñadores de Rusia, Ucrania y Bielorrusia que han escapado de la situación en sus países e incentivos para que empresas tecnológicas se instalen en la isla.
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