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¿Quieres que me desnude en tu película? Estas son mis condiciones

Los abogados revisan al milímetro los contratos entre actores y productoras para evitar abusos

La actriz Ana de Armas, en el papel de Marilyn Monroe, durante el rodaje de la película 'Blonde'. Foto: MATT KENNEDY (MATT KENNEDY/NETFLIX) | Vídeo: EPV

Antes de rodar una de las tomas más recordadas de El cabo del miedo (1991), Martin Scorsese le lanzó a la actriz Juliette Lewis una curiosa advertencia: “Bob va a hacer algo”. Robert De Niro (Bob), quien encarnaba a un peligroso criminal con sed de venganza, debía limitarse a besar a la actriz, una colegiala de 15 años a la que seducía. Pero fue más allá: se acercó a Lewis (17 años entonces) y, tras tocar su mejilla, le introdujo un pulgar en la boca de forma lasciva e insistente, mientras las cámaras captaban la cara de sorpresa de la actriz.

En la actualidad, una situación así activaría un rosario de alarmas. El movimiento Me Too ha levantado una ola de concienciación sobre el bienestar de los actores y, en especial, de las actrices. Se trata de un fenómeno que tiene su reflejo en los contratos con las estrellas, donde desnudos parciales (como el de Ana de Armas en Blonde) o integrales (como el de Emma Thompson en Buena suerte, Leo Grande) son el resultado de horas de negociaciones y cláusulas muy estudiadas.

Grabar una escena de sexo no es sencillo. Los involucrados marcan cuáles son las líneas rojas en sus contratos, de manera que, si en pantalla aparece cualquier parte íntima del actor —un culo, un pezón, un pene o una vagina— o hay sexo simulado, todo se apalabra de antemano. No hay espacio para la improvisación. Isabel Mariscal, abogada que asesora a directores, guionistas y productores y socia de Singular Law, señala que, en algunos contratos de diez páginas, “en ocho sólo se detallan cómo se graban las escenas sexuales”.

Lencería especial

Es justo lo que no se hizo en el rodaje de la película El último tango en París (1972). Su director, el italiano Bernardo Bertolucci, tenía fama de explotar a los actores para conseguir reacciones genuinas en pantalla. Uno de los momentos más polémicos es cuando Marlon Brando sodomiza al personaje de Maria Schneider, quien entonces tenía 19 años. En una entrevista que la actriz dio en 2007 a Daily Mirror, lamentó no haber contactado con un abogado en aquel momento, tras vivir situaciones que “no estaban en el guion”, denunció. En aras de evitar abusos, es común que las estrellas exijan contractualmente un ambiente íntimo y amable antes de bajarse la cremallera. Lo consiguen, por ejemplo, reclamando lencería especial, como pezoneras, ropa interior color carne o prendas barrera para evitar un contacto excesivo. Además, pueden limitar el personal presente en el set de rodaje; o exigir que los presentes dejen el móvil en la puerta, para evitar filtraciones de sus desnudos en internet.

Iñigo de Lacalle, socio de Senn, Ferrero y Asociados, explica que, en tesituras así, no todas las celebridades tienen el mismo margen para imponer sus condiciones. Como en todo, la fuerza negociadora “depende del calibre de la estrella”, explica el abogado. Un actor o actriz que empieza en la industria tiene “un margen de negociación casi nulo” para dibujar sus normas, mientras que los intérpretes consagrados gozan de capacidad “casi total” para diseñar sus escenas de sexo. La abogada Isabel Mariscal lo explica así: “Si el contrato no tiene mucho caché, el contrato va y vuelve firmado de una vez”; si es un famoso, “puede que haya hasta 10 reenvíos”.

¿Qué ocurre si el actor o la actriz no está conforme con una escena de sexo ya rodada? ¿Puede paralizar el estreno de una película? Es difícil. En ocasiones, las actrices tienen acceso al metraje para validar que están de acuerdo con las imágenes captadas, aunque no todas las productoras aceptan esta condición. Si la actriz o el actor se siente denigrado por una escena ya publicada, la industria cinematográfica cuenta con poderosas armas legales para que el estreno de la película no quede en el limbo por un pleito.

Ello es así porque, en la mayoría de los contratos, los intérpretes “renuncian a solicitar medidas cautelares ante un juez que justifiquen la imposición del cese a la producción, distribución, promoción o exhibición de la película”, explica Iñigo de Lacalle. Firmar esta cláusula, puntualiza el abogado, no significa que el profesional renuncie a acudir a los tribunales en el futuro.

Otro asunto espinoso es qué hacer con el metraje que se descarta. En especial con los desnudos y las tomas íntimas. Si la empresa conserva el material (lo más común), debe garantizar que no acaba en manos extrañas, o peor, en las redes sociales, remarca la abogada Isabel Mariscal. “Si se difunden los brutos de rodaje”, advierte, “la responsabilidad será del productor”. Para evitar este escenario, los operarios de los laboratorios, que manipulan las imágenes, firman severas cláusulas de confidencialidad.

Uno de los problemas de los desnudos, explican fuentes jurídicas de la Unión de Actores, es que su regulación a través de un convenio colectivo tiene un difícil encaje legal. La imagen es un “derecho personalísimo”, explican, por lo que cada uno es libre de negociar con ella lo que le plazca. “Colectivizar este asunto en un convenio sería complejo”, apuntan. La única previsión legal prevista sobre desnudos y sexo simulado en el gremio la recoge el artículo 31 del convenio que regula la relación entre productores y actores. En él, se especifica que no se podrán utilizar desnudos en material publicitario, como vallas publicitarias o tráileres, sin el consentimiento previo y por escrito del intérprete.

Coordinadores de intimidad

Los coordinadores de intimidad funcionan como una suerte de guardián en los rodajes. Su misión es garantizar la comodidad de las estrellas del cine en la grabación de las escenas sexuales y paralizar la producción si se cruzan ciertas líneas. Desde la irrupción del movimiento Me Too, estos expertos han cobrado un protagonismo en los rodajes en Estados Unidos y ahora también en España. Entre sus funciones, estos guardianes se reúnen con los directores y discuten el diseño de las escenas y chequean los montajes para asegurarse de que nada se sale de lo acordado. En 2020, el Sindicato de Actores Estadounidenses (SAG) publicó una guía de buenas prácticas para grabar escenas sexuales donde recomendaba la presencia de estos acompañantes en todos los rodajes.

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