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Mar Rocha: “No podemos seguir formando enfermeras con alta cualificación para que cuiden a enfermos en otros países”

La ratio de estas profesionales sanitarias en España se mantiene alejada de la media europea, y las malas condiciones laborales favorecen la fuga de talento al extranjero

Una enfermera observa las imágenes tomadas por un escáner de tomografía computerizada.
Una enfermera observa las imágenes tomadas por un escáner de tomografía computerizada.Thomas Tolstrup (Getty Images)
Nacho Meneses

No se trata únicamente de un déficit crónico de enfermeras, sino de la precariedad de aquellas que, habiendo encontrado una salida laboral, afrontan horarios y cargas de trabajo difícilmente asumibles. Porque la pandemia no solo ha puesto de relieve la importancia de los cuidados; también ha dejado al descubierto la fragilidad de un sistema sanitario cuya atención primaria ha recibido el mayor impacto de esas carencias. En una población cada vez más longeva y dependiente (se estima que, en 2050, el porcentaje de ciudadanos mayores de 65 años será del 31,4 %, frente al 19,6 % de 2020), también aumenta la necesidad de recibir cuidados profesionales ante numerosas enfermedades y patologías crónicas; no solo para vivir más, sino para hacerlo con una mayor calidad de vida. En pocas palabras: demanda hay, pero los números no acompañan: la media de enfermeras en España es de apenas 5,8 por cada 1.000 habitantes, muy por debajo de los países de la Unión Europea (ocho por cada 1.000).

“Actualmente, el panorama laboral de las enfermeras es desolador, porque la inestabilidad y la falta de profesionales conllevan una carga de trabajo inasumible que pone en riesgo tanto su propia salud como la de los pacientes a los que atienden”, afirma Mar Rocha, portavoz y adjunta a la presidencia del Colegio Oficial de Enfermería de Madrid (CODEM). Una situación que se contrapone a las recomendaciones que ya antes de la pandemia emitieron organismos nacionales e internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), insistiendo en la necesidad de invertir en enfermeras, aumentar su número, fortalecer su formación y permitir su participación en la toma de decisiones sobre la salud de las personas.

La nota de corte para acceder a un grado en Enfermería se sitúa cada año entre las más altas de la EVAU, pero este nivel de exigencia no está acorde con su realidad laboral: “Estos profesionales trabajan con falta de reconocimiento, recursos y ratios insuficientes, lo que impide que puedan cuidar como la sociedad les exige”, reivindica Rocha. Una falta de estabilidad que “hace que se contrate por días, semanas o meses, sin una continuidad en los cuidados que reciben las personas a las que atienden”, turnos que dificultan la conciliación laboral y escasas posibilidades de promoción profesional. Todo ello a pesar de recibir una preparación reconocida internacionalmente que, paradójicamente, les empuja en ocasiones a buscar su futuro más allá de nuestras fronteras.

“Los países de nuestro entorno socioeconómico están absorbiendo ese talento que en España no se valora (…), en medio de una carencia mundial de enfermeras que la propia OMS ha cifrado en 13 millones de profesionales en todo el mundo”, recuerda Rocha. “Por eso, es urgente que España invierta en un plan de recursos enfermeros altamente cualificados a corto, medio y largo plazo. ¿O es que vamos a seguir formando con el dinero de todos los españoles a enfermeras con alta cualificación para que cuiden a otros ciudadanos de fuera de nuestro país?”.

Dos enfermeras trabajan con un paciente en una residencia de mayores en Palamós (Gerona).
Dos enfermeras trabajan con un paciente en una residencia de mayores en Palamós (Gerona). NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)

Itinerarios educativos

Para ser enfermera solo hay una ruta: los cuatro años del grado universitario, que luego pueden completarse con un posgrado (de máster y doctorado) y una formación continua con la que actualizar conocimientos y formarse en áreas de cuidados más específicas. La Formación Profesional, por su parte, facilita el acceso a otra serie de puestos como “técnicos de grado medio en cuidados auxiliares de enfermería, que son los que trabajan en los equipos asistenciales junto a nosotras. Y luego hay técnicos superiores de laboratorio, radiodiagnóstico o medicina nuclear”, esgrime María Andión Goñi, directora de Enfermería del Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Las competencias, en general, están bien delimitadas, algo que, no obstante, podría cambiar con la nueva FP de Supervisión de Atención Sociosanitaria, un título que para las enfermeras invade sus competencias y repercute negativamente en la calidad del cuidado a los mayores.

Si lo que se desea es obtener la especialización en alguna de las áreas reconocidas en España (matronas, Salud Mental, Pediatría, Geriatría, Trabajo y Familiar y Comunitaria), es necesario pasar primero por el filtro del EIR, un examen de oposición similar al de los médicos que da acceso a las residencias en los centros sanitarios, a través de las cuales se obtiene la especialidad. “Todos los años sale un cierto número de plazas en los hospitales y centros sanitarios que se dedican a la formación de las enfermeras especialistas”, afirma Goñi. “Pero no todas las comunidades autónomas lo han desarrollado al 100 %. Falta identificar qué puestos pueden ser ocupados exclusivamente por enfermeras especialistas y qué competencias les corresponden, y tampoco hay hoy una cantera suficiente de enfermeras especialistas para que se ocupen todos los puestos susceptibles de ser ocupados”. Mientras algunas especialidades, como la de matrona (una enfermera especialista en obstetricia y ginecología), sí se han desarrollado bastante, el resto aún no se han terminado de configurar.

Perfiles con mayor demanda

La actual crisis sanitaria ha ayudado a visibilizar el papel de las enfermeras en Unidades de Cuidados Intensivos y de Urgencias. Pero, para que el sistema pueda atender las necesidades de las personas más allá de las emergencias puntuales, se necesita un modelo que potencie en primer lugar la atención primaria de sus pacientes, afirma Rocha: “Es imprescindible contar con suficientes enfermeras especialistas en Familiar y Comunitaria para que, desde los centros de salud y en los domicilios, proporcionen los cuidados cercanos y prioricen la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad”, facilitando a su vez el empoderamiento de los pacientes, de forma que estos sean conocedores de su enfermedad y de los hábitos y conductas más apropiadas para mantener y mejorar su estado de salud. Y pone de ejemplo el modelo anglosajón, por el que “la atención primaria es esencialmente de enfermería y debe estar gestionada por enfermeras especialistas, con médicos de familia consultores”.

El creciente envejecimiento de la población hace que otro de los perfiles imprescindibles sea el de las enfermeras especialistas en Geriatría, a fin de asegurar una atención digna y de calidad a unos pacientes cada vez más mayores y con múltiples patologías. Una labor en la que deberían destacar las Enfermeras de Práctica Avanzada (EPA), según explica Goñi: “Toda la evidencia recogida en distintos países demuestra que el manejo de estos pacientes por EPAs reduce la frecuentación hospitalaria, las estancias y la necesidad de acudir a los servicios de Urgencias, además de mejorar su calidad de vida. Por eso, es necesario el desarrollo normativo para su puesta en marcha en España, ya que se han introducido ya en algunas comunidades, pero no de forma regulada”.

Una de las facetas que se ha puesto de manifiesto con la pandemia es la necesidad de contar con enfermeras especialistas en cuidados críticos, una especialidad que aún no existe: “Ahora mismo se preparan a través de la experiencia que adquieren cuando llegan a los hospitales, pero desde los foros de enfermeras entendemos que sería muy conveniente desarrollar la especialidad”, explica la directora de Enfermería del 12 de Octubre. Como también lo es potenciar la investigación dentro de su actividad profesional, desarrollando líneas de trabajo como la innovación en los cuidados, los procesos crónicos, la dependencia o los cuidados críticos y de seguridad del paciente, que pueden aportar importantes mejoras en la práctica clínica que desarrollan.

Retos de futuro

“En las últimas décadas hemos asistido a una precariedad laboral que no se justifica”, reclama Rocha. “Contamos con una preparación y formación que sí es valorada en otros países, y que hace que, ante las malas condiciones laborales y económicas y la falta de reconocimiento y desarrollo profesional, muchas enfermeras decidan emigrar a otros lugares”. Se trata, para la portavoz de CODEM, de una situación ya insostenible tras la pandemia, que ha provocado que muchas de estas profesionales se planteen el abandono de la profesión, debido a las condiciones laborales y al impacto de la crisis sanitaria sobre su salud física, mental y emocional, así como un compromiso que no consideran que se haya visto en modo alguno recompensado: “Es urgente una política de recursos humanos enfermeros que consiga retener y recompensar a las enfermeras, para no quedarnos sin este pilar fundamental de la sociedad. Sin enfermeras no hay cuidados profesionales, y como sociedad no nos lo podemos permitir”.

Las reivindicaciones fundamentales del sector no se limitan exclusivamente al número de enfermeras. Incluyen también el disfrute de una estabilidad laboral que permita la continuidad de cuidados, el pleno desarrollo de las especialidades enfermeras y la implantación de las EPAs y de la figura de la enfermera escolar, para mejorar la educación y la atención en salud de los niños y los jóvenes. Y un aspecto más: una reclasificación profesional de las enfermeras (del A2 al A1) que las permita acceder a cualquier puesto de gestión, ya que los másteres de este tipo a los que pueden acceder tienen incorporado un techo de cristal: “Se puede acceder... pero hasta cierto punto. Puedes llegar a ser directora de Enfermería, pero no gerente de un hospital, u optar a puestos de gestión en las consejerías de salud”, denuncia Rocha.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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