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El BCE cumple un cuarto siglo reivindicando su papel clave para la soberanía europea

Olaf Scholz llama a los gobiernos de la zona euro a volver a “ajustarse” y empezar a retirar las ayudas de la pandemia

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, recibe a los expresidentes de la institución Jean-Claude Trichet (en el centro) y Mario Draghi (a la derecha).
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, recibe a los expresidentes de la institución Jean-Claude Trichet (en el centro) y Mario Draghi (a la derecha).KAI PFAFFENBACH (AFP)
Lluís Pellicer

El Banco Central Europeo (BCE) celebra su 25º aniversario reivindicándose como uno de los mayores hitos de la integración y la soberanía europea. La institución que vela por proteger el euro cumple un cuarto de siglo en plena guerra por cumplir la esencia de su mandato y devolver a la inflación a medio plazo al 2%. En un acto en el que participó toda la cúpula de la Unión Europea, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, apuntó hacia los grandes retos que Fráncfort tiene sobre la mesa: la estabilidad financiera; la transición digital, con el lanzamiento del euro digital en el calendario, y el cambio climático. “El euro ha reforzado nuestra soberanía, lo que nos ha permitido ser dueños de nuestro destino económico y fijar la política monetaria que Europa necesita para mantener los precios estables y crecer de forma sostenida”, ha afirmado.

Cinco lustros han bastado para que el BCE se haya consolidado. En ese periodo, se ha curtido con otras tantas crisis: las secuelas de los atentados del 11-S, la crisis financiera de 2008, la de la deuda soberana poco después, una pandemia que paralizó toda la economía y, ahora, el ataque de Rusia a Ucrania. Y bregándose en las crisis, el BCE ha aprendido a usar ha usado todas las armas a su alcance: desde unas compras masivas de deuda y tipos ultrabajos en la década pasada hasta una escalada abrupta del precio del dinero desde hace poco menos de un año. El BCE, en palabras del canciller alemán Olaf Scholz, ha sido un “ancla” para la estabilidad. Y Lagarde agradeció el trabajo de sus antecesores: a Wim Duisenberg, que estrenó al cargo, y a Jean-Claude Trichet y Mario Draghi, que acompañaron a la francesa.

En un época en la que la Unión Europea batalla por su autonomía estratégica en el mundo, Lagarde resaltó el papel del euro como una de las grandes conquistas para la soberanía del bloque comunitario. La jefa del BCE recordó que “la adopción de una política monetaria única a escala europea” permite incrementar “la independencia de Europa frente a otros grandes actores”. En especial frente al dólar, que en las últimas décadas ha sido capaz de desplegar su dominio. Lagarde explicó que, de no haberse introducido el euro, las monedas de algunos de los países que ahora componen la zona del euro “podrían haberse depreciado frente al dólar hasta un 14% más durante la crisis financiera global y hasta un 10% más durante la pandemia”.

La moneda única, según Lagarde, ha permitido que Europa haya marcado su propio paso con independencia del camino que emprendían otros bancos centrales, en particular la Reserva Federal. La presidenta del BCE ha recordado que eso fue “más visible” cuando Washington inició “un ciclo de endurecimiento” de la política monetaria en 2013, cuando la zona del euro todavía “se estaba recuperando de la crisis de deuda soberana”. “Nuestra independencia en términos de política monetaria nos permitió trazar nuestro propio rumbo y comenzar una recuperación que duró 26 trimestres consecutivos”, afirmó Lagarde, quien añadió: “El euro ha reforzado nuestra soberanía, lo que nos ha permitido ser dueños de nuestro destino económico y fijar la política monetaria que Europa necesita para mantener los precios estables y crecer de forma sostenida”.

“Estabilidad” y “solidaridad” europeas

Lagarde se refirió a otros dos pilares que sustentan el proyecto de la moneda única: primero, la estabilidad, que permitía que el mercado único “quedara a salvo de las fluctuaciones de los tipos de cambio” y aplacaba los “ataques especulativos” que podrían sufrir las monedas nacionales; y segundo, la “solidaridad”, porque “el euro se convertiría en el símbolo más poderoso y tangible de la unidad europea que los ciudadanos encontrarían en su vida cotidiana”. “Ha sido un símbolo de unidad en tiempos sumamente difíciles y una motivación para apoyarnos los unos a los otros en los peores momentos”, ha afirmado Lagarde. La zona euro, en los últimos 25 años ha pasado de 11 a 20 miembros, con la incorporación de Croacia en 2023. Y Scholz auguró que en un futuro se unirán más países.

A la “estabilidad”, y también a la “confianza”, se refirió en su discurso el canciller alemán, Olaf Scholz. Sin embargo, coincidió con Lagarde en que ello no significa que el BCE haya llegado a su estación final. Queda mucho por hacer: la unión del mercado de capitales, la del sistema bancario o la lucha contra el cambio climático. Eso sí, Scholz hizo un alegato para que los países retiren ya sus estímulos fiscales. Los gobiernos, dijo, acompañaron al BCE cuando decidió llevar a cabo una política monetaria expansiva con grandes paquetes de ayudas y los fondos europeos del Next Generation EU. Y ahora, toca hacer lo contrario y “ajustar” sus presupuestos. “El éxito no significa que nuestro trabajo haya concluido. Significa que ahora estamos en condiciones de adoptar las mejores decisiones para nuestra unión monetaria, en lugar de para tenerla o no”, concluyó Lagarde.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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