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Las tecnológicas despiden, pero no escatiman gastos en inteligencia artificial

La nueva generación de herramientas desata una batalla entre las grandes del sector por no quedarse atrás

La web de ChatGPT en un portátil.Foto: Bloomberg | Vídeo: EPV
Álvaro Sánchez

Hablar de tecnológicas estos días es hablar de decenas de miles de despidos. Las salidas en Microsoft, Amazon, Meta o Alphabet han ido acompañadas de disculpas de altos directivos y asunción de culpas por haber diagnosticado erróneamente los hábitos de consumo del nuevo mundo pospandémico: el bum del comercio electrónico y el teletrabajo no ha tenido la continuidad que esperaban. Y las cuentas de resultados lo están notando. Pero mientras salen a la luz los recortes —algunos sorprendentes, como el adiós de 27 masajistas de Google—, hay una partida en la que nadie se permite ahorrar: el salto a la inteligencia artificial.

Microsoft es el mejor ejemplo de esa redirección de recursos. El día 18 anunciaba 10.000 despidos, el 5% de su plantilla. Y cinco días después comunicaba un acuerdo para aumentar su inversión en OpenAI, la empresa que ha lanzado la herramienta de inteligencia artificial ChatGPT, que ha deslumbrado al mundo por su capacidad para generar contenidos lo suficientemente elaborados como para aprobar exámenes de ingreso a la universidad. Desembolsará en varios años 10.000 millones de dólares. Tanto ChatGPT como Dall-E, un sistema de inteligencia artificial capaz de traducir las instrucciones escritas del usuario en imágenes originales, también propiedad de OpenAI, cuentan ya con millones de usuarios.

Los gigantes se miran de reojo, porque los avances de uno pueden suponer pérdidas de negocio para otros, como explica Celso Otero, gestor de Renta 4. “Cuando haces búsquedas en Google, te salen enlaces a páginas que tengan respuestas a lo que preguntas, pero no es una respuesta directa. Cuando empiezas a interaccionar con ChatGPT, esta va a tu pregunta concisa. Te ahorra tiempo”, señala. ¿Estamos ante una amenaza creíble para la todopoderosa Google? Seguramente es demasiado pronto para decirlo, pero en los cuarteles generales de Mountain View ya parpadean las luces rojas, según informó The New York Times, ante la posibilidad de que una nueva generación de chats superinteligentes reemplacen o roben parte del tráfico a su buscador.

Tal vez con la intención de infundir optimismo en un momento tan complicado como el de anunciar despidos, el consejero delegado de Google, Sundar Pichai, incluyó en el mismo mensaje en el que hablaba de la salida de 12.000 empleados referencias a la irrupción de la empresa, años atrás, en el universo de la inteligencia artificial. “Gracias a esas inversiones tempranas, los productos de Google son mejores que nunca”, apuntó. La compañía compró en 2014 la firma británica DeepMind Technologies, especializada en comercio electrónico y videojuegos, que por entonces citaba como objetivo el desarrollo de computadoras que piensen como humanos, algo parecido a lo que nueve años después hace ChatGPT para estupor de los que leen sus poemas y redacciones, o de los que la usan para programar.

¿Hasta qué punto son monetizables herramientas como ChatGPT? Para Otero, es simple. “Cuando pasas de ser usuario convencional a usarla de una manera profesional, ahí ya pagas. Pasar de buscar gratis en Google a pagar por ir a una respuesta más directa o abonar una tarifa mensual es algo parecido a cuándo se pasó de la piratería a Netflix. La monetización no la veo complicada. Tienes un generador de contenido, chats de atención a usuarios, revisión de textos, traductor…”.

Otras empresas, como IBM, también comercializan soluciones de inteligencia artificial. Una de ellas es un agente virtual llamado Anna que utiliza el banco holandés ABN Amro, y según la compañía informática tiene un millón de conversaciones al año con los clientes de la entidad financiera para resolver incidencias. Amazon usa tecnologías similares para consumo interno, y además las vende a otras empresas. Usan el mismo motor de conversación que el asistente de voz Alexa, y como explica Amazon en su web, permite a quienes los adquieran “crear sofisticados chatbots de lenguaje natural en sus aplicaciones”.

¿La gran sustitución?

Antes de la existencia de estas herramientas, esa labor la hacían trabajadores de carne y hueso. ¿Es el comienzo de la gran sustitución que algunos aventuran? Un estudio de la consultora PwC augura que a largo plazo “los trabajadores menos educados podrían estar particularmente expuestos a la automatización”, y hacen hincapié en la importancia del aprendizaje permanente y el reciclaje laboral para no quedar en fuera de juego. En cuanto a sectores concretos, sostiene que los empleos financieros son vulnerables a la automatización a corto plazo, mientras los relacionados con el transporte se verían especialmente afectados a largo plazo por el auge de fenómenos como los vehículos sin conductor, aunque no esperan que eso ocurra masivamente hasta la década de los treinta. Al mercado le gusta esa música de ahorro salarial: esta semana el medio BuzzFeed triplicó su valor en Bolsa en solo dos jornadas tras conocerse que generará parte de sus contenidos con ChatGPT, sin usar redactores.

El lado opuesto lo representan los empleos que ya está generando la IA. Un informe sobre el futuro del trabajo publicado en 2020 por el Foro Económico Mundial habla de 97 millones de empleos creados hasta 2025 en todo el mundo relacionados con la automatización y los cambios tecnológicos, principalmente inteligencia artificial y Big Data. Esos números se enfrentan a amenazas como la carencia de ciertos profesionales. Según un estudio de McKinsey sobre el estado de la inteligencia artificial en 2022 “todas las organizaciones informan que la contratación de talento de IA, en particular de los científicos de datos, sigue siendo difícil”. Ingenieros de datos, de software y de aprendizaje automático, especialistas en diseño y en visualización de datos o traductores están entre los más demandados.

Gloria Macías, socia de McKinsey experta en el tema, cree que no se puede frenar la corriente de la historia. “Todas las transformaciones, comenzando por la revolución industrial, han traído la amenaza de eliminar puestos de trabajo dando, sin embargo, inicio a épocas de mayor crecimiento. Uno de los aspectos a tener en cuenta son los beneficios que podría traer a algunos sectores o segmentos, como los médicos que mejorarían los diagnósticos a distancia, el impacto en la optimización del uso de energía o el aumento de la seguridad en las plantas industriales”.

El texto de McKinsey cita como usos más extendidos de la IA la automatización robótica de procesos, la visión por computadora, la comprensión de texto en lenguaje natural y los agentes virtuales o interfaces conversacionales, lo que en la práctica se traduciría en funciones como la creación de marketing personalizado, de contenido técnico de ventas o la revisión y redacción de textos legales, entre otras muchas. Además, destaca que su adopción “se ha más que duplicado desde 2017″, aunque existe una brecha. “Un grupo de empresas que obtienen los mayores rendimientos financieros de la IA siguen adelantándose a la competencia”, concluyen. No cita nombres, pero a la mente de todos vienen esas mismas tecnológicas que hoy despiden en áreas poco estratégicas para zambullirse en el nuevo El Dorado de la inteligencia artificial.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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