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Thierry Breton: “La UE movilizará 350.000 millones para su industria energética verde”

El comisario de Mercado Interior cree que Europa necesita un marco común y una financiación equivalente para los 27 para responder a EEUU

Thierry Breton, en el Hotel Intercontinental en Madrid, el 9 de enero.
Thierry Breton, en el Hotel Intercontinental en Madrid, el 9 de enero.SAmuel Sánchez
Xavier Vidal-Folch

Europa invertirá unos 350.000 millones en la fabricación de productos industriales para generar energías verdes. Y para competir con éxito contra el proteccionismo chino y norteamericano. Así lo estima el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton (París, 1955), en una entrevista mantenida con este periódico durante su reciente estancia en España.

Breton es un actor clave para formular la inminente propuesta de la Comisión sobre el asunto, comprometida para este enero. Recuerda que “el mercado interior es la quintaesencia de lo que hacemos mejor: poner en común un bien común, lo que cosecha más beneficios que si gestionásemos cada uno nuestro pequeño perímetro”. Y que al principio de la pandemia se esfumó, porque algunos “cerraban sus fronteras”, pero “reabrimos, ganamos”.

Pregunta. Europa está sometida a una pinza entre EEUU y China. ¿Cuál será el desenlace?

Respuesta. Europa se refuerza en las crisis. Ya lo dijeron los padres fundadores. Trabaja en conjunto. Se refuerza en conjunto. Lo constatamos en la Gran Recesión y en la pandemia. Ahora tenemos una crisis energética e industrial fuerte, derivada de la guerra de Ucrania.

P. La primera guerra en nuestro continente después de los Balcanes, aunque esta fuese de alcance menos global.

R. Exacto. Y afecta a nuestro modo de vivir, de alimentarse, de producir… Y a las relaciones de dependencia que se establecieron con Rusia. Aportamos todo nuestro apoyo a Ucrania, con los EEUU y otros. Seguiremos así. Y luego están las autocracias, Rusia. Y China, por eso la calificamos de rival sistémico, lo que no implica no comerciar, sino defender nuestros valores. Sabemos dónde estamos. Y somos una gran democracia, de 450 millones de personas. Que avanza.

P. Sí, pero a cada ocasión parece olvidarse de los avances en común, sin acumular las soluciones aplicadas y vuelve a las divisiones, al punto cero, a tener que reaprender que la acción conjunta es imprescindible. Gastamos mucho tiempo en fabricar el consenso, en tomar decisiones.

R. Entiendo esa óptica. Pero debo centrarme en lo que es mi responsabilidad, el mercado interior. Es la quintaesencia de lo que hacemos mejor: poner en común un bien común, lo que cosecha beneficios mucho mejores que si gestionásemos cada uno nuestro pequeño perímetro. El mercado interior es un combate que nunca se acaba. Siempre hay fuerzas que en los momentos de crisis miran hacia atrás. Yo debo estar aquí para recordar que somos más fuertes mutualizando los recursos que encerrándose sobre uno mismo.

Thierry Breton, fotografiado durante la entrevista en Madrid, el 9 de enero.
Thierry Breton, fotografiado durante la entrevista en Madrid, el 9 de enero. SAmuel Sánchez

P. ¿Qué ejemplo destacaría?

R. Al principio de la crisis de la covid el mercado interior se cerró. Algunos países cerraban las fronteras para reservar las mascarillas a su gente, y para evitar que otros llegasen y les contagiasen. Llamé a los ministros uno a uno y les conminé a desandar esa actuación. Hubo discusiones fuertes, pero reabrimos. Nos pusimos de acuerdo para fabricar y repartir las vacunas. Ganamos. Europa fue el primer continente en vacunar a sus ciudadanos y en exportar vacunas. Aprendimos. Ahora tenemos las consecuencias de la crisis de la energía, que había empezado antes de la guerra de Ucrania, y que esta amplificó enormemente.

P. Y la historia se repitió.

R. Cierto que algunos países decidieron intervenir en solitario e inyectar recursos para proteger sus empresas. Comprendo esa intención. Hay que facilitar a nuestras empresas que superen el golpe. Sobre todo cuando otros continentes como EEUU y la China inyectan subvenciones considerables, especialmente para las nuevas tecnologías, las verdes: las baterías, paneles solares fotovoltaicos, eólica. Comprendo que los gobiernos digan: hay que hacer algo parecido para retener y atraer empresas. Por eso voy a ver a todos. Por eso vengo a España, voy a Polonia, a Bélgica, a Dinamarca… Para encontrar un instrumento, un marco general que mantenga una capacidad de reacción similar a todos los Estados miembros, sea cual sea su situación económica, financiera, industrial o social. Sobre todo ante la ley norteamericana para la reducción de la inflación [IRA, por sus siglas en inglés] del pasado 14 de agosto, que entró en vigor el 1 de enero, y que apoya las tecnologías limpias estratégicas, como el hidrógeno o la fotovoltaica. Y que no solo subvenciona la inversión, sino también el funcionamiento de las empresas [con 369.000 millones de euros]. La respuesta debe ser coordenada. Sin ella muchas de nuestras empresas se irán…

P. … a EEUU.

R. Por supuesto, por ser más ventajoso que quedarse aquí, dado el mejor acompañamiento financiero. Esto es muy peligroso para Europa. Llevamos meses discutiendo, quizá muchos, desde septiembre, aunque es verdad que esa ley es solo del 14 de agosto.

P. Viene a España, a Polonia, a Bélgica, pero el problema de la reacción individual con centenares de miles de millones de euros está más bien en Berlín. O en París.

R. Ya fui a Berlín, me vi con el vicecanciller Robert Habeck. Y a París, antes de Navidad, con el presidente de la República, Emmanuel Macron.

P. Dénos la buena noticia de que comprenden que no deben actuar a su aire.

R. Macron lo ha dicho claramente en público. Se lo dijo a Joe Biden. Y en el Consejo Europeo de diciembre, destacó que se necesitaba una respuesta coordinada sobre el marco general y sobre la financiación, fue muy preciso. Y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, insistió. Y nos pidió —los 27 Estados miembros nos pidieron— a la Comisión que volviésemos con una propuesta. Para eso hago esta gira de capitales.

P. Le veo menos optimista respecto a Berlín, como si Alemania estuviese en su modo gasoil habitual: arranque lento y luego velocidad constante.

R. Plantea la suavización de la regulación de ayudas de Estado. Y es muy activo sobre el “permiting”, facilitar y agilizar los trámites para levantar fábricas de nuevas tecnologías. Con frecuencia se tarda hasta tres años antes de inaugurarlas.

P. ¿Su conclusión?

R. Estamos ultimando la propuesta. De un lado, la idea del marco general normativo está avanzada: acelerar las autorizaciones, trámites y procedimientos para crear nuevas fábricas de nuevas tecnologías y acelerar las convalidaciones de ayudas públicas. Haremos una Clean Tech Act específica para la industria de las tecnologías energéticas verdes, la descarbonización industrial, la movilidad. Igual que hicimos la Chip Act [ley de apoyo a la fabricación de semiconductores], para fomentar no solo el despliegue de nuevas tecnologías sino también acelerar la producción en Europa. Porque sin una base manufacturera, nuestra seguridad de abastecimiento, nuestra capacidad de exportación y nuestros empleos europeos están en peligro. Será una norma horizontal, para que todos los que quieran, puedan, con los mismos instrumentos, auparse a estas industrias y nadie se quede en la cuneta. En el capítulo de la financiación estamos trabajando intensamente.

Molinos de viento en la sierra del Merengue, en Plasencia.
Molinos de viento en la sierra del Merengue, en Plasencia.

P. Es el que puede distorsionar más la igualdad de cada socio en el mismo mercado, por su distinta capacidad de apoyo público, sobre todo en la línea norte-sur.

R. Estamos madurando el asunto para encontrar una solución válida para todos. De momento la financiación corre a cuenta de los Estados. Quien tiene más capacidad de endeudarse, como Alemania, anuncia que inyectará 200.000 millones. Holanda, 40.000, que es mucho para ese país. Estamos discutiendo cómo se concretan las cifras. Estimo que en el caso alemán, serán entre 80.000 y 100.000 millones los dedicados a esta industria [aparte de los destinados a familias].

P. Mucho más que otros, absoluta y relativamente.

R. Estamos en el momento de evaluarlo y ponderarlo. Otros países podrán utilizar la parte no dispuesta del plan de recuperación Next Generation-EU. Sobre todo los préstamos, más que las subvenciones directas. Es el caso de España. O de Italia. Se trata de créditos que estaban previstos para ese plan, hay que verificar si encajan bien en la nueva Clean Tech Act. Otros países, como Bélgica, esperan poder utilizar un apoyo específico acrecentado del Banco Europeo de Inversiones. Otros sugieren obtener un acceso a una capacidad de endeudamiento adicional, a un tipo de interés equivalente para todos, mediante un mecanismo similar al del fondo SURE [para reasegurar el seguro de desempleo]: no todos los países lo utilizaron, pero fue un éxito para los que sí. Con la garantía de cada Estado.

P. ¿Sugiere una variedad de instrumentos financieros?

R. Exactamente. La idea en la que estoy trabajado es que no habrá un mecanismo único, en solitario. Sino un conjunto, una panoplia de instrumentos. Que por una parte sean capaces de responder a las distintas necesidades de cada país. Y por otra posibiliten a todos y cada uno dar una respuesta de inversión industrial similar. No es una propuesta de un nuevo Next-Generation, que sería difícilmente aceptada, sino una caja de distintos instrumentos financieros disponibles.

P. España propone que la flexibilidad en las ayudas de Estado sea temporal, hasta 2026, y que sea “imperativa” su vinculación al plan Nex Generation: ¿qué opina?.

R. Se trata de cambios estructurales. El IRA estadounidense no es una medida transitoria; la política de China es a largo plazo. Así que el marco que establezcamos no puede limitarse a soluciones temporales a corto plazo. Por eso creemos que debe prepararse una combinación de medidas reguladoras y de apoyo financiero. Y buscamos soluciones que funcionen en toda la Unión Europea, según las distintas circunstancias. En algunos Estados miembros, NextGenerationEU puede, con las flexibilidades necesarias, ayudar. Pero no es el caso de todos los Estados miembros. Algunos ya han asignado todo su presupuesto y utilizado todos los préstamos posibles. Necesitamos un conjunto de medidas nacionales y de la UE para hacer frente al reto de la desindustrialización vinculado a los costes energéticos y a la carrera por las tecnologías limpias: ayudas estatales, el mejor uso posible de los instrumentos existentes (RFF, Repower), pero también nuevos instrumentos europeos para apoyar a muy corto plazo a las empresas que se enfrentan a altos costes energéticos y ayudarlas a invertir en capacidades de fabricación de tecnologías limpias.

P. Con todo eso ¿se asegura que no convertiremos al mercado interior en un abanico de piezas inconexas y protagonistas desiguales, lo que desnaturalizaría a la Unión?

R. Sí, la idea es garantizar un terreno común para la participación de todos, un level playing field [igualdad de condiciones] normativo, y la capacidad financiera para los Estados de intervenir en función de sus necesidades, de forma aproximadamente similar en función de sus especificidades.

P. Pero la suavización de las ayudas de Estado puede asfixiar al mercado único.

R. Es un riesgo verdadero, porque algunos Estados tendrían bolsillos más grandes para ayudar a sus empresas, incluso aunque se trate solo de excepciones temporales. Y serían susceptibles de distorsionar la competencia. Solo un marco que especifique para qué empresas, qué sector, bajo qué forma, en materia de subvenciones a la inversión o de funcionamiento, durante cuánto tiempo… permitirá responder a este riesgo, porque será una normativa idéntica para todos. Pero si solo se abren las reglas de competencia sin más exigencias, el riesgo sería superior.

P. ¿Se evitará pues un mercado interior a lo Frankenstein?

R. Me parece que es la única manera de mantener que Europa sea competitiva hacia afuera y al mismo tiempo armónica hacia dentro. Este es mi combate.

P. ¿Qué cuantía total de recursos estima?

R. A grandes rasgos, y teniendo en cuenta la experiencia americana, se acercará a un 2% del PIB comunitario, o sea unos 300.000 o 350.000 millones de euros, pero solo en esta industria específica, de producción industrial para equipos de energía limpia. Estas cifras son una aproximación, un orden de magnitud.

P. ¿Eso es todo?

P. Y además tenemos otro mecanismo, el REPower-EU, para financiar las infraestructuras energéticas que contribuyan al Pacto Verde. De redes eléctricas a interconexiones, campos de energías renovables, o terminales de regasificación. Es un dispositivo paralelo, pero distinto. La Clean Tech Act pretende estimular la fabricación industrial de productos energéticos, insisto, como baterías y placas fotovoltaicas, que hoy apenas se producen en Europa. El marco normativo y la financiación equiparable a la de nuestros competidores permitirán crear una industria para las energías renovables competitiva con la norteamericana y la china.

P. Partimos casi de cero.

R. Europa apenas produce el 2% del total mundial de placas solares. Una mayoría abrumadora se hace en China.

P. Hay algo en Alemania.

R. Cada vez menos. El presidente de una de las sociedades que está en ello acaba de confesarme que en caso de no poder contar con apoyos está a punto de replantear y buscar otra localización para las inversiones que tenía previstas en nuestro continente. Tenemos que evitar ese éxodo. El primer ministro polaco me comentaba el otro día con acierto: “los europeos debemos exportar nuestros productos, no nuestros empleos” en estos sectores de futuro. Por mi parte añado que para esas nuevas producciones se necesitan materias primas muy selectas, tierras raras, minerales específicos como el níquel o el cobalto o el manganeso. Gran parte de esos materiales se extraen o se elaboran en China.

P. También en Ucrania.

R. Si, pero la elaboración, las refinerías del litio, por ejemplo, están en China, al 90%. Chile produce, pero tiene que enviarlo por barco allá, y luego nosotros lo importamos. Dependemos del lugar que elabora. Tenemos que montar factorías en Europa y trabar acuerdos de importación con los productores, como Chile, o Namibia o Canadá, que diversifiquen el acceso a la materia prima. Y también realizar minas de extracción propias. No debemos reposar completamente en los demás porque tenemos recelos a la posible contaminación: hoy hay suficientes tecnologías para su producción limpia, manteniendo el respeto al medio ambiente y a la biodiversidad. Moralmente no debemos cerrar los ojos de forma que solo extraigan los demás.

P. El subsuelo europeo es menos rico.

R. Tenemos muchos minerales en Europa. Litio, cobalto, zinc. A grandes trazos, podríamos satisfacer al menos el 30% de nuestras necesidades. Y ahora hay que añadirle el recentísimo descubrimiento de Suecia. Estamos en ello, preparando otra norma, la Raw Materials Act [ley de materias primas]. La presentaré en marzo. Contamos con la unanimidad de principio de los ministros de Industria sobre sus distintos componentes: seguridad, investigación, reciclaje y economía circular.

P. La presidenta Von der Leyen ha propuesto un fondo de soberanía para las inversiones industriales más globales, ¿cómo se conjuga eso con el paquete que comentamos?

R. Es una propuesta a más largo plazo. Estamos trabajando en ello. Versará sobre sectores que deban ser protegidos. Y requerirá claramente una financiación de la Comisión. Será un elemento importante para la revisión de medio plazo de las perspectivas financieras.

P. ¿En qué punto está la Chips Act?

R. El Consejo ya la aprobó. Ahora está en el Parlamento y luego empieza el “trílogo” entre las tres instituciones. Confío en que acabará este año.

P. ¡Qué lento!

R. Nuestra democracia es así. Las democracias son más lentas que las autocracias. Las dictaduras son sumarísimas. Pero la clave está en que, como la hoja de ruta está ya bosquejada, las empresas han planteado ya muchos proyectos. Y que están firmados.

P. Este efecto de anticipación a la plena vigencia de la norma es significativo, también está ocurriendo en España con los proyectos del plan Next Generation.

R. En efecto. Yo estoy a disposición de todos los que quieren verme para adecuarse y para anticipar sus proyectos. He visto a muchos, entre ellos a Elon Musk de Twitter, a Airbnb, a todas las grandes plataformas; hemos iniciado pruebas de auditoría voluntarias…

P. Sobre la nueva normativa europea digital, ¿le obedecerá Musk en su exigencia de que modere los contenidos de Twiter y la desinformación?

R. No tiene por qué obedecerme o no. Soy muy claro. Europa es el primer gran espacio económico y el primer mercado digital del mundo libre: una vez y media más que los estadounidenses en número de usuarios. Es normal que las grandes plataformas quieran venir y sacar partido de nuestro mercado. No las forzamos a venir, son bienvenidas, pero les decimos: he aquí nuestras reglas. En Europa continental se conduce a la derecha. Vale para la conducción o para enviarnos automóviles. Es todo. Entienden bien cuáles son las condiciones de acceso a nuestro mercado, hay que cumplirlas y si no, se dispondrá de una escala de sanciones. No es la obediencia personal. Es la ley.

P. Es así como se expanden en todo el mundo los estándares europeos, gracias a la potencia normativa de la UE, como ha escrito la jurista Anu Bradford en The Brussels effect.

R. Claro, pero mi responsabilidad es Europa. He tenido esa discusión con Musk. Me ha dicho que comprende el planteamiento y que se siente cómodo y cumplirá. Y yo, que si quieren aplicar las mismas normas para sus actividades fuera de Europa, ningún problema.

P. Eso, ¿no es bueno para la UE? Exporta reglas.

R. De alguna manera EE UU afronta el mismo desafío, pues sufre las consecuencias de la excesiva desregulación del espacio digital, sobre las redes sociales, sobre la protección de las personas, que acaba desembocando en una monopolización que equivale a la de los rentistas.

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