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El BCE sube los tipos medio punto hasta el 2,5% y advierte de que habrá más subidas fuertes en 2023

El Eurobanco avisa de que aumentará el precio del dinero, en máximos desde 2008, para enfriar la economía. La entidad rebajará su balance a partir de marzo a un ritmo de 15.000 millones al mes

Christine Lagarde, durante la rueda de prensa del BCE, este jueves en Fráncfort (Alemania).
Christine Lagarde, durante la rueda de prensa del BCE, este jueves en Fráncfort (Alemania).Alex Kraus (Bloomberg)
Lluís Pellicer

El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido emprender una ruta menos empinada, pero sigue escalando y avisa de que aún le queda mucho camino hasta llegar a la cima. La institución que preside Christine Lagarde ha acordado este jueves una subida de los tipos de interés de medio punto, dejando el precio del dinero en el 2,5%. Después de que la inflación se relajara en noviembre por primera vez en 17 meses en el conjunto de la zona euro, la autoridad monetaria ha optado por un movimiento menos brusco que los incrementos de 0,75 puntos aprobados en las dos reuniones anteriores. Sin embargo, eso no significa que la batalla haya terminado. Al contrario: Lagarde ha empleado si cabe un lenguaje más agresivo, ha advertido de que seguirá aumentando los tipos cuanto sea necesario y ha hablado ya sin tapujos de llevarlos a niveles “restrictivos”. En plata: el BCE busca ya enfriar la economía para contener la inflación.

Fráncfort pone ya de forma definitiva punto final a una era excepcional de la política monetaria. El BCE salvó a la zona euro de la catástrofe en dos ocasiones con una combinación de tipos negativos y compras masivas de deuda. En solo seis meses, Lagarde ha dado un volantazo a esa dinámica para aplacar una inflación que todavía se sitúa en el 10%. Empezó por elevar el tono y adoptar el discurso de los halcones, continuó acabando con los programas de compras de deuda y terminó por subir los tipos de interés hasta niveles nunca vistos desde 2008. Este jueves ha añadido el último elemento que faltaba para endurecer la política económica europea: trazar una hoja de ruta para ir reduciendo el balance del BCE, que tiene en su haber más de cinco billones de euros en bonos. Lo hará a partir de marzo de 2023 y a un ritmo de 15.000 millones de euros mensuales.

El BCE sigue la estela de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra y suaviza el ritmo de subidas de los tipos de interés, que se han convertido ya en la principal herramienta de la política monetaria europea. Se trata casi de una concesión al sector más laxo del Eurobanco —conocido como palomas— después de que la inflación se relajara en noviembre. Los halcones, sin embargo, ganaron hace ya meses la batalla del relato, que durante casi una década estuvo en manos de los más heterodoxos y moderados. Encabezados por la alemana Isabel Schnabel, los más ortodoxos tal vez no han conseguido la subida de 0,75 puntos que algunos de ellos perseguían, pero se han anotado también la victoria sobre la política que el Eurobanco desplegará en los próximos meses.

Como muestra, la frase del comunicado que Lagarde ha releído tras la primera pregunta que le habían formulado: “El Consejo de Gobierno estima que los tipos de interés tendrán que incrementarse aún significativamente a un ritmo sostenido hasta alcanzar niveles suficientemente restrictivos para asegurar que vuelvan a situarse de forma oportuna en el objetivo del 2% a medio plazo”. Por si había dudas, Lagarde ha aclarado que eso se traduce en subidas de “medio punto” durante “un periodo de tiempo”. Pero aún quedan palomas en la sala. “Algunos hubieran querido más, otros menos”, ha añadido la francesa para confirmar que no ha habido unanimidad en el consejo.

La reacción de los mercados, que ya atisban unos tipos de hasta el 4% en 2023, no se hicieron esperar. Las Bolsas cayeron y las primas de riesgo subieron. Tras dejar los tipos al borde de las cotas que ya pueden enfriar la economía, Lagarde empieza a dar pasos en un terreno tan resbaladizo como las calles de la gélida Fráncfort en diciembre. Según el comunicado del BCE, “la economía de la zona euro podría experimentar una contracción en este trimestre, así como en el siguiente”, aunque si se produce una recesión, los economistas del Eurobanco prevén que sea “relativamente corta y poco profunda”, agrega. En concreto, el BCE proyecta un crecimiento del 3,4% en 2022, del 0,5% en 2023, del 1,9% en 2024 y del 1,8% en 2025. La crisis, pues, no será tan dura como se apuntaba tras el verano, pero la situación sigue siendo delicada.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, y el vicepresidente, Luis de Guindos, tras la rueda de prensa de este jueves.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, y el vicepresidente, Luis de Guindos, tras la rueda de prensa de este jueves.WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

Reducción de balance

La inflación, en cambio, persiste. Según las previsiones, el alza media de precios de este año será del 8,4% y descenderá “de forma acusada” a lo largo de 2023 para situarse en el 6,3%. En 2024 rondará el 3,4% y en 2025 —esta es la clave—, el 2,3%, todavía por encima del objetivo que se fija el BCE a medio plazo. El mensaje, por tanto, es claro: mientras la economía no se despeñe, el BCE seguirá en su lucha contra la inflación a través de subidas de tipos de interés. Al contrario que su economista jefe, Lagarde no se aventura a decir si la inflación ha tocado techo y cree que en enero y febrero puede volver a escalar. El Eurobanco, además, ve riesgos al alza: las subidas salariales, que prevé que sean del 5,2% en 2023, y la retirada de las medidas adoptadas por los gobiernos.

Esta vez, ha habido unanimidad entre los analistas. “El BCE ha sido más agresivo de lo esperado”, afirma Francisco Quintana, director de Estrategia de ING. “La decisión del BCE de subir los tipos de interés 50 puntos básicos era una medida muy esperada, pero el comunicado que acompañó a la misma fue sorprendentemente hawkish (duro)”, coincide Luke Bartholomew, economista senior de Abrdn.

Los mercados esperaban también la última bala que se guardaba el BCE para endurecer la política monetaria: la reducción de su cartera de bonos, que suman unos cinco billones de un balance que alcanza los 8,5 billones. Alemania presiona para que la institución empiece a soltar ya lastre, pero el sur pide cautela ante un proceso sin precedentes en Europa. En los últimos meses, el organismo no ha usado la flexibilidad que se otorgó en las reinversiones de las amortizaciones de deuda para contener la rentabilidad de los bonos periféricos. Es decir, no ha tenido que ir al rescate de la deuda italiana, española o portuguesa. Sin embargo, fuentes cercanas a ese proceso advierten de los peligros que permanecen: la situación económica es incierta y una reducción del balance supondrá un aumento de la oferta de bonos soberanos en el mercado.

Los inversores esperan que hoy Lagarde anunciara solo algunos principios básicos de ese proceso. Pero la francesa ha ido más allá, puntualizando que su arma principal son los tipos y la rebaja del balance puede considerarse como un “complemento”. El Consejo ha acordado que, a partir de marzo de 2023, el tamaño de la cartera del programa de compras de deuda (APP, por sus siglas en inglés) se irá reduciendo en 15.000 millones de euros mensuales hasta el final del segundo trimestre. Entonces, el BCE recalibrará el plan y determinará el ritmo de reducción.

El Eurobanco acordó en julio la creación de un instrumento para evitar la fragmentación dentro de la zona euro si la deuda soberana de un país se dispara, bautizado como TPI (las siglas en inglés de Instrumento de Protección de Transmisión). En el punto de mira está Italia, la tercera economía de la zona euro. Pese al acuerdo de julio, en Fráncfort aún hay la sensación de que hay una conversación pendiente, la de las condiciones concretas de ese instrumento. Lagarde este jueves ha recordado que el TPI es una herramienta para garantizar “la transmisión de la política monetaria” y que “se usará si es necesario”.


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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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