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Alemania prohíbe la venta a China de dos fabricantes de chips en plena redefinición de sus relaciones con el gigante asiático

La reciente entrada de capital chino en el puerto de Hamburgo y la visita de Olaf Scholz a Pekín han generado una oleada de críticas a la política mercantilista de Scholz

Elena G. Sevillano
Exterior de la sede de la empresa de semiconductores Elmos, en Dortmund.
Exterior de la sede de la empresa de semiconductores Elmos, en Dortmund.STEPHANE NITSCHKE (REUTERS)

Cambio radical de criterio en apenas unos días. El Gobierno alemán ha prohibido la venta a China de dos empresas, una dedicada a la fabricación de chips y la otra a los semiconductores, en un movimiento que evidencia las crecientes reservas que despiertan en la Unión Europea las inversiones chinas en tecnologías sensibles e infraestructuras críticas. La decisión se produce solo unos días después de que el Gobierno alemán autorizara la entrada de capital chino en una de las tres terminales del puerto de Hamburgo, el tercero por volumen de mercancías en Europa. La luz verde a esta operación, sumada a la visita de tintes eminentemente económicos del canciller, Olaf Scholz, a China la semana pasada, han generado una oleada de críticas que parecen haber hecho mella en el Ejecutivo de coalición.

Las empresas de chips seguirán siendo alemanas. Una de las transacciones vetadas es la venta del fabricante Elmos, con sede en Dortmund, en el oeste del país, a la firma sueca Silex, participada al 100% por la china Sai Microelectronics. El ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, adelantó este martes que no veía con buenos ojos la operación, que hasta entonces se daba por hecha. El Consejo de Ministros también ha prohibido este miércoles la venta de la compañía ERS Electronic, con sede en Baviera, que se dedica a los semiconductores.

En ambos casos, la decisión se justifica en la necesidad de garantizar la seguridad nacional, aseguró Habeck en una comparecencia. El mensaje fue claramente más político que técnico. El ministro defendió que Alemania seguirá abierta a inversiones extranjeras, que “son bienvenidas como siempre”. También las ofertas chinas, pero añadió que no hay que ser “ingenuos” y que la prioridad del Gobierno es “proteger los intereses de Alemania”. “Los sectores de producción críticos requieren especial protección”, subrayó.

El veto a las dos compras se produce en un momento muy sensible en las relaciones entre Berlín y Pekín. El Gobierno alemán se debate entre la necesidad de mantener los flujos comerciales con su principal socio y el reto de reducir su dependencia para no caer en los mismos errores que se cometieron con Moscú y los hidrocarburos. Es un equilibrio delicado que tensiona la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales. El Gobierno está actualmente trabajando en una nueva estrategia respecto al gigante asiático que, si recoge las claves que pactaron los tres partidos en el acuerdo de coalición, implicará un discurso mucho más duro. Los anteriores gobiernos consideraban a China un socio estratégico mientras que el nuevo la califica de “rival sistémico”.

Operación del puerto de Hamburgo

Hasta hace unos días todo parecía indicar que la operación iba a tener el visto bueno del Gobierno, pero la controversia que ha generado la venta de la terminal del puerto de Hamburgo a Cosco ha provocado un cambio de rumbo. El trato de Hamburgo consistía inicialmente en la adquisición por parte de la naviera china Cosco del 35% de las participaciones de la terminal. El canciller estaba a favor, pero la oposición de varios de sus ministros —tanto los de sus socios liberales y verdes como algunos socialdemócratas— le obligó a aceptar una solución de compromiso. Finalmente, el consejo de ministros aprobó la venta del 24,9% para evitar que Cosco pueda tomar parte en decisiones operativas.

El Ejecutivo discute estos días cómo modificar los procedimientos de evaluación de inversiones extranjeras. A partir de ahora se analizará especialmente la cuestión de las dependencias y de si se trata de infraestructuras críticas o de tecnologías o conocimientos clave que no deberían estar en manos de terceros países rivales.

La Oficina para la Protección de la Constitución, la agencia de seguridad nacional alemana, había alertado al Ejecutivo de que la venta de Elmos presentaba riesgos. Recomendó vetarla. Y ello pese a reconocer que la empresa, de tamaño mediano y que da trabajo a unas 300 personas, no maneja tecnología puntera. Los expertos han explicado que los chips de Elmos, de 350 nanómetros, se han quedado obsoletos frente a los de 130 nanómetros que producen empresas como Siemens. Malte Schaumann, analista de Warburg Research, señaló en la televisión pública ARD que no entiende la prohibición desde un punto de vista técnico y que, de no haberse producido la polémica con el puerto de Hamburgo, el Gobierno probablemente habría autorizado la venta.

Elmos anunció en diciembre del año pasado su intención de vender la planta de producción de chips a su competidor sueco Silex por 85 millones de euros. La empresa asegura que la entrada de capital extranjero le permitiría asegurar su viabilidad futura en un entorno muy competitivo. Los chips de Elmos se utilizan en la industria automovilística alemana. Silex y Sai los usan para tecnología médica y de telecomunicaciones.

En lo que va de año, el Ministerio de Economía ha iniciado 261 procedimientos de evaluación de inversiones extranjeras. La mayoría se aprueban con rapidez porque las ofertas proceden de Estados Unidos, Japón o la Unión Europea. Actualmente, hay 44 solicitudes pendientes, incluidas 17 de China, según ha publicado el Süddeutsche Zeitung. En abril, el gobierno prohibió la venta de la empresa de tecnología médica Heyer Medical, que entre otras cosas fabrica respiradores, a un inversor chino. El contexto era distinto y la noticia apenas tuvo repercusión. Con Alemania en pleno proceso de reevaluación de sus dependencias de terceros países, esas 17 compras chinas serán analizadas con lupa.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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