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El precio del gas cae un 40% en Europa tras el anuncio de intervención de Bruselas

Los mercados también valoran la consecución de los objetivos de almacenamiento y el acelerón de las importaciones por barco

gas natural
Un barco metanero, en el puerto Eemshaven (Países Bajos), a principios de septiembre.SIESE VEENSTRA (AFP)
Ignacio Fariza

Ursula von der Leyen tiene en quien fijarse. En julio de 2012, al entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, le bastaron 12 palabras convertidas ya en mantra —”haré todo lo necesario para sostener el euro y, créanme, será suficiente”— para apagar el incendio en los mercados de deuda. Hoy, una década después, la alemana sigue el libreto del italiano: desde que anunció, sin detalles, una “intervención” en los mercados energéticos y su disposición a incluir algún tipo de límite en el precio del gas importado por los Veintisiete, el precio de este combustible en Europa ha retrocedido casi un 40%. Bruselas habla y los mercados escuchan.

Los valores que arroja el principal mercado europeo, el holandés TTF (que se utiliza como referencia continental), siguen siendo disparatados: el megavatio hora (MWh) cotiza a 200 euros, ocho veces más que antes de que la brújula de los parqués energéticos de la UE se desimantase. Esa cifra, sin embargo, también está lejos del pico que llegó a alcanzar el pasado 26 de agosto, cuando cerró al filo de los 350 euros, pulverizando todos los récords. Menos de 72 horas después de ese máximo, Von der Leyen sacó el extintor de la retórica para tratar de sofocar unas llamas que tenían —y siguen teniendo— un enorme potencial de destrucción sobre el tejido económico y social.

Desde entonces, el cambio de rumbo ha sido poderoso. Tanto es así, que el anuncio del cierre total del gasoducto Nord Stream 1 por obra y gracia de Vladímir Putin —una noticia que hace unos meses habría tenido un efecto devastador— apenas ha hecho mella. En parte, porque este escenario se daba por descontado desde hace semanas, en las que Moscú ha ido cerrando el grifo paulatinamente y decretando interrupciones temporales de suministro, escudándose en motivos técnicos, como el mantenimiento de las turbinas. En parte, también, por el poder sedante de la Comisión Europea, que marca un antes y un después en cuanto al papel a desempeñar por parte de las autoridades: con la seguridad de suministro en entredicho y los precios por las nubes, hasta los países del centro y el norte —siempre reacios a intervenir— han pasado a respaldar una vía que parecía inconcebible.

El mero anuncio de que Bruselas tomará cartas en el asunto, enmendando su postura inicial —nítidamente antiintervencionista: dejar hacer a los mercados ha sido su máxima hasta hace bien poco—, ha cambiado el tono en los mercados. Todo, a pesar de la falta de concreción y de que no pocas capitales siguen sin ver claro cómo limitar el precio del gas importado. Todos los ojos están puestos en el discurso sobre el Estado de la Unión que pronunciará este miércoles Von der Leyen, que debería arrojar más pistas sobre la estrategia del Ejecutivo comunitario.

Entre las alternativas barajadas por la Comisión en las últimas semanas ha llegado a estar la intervención del propio TTF con el objetivo de separar en dos índices independientes la cotización del gas que llega por tubo (más económico) del que llega por barco (más caro, pero única alternativa posible ante el cerrojazo ruso) para imponer después un tope sobre el primero. También ha flotado la posibilidad de dar más peso a otros índices del Viejo Continente, entre ellos el Mibgas español, siempre en detrimento del holandés. Tras años de indexación de los contratos gasistas al brent —una referencia petrolera y no gasista—, ahora el punto de referencia ha pasado a ser el TTF, un índice que cuenta con menos de dos décadas de vida.

“Estamos ante un entorno de mercado altamente irracional, que se mueve por la especulación y los riesgos regulatorios”, explica Pedro Cantuel, analista de mercados de electricidad y gas de Ignis Energía. “La posibilidad de un tope al precio del gas o de restricciones sobre el consumo de electricidad ha provocado esta caída en buena medida, en tanto que los agentes han reducido su exposición”. Ese abaratamiento, junto con la promesa de intervención europea en ese flanco, también ha permitido en los últimos días una relajación en los futuros de la electricidad en los principales países del Viejo Continente.

Con todo, otros analistas del sector energético, como Ignacio Gistau, restan importancia al verbo de la Comisión: “A diferencia de Draghi cuando estaba en el BCE, Von der Leyen tiene menos poder de actuación”, apunta. A su juicio, el movimiento tiene que ver, en gran medida, con la contratación de regasificadoras flotantes, que ya empieza a dar sus frutos en varios países de la Unión. “Holanda ya ha puesto en marcha una, en tiempo récord; Finlandia tiene otra a punto; y Alemania ha encargado cinco más, con las que podrán abastecer por sí mismo el 30% de su mercado. Creo que eso tiene más influencia que las palabras de la presidenta de la Comisión Europea”, replica.

Más allá del giro bruselense, los mercados energéticos empiezan a cotizar otros factores, como la consecución de los objetivos de almacenamiento mucho antes de lo previsto; el acelerón en las importaciones de gas por barco —en parte, gracias a la menor demanda de otros grandes compradores, en su mayoría asiáticos: China, Japón y Corea del Sur son los mayores competidores europeos en la carrera por atraer a estas barcazas—; o la caída de la demanda, en especial la industrial, a lo largo y ancho del bloque.

“Ahora mismo, todos estos fundamentales tienen una menor influencia de la habitual”, apostilla Cantuel. “Ahora estamos a la espera de conocer las medidas definitivas y cómo reaccionará al mercado. “De cara al invierno, será clave la generación eólica para limitar el uso del gas en el sector eléctrico, la reducción de demanda y, principalmente, las temperaturas, siempre con el foco en Alemania y Europa Central”, añade el especialista de Ignis Energía. “España se moverá menos, con precios más bajos por el menor riesgo de racionamiento y desabastecimiento”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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