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Europa acelera el acopio de gas natural con el precio en máximos históricos

El buen tono general de los depósitos ofrece un colchón ante un invierno que se antoja complicado, pero los riesgos permanecen. La puja exacerba la competencia con Asia por los barcos metaneros

Un trabajador maniobraba en la reserva de gas de Haidach, en Austria, el pasado 2 de agosto.
Un trabajador maniobraba en la reserva de gas de Haidach, en Austria, el pasado 2 de agosto.Uwe Lein (Getty)
Ignacio Fariza

La consigna en Bruselas y en el resto de grandes capitales europeas es nítida: en previsión del invierno más movido hasta donde alcanza la memoria, el llenado de las reservas es innegociable. Y lo es cueste lo que cueste, sin que la cotización de este combustible —en máximos históricos— ejerza como elemento disuasorio; hace tiempo que la seguridad de suministro dejó de tener precio. Aprovechando el menor consumo estival, los Veintisiete han acelerado en las últimas semanas las inyecciones en sus depósitos subterráneos, acercándose a pasos agigantados al objetivo comunitario y exacerbando la competencia con Asia por los cada vez más escasos contratos de suministro de metano por barco disponibles en el mundo.

La hoja de ruta de la Comisión Europea, de obligado cumplimiento para todos los países del club, pasa por que los depósitos de gas rompan el umbral del 80% el próximo 1 de noviembre, cuando dará comienzo la temporada de frío en el centro y el norte de la Unión. Y a la vista de las últimas cifras de Gas Infrastructure Europe (la asociación que representa a los operadores de la infraestructura gasista en el Viejo Continente), mucho se tendrían que torcer las cosas en los próximos tiempos para que la meta no se pulverice: a dos meses y medio vista, las reservas continentales de gas rozan ya el 76%, con ocho Estados —España, Bélgica, República Checa, Dinamarca, Francia, Suecia, Polonia y Portugal (estos dos últimos, con prácticamente un 100%)— ya por encima de la cifra mágica del Ejecutivo comunitario.

La renovada pujanza europea por sumar más y más gas a sus depósitos ha provocado un fuerte aumento en los envíos por tubo desde exportadores tradicionales alternativos a Rusia —como Noruega, Azerbaiyán o Argelia— y ha elevado la disputa con otros grandes compradores, como Japón, China o Corea del Sur, los tres mayores polos de atracción global de gas natural licuado (GNL, el que llega por mar).

Esa pugna por los contratos de los buques metaneros procedentes de Estados Unidos, Qatar, Australia o Nigeria también está contribuyendo a disparar la cotización de este combustible en la UE, que lejos de seguir la trayectoria bajista de su hermano mayor, el petróleo, sigue batiendo récords. El único aspecto positivo en ese flanco es que la desaceleración de la economía China promete una cierta distensión en su pujanza, lo que liberaría un valioso espacio que Europa podría aprovechar.

“Los almacenamientos de gas han ido mucho mejor de lo esperado gracias a las importaciones récord de GNL”, expone por teléfono Pedro Cantuel, analista de Ignis Energía. En los últimos meses, dice, las terminales de Francia, Países Bajos, Bélgica e Italia han estado funcionando “a pleno rendimiento, a un nivel que no tiene precedentes”. En paralelo, Noruega se ha convertido en el primer proveedor de gas de Alemania, supliendo en parte el brutal recorte aplicado por Rusia en el principal gasoducto que le conecta con la locomotora europea —el Nord Stream 1— que opera a un quinto de su capacidad por obra y gracia de Vladímir Putin.

Hasta aquí las buenas noticias: el problema es que, aunque la foto fija de las reservas en el Viejo Continente sea notablemente mejor de lo anticipado, el colchón que estas ofrecen es pequeño en comparación con la magnitud que puede estar por llegar si Rusia termina por cerrar definitivamente el grifo del gas. Si eso sucede, explica Cantuel, en países como Alemania, que es donde están posadas todas las miradas, habrá problemas, sea cual sea el grado de almacenamiento que haya conseguido estos meses. “Eso es lo que está reflejando el mercado”, sostiene.

Varios barcos frente a la terminal de importación de gas natural licuado del puerto de Róterdam (Países Bajos).
Varios barcos frente a la terminal de importación de gas natural licuado del puerto de Róterdam (Países Bajos).Ben Kilb (Bloomberg)

Alemania, en el ojo del huracán

El regulador energético del país germano ha advertido esta misma semana de que, incluso si se consiguiera cumplir el objetivo nacional del 85% en octubre y del 95% en noviembre, esa cantidad solo sería suficiente para cubrir un máximo de dos meses y medio de consumo, entre industria, calefacciones y generación de electricidad. “Estamos yendo un poco más rápido de lo habitual en términos de llenado de depósitos, pero no podemos relajarnos: al contrario, esto debe ser interpretado como un impulso para seguir así”, afirmó el martes el presidente de la Agencia Federal de Redes, Klaus Müller. Pese a llevar dos semanas de adelanto respecto a su propio calendario inicial, un descenso anticipado de las temperaturas podría dar al traste con esta ventaja conseguida. “No puedo prometer que se conseguirá alcanzar el 95% en noviembre”, zanjó Müller.

Alemania, que llegó a la crisis energética sin una sola planta regasificadora —la infraestructura necesaria para procesar el combustible que llega por barco—, tiene previsto que al menos dos plantas flotantes estén listas este mismo invierno. Eso les permitiría una cierta holgura para los próximos meses, pudiendo importar gas desde cualquier punto del mundo. “Pero el problema es que el mercado no se lo cree, de ahí la evolución viendo el TTF [el mercado holandés, la principal referencia de esta energía fósil en el Viejo Continente, que ha batido varios récords en las últimas jornadas]”, subraya Cantuel. “Lo que dicen esos precios es que lo va a pasar mal y que va a tener que recortar su consumo de gas en un 20% o 25%. Si no, dependerá de la solidaridad de otros de países de su entorno: Polonia, Holanda, Bélgica...”.

Más allá de Alemania, el mayor grado de alerta está en los países de menor tamaño del Este de la UE. De entre los grandes, Italia —un gran consumidor de gas para producir electricidad, dado el bajo peso de las renovables y la ausencia de nuclear— también preocupa. Sin embargo, la nación transalpina, a diferencia de la primera economía europea, sí cuenta con una notable capacidad de regasificación y ha pactado con Argelia aumentar el trasiego de gas por ducto. “España, Francia y el Reino Unido están bien cubiertos; el mayor foco está en Alemania: si termina activando el nivel 3 [de alerta: ahora está en el 2], muchas industrias no esenciales van a sufrir cortes en el suministro. Por eso hay tantas empresas alemanas comprando al precio que sea, lo que a su vez está aumentando mucho el coste en el centro y el norte de Europa”, zanja el analista de Ignis Energía.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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