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Las energéticas españolas se embarcan en la promesa de la eólica flotante

Repsol y Naturgy anuncian sendos proyectos de la única tecnología que se adapta a las características de las costas peninsulares y que debería tener tres gigavatios de potencia instalada en 2030

Ignacio Fariza
Varios aerogeneradores de un proyecto de eólica flotante en Viana do Castelo (Portugal).
Varios aerogeneradores de un proyecto de eólica flotante en Viana do Castelo (Portugal).VIOLETA SANTOS MOURA (REUTERS)

El goteo ya ha comenzado. Dos grandes nombres del sector energético español, la petrolera Repsol y la eléctrica y gasista Naturgy, han anunciado en los últimos días sus primeros proyectos de eólica flotante en la península Ibérica, una tecnología todavía incipiente pero que se ajusta como un guante a su perfil costero: aguas muy profundas a poca distancia de la costa, lo que inhabilita cualquier opción de instalar eólica marina tradicional, que requiere de cimentaciones fijas imposibles a partir de 50 metros de profundidad.

No son las únicas: Iberdrola y otras empresas de menor tamaño también han transmitido su interés en participar en un proceso que se antoja vital para que España pueda cumplir sus objetivos climáticos y disminuir su dependencia energética del exterior. Los planes del Ejecutivo español pasan por alcanzar los tres gigavatios (GW) de potencia instalada de eólica marina flotante en 2030. Según la información facilitada por el Ministerio para la Transición Ecológica hace cinco meses, siete de las 27 “soluciones flotantes para los aerogeneradores” que hay ahora en marcha en todo el mundo son españolas. Los costes de generación siguen siendo notablemente más altos que los de la fotovoltaica, la eólica terrestre y la eólica marina fija, pero la proliferación de proyectos irá abaratándola a marchas forzadas.

La primera en descolgarse esta semana con un plan específico de entrada en el campo de la eólica flotante ha sido Repsol. La firma presidida por Josu Jon Imaz —embarcada en un cambio de modelo que le lleve del negocio puramente petrolero en el que descansa hoy la mayor parte de su cuenta de resultados, a otro mucho más centrado en las energías renovables— ha abierto este martes la vía de la flotante de la mano de la danesa Ørsted, una firma destacada en el sector. La ambición de ambas empresas es nítida: “Convertirse conjuntamente en líder en el desarrollo de la eólica marina flotante” en España.

El acuerdo entre Repsol y Ørsted pasa por “identificar y, en su caso, desarrollar conjuntamente proyectos de eólica marina flotante” en las costas españolas. La petrolera afirma tener en la generación renovable “uno de sus pilares de descarbonización”, con la ambición de alcanzar los 20 GW de capacidad instalada (entre eólica y solar) en 2030. Ørsted, por su parte, ya cuenta con 11 GW de eólica instalada: 7,6 GW en el mar y otros 3,4 GW en tierra, y acaba de abrir su primera oficina en España. “La cadena de suministro está preparada para entrar en esta tecnología gracias a décadas de experiencia en el suministro de la amplia flota de parques eólicos terrestres de España”, se lee en el comunicado con el que Repsol ha desvelado el proyecto.

Sucesión de anuncios

Apenas 24 horas después ha sido Naturgy la que ha hecho público un acuerdo con la noruega Equinor —que ya cuenta con una dilatada experiencia en el campo de la eólica marina, tanto en el norte de Europa como en el Reino Unido y en Estados Unidos— para “trabajar de manera conjunta en el análisis y oportunidades” de esta tecnología en España, “que cuenta con gran potencial en nuestro país”. Ambas empresas desarrollarán un proyecto “que pueda participar en la primera subasta de eólica offshore de España”, en aguas canarias.

En este escenario, Naturgy y Equinor unirán sus fuerzas para explorar posibilidades conjuntas en el desarrollo de esta nueva tecnología en España. En esta alianza, la energética española aportará su experiencia en el desarrollo de eólica terrestre en nuestro país y la compañía noruega contribuirá con sus capacidades probadas en la tecnología flotante offshore.

“El desarrollo de la eólica flotante abre una ventana de oportunidad muy relevante a España, ya que permite aprovechar emplazamientos más alejados de la costa, con excelente recurso eólico, y ejercer como tractor de la economía a través de sectores clave como el naval o civil”, afirma el director general de Renovables, Nuevos Negocios e Innovación de Naturgy, Jorge Barredo. “Se trata de una oportunidad no solo energética, sino también industrial”.

El año pasado, Acciona eligió un esquema similar: un acuerdo de exclusividad con la escocesa SSE para el desarrollo de proyectos de eólica mar adentro tanto en España como en Portugal. Un mercado en el que el primer ejecutivo de Acciona Energía, Rafael Mateo, observa un “elevado potencial”.

Iberdrola, por su parte, también ha presentado ya ante el Ministerio para la Transición Ecológica proyectos que suman más de 1.000 MW (1 GW) de eólica marina en varios emplazamientos de la geografía nacional —Canarias, Cataluña, y Galicia— “a la espera de que finalmente se apruebe el Plan de Ordenación del Espacio Marítimo, se establezca el marco regulatorio y se generen los mecanismos de concurrencia competitiva por parte del Ministerio que permitan avanzar en el desarrollo de los proyectos en la geografía española”, según explican fuentes de la compañía presidida por Ignacio Sánchez Galán.

Del triunvirato de grandes eléctricas españolas, solo una —Endesa— se ha descolgado de estos planes de desarrollo de la eólica marina. ¿El motivo? Su apuesta por tecnologías renovables en fase madura, como la fotovoltaica o la eólica terrestre, y no tanto en desarrollo. “Nos centraremos en invertir en tecnologías ya probadas, como la solar fotovoltaica o la eólica terrestre”, apunta un portavoz de la empresa dirigida por José Bogas.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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