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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Demos continuidad a la recuperación del empleo

Es un disparate tener un mercado laboral que crea y destruye empleo con tanta facilidad abusando de la contratación temporal

Varias personas esperan a entrar a una oficina del SEPE de Puerta del Ángel, en Madrid, este martes.
Varias personas esperan a entrar a una oficina del SEPE de Puerta del Ángel, en Madrid, este martes.Ricardo Rubio (Europa Press)

Acabamos de conocer los datos positivos de afiliados y paro registrado del mes de julio. Se han batido dos récords: mayor nivel de afiliados medios de la serie histórica, con 19,6 millones trabajadores en alta, y la mayor caída del paro registrado en un mes de julio, con una reducción de casi 200.000 trabajadores.

Esta recuperación tan vigorosa del empleo se debe a dos factores diferenciadores de esta crisis pandémica. Por un lado, la introducción de fuertes restricciones para evitar el colapso del sistema sanitario provocó una fuerte destrucción de empleo (principalmente trabajadores temporales). Una vez controlada la pandemia —¡gracias a las vacunas!—, la vuelta a la normalidad está permitiendo una intensa recuperación del mismo. Por otro lado, el uso generalizado de los ERTE, como mecanismo de flexiseguridad ha conseguido de forma increíble amortiguar el impacto en el mercado laboral, protegiendo a los trabajadores, con contrato indefinido, de las actividades más afectadas (hostelería, ocio y turismo).

La parte negativa de estos buenos datos se encuentra en el mal endémico de nuestro mercado laboral: la altísima (injusta e ineficiente) precariedad que viene reflejada en el hecho de que en un solo mes se hayan dado de alta 2,3 millones de afiliados y se hayan dado de baja 2,2 millones. Además, la afiliación en educación ha experimentado una caída del 11% al terminar el curso académico para ahorrarse el salario de los meses de verano.

Es un disparate tener un mercado laboral que crea y destruye empleo con tanta facilidad abusando de la contratación temporal. Aún quedan 331.000 trabajadores en ERTE, que están en alta de la Seguridad Social. La duda aquí es cuántos no volverán a incorporarse pues sus empresas no han conseguido sobrevivir.

Estas cifras, unidos a los buenos datos conocidos del segundo trimestre (EPA y PIB), así, como a la buena marcha de la recaudación fiscal, que en términos homogéneos ya supera a la situación prepandemia, nos permiten afirmar que la recuperación es un hecho. Si no se produce ninguna sorpresa negativa por parte de la pandemia, los próximos meses serán de intenso crecimiento económico y de creación de empleo.

No obstante, no tenemos que ser complacientes con estos datos, pues si queremos dar continuidad a este crecimiento más allá de 2022 y reducir la precariedad del mercado de trabajo resulta necesario realizar reformas estructurales, que van mucho más allá de subir el salario mínimo interprofesional.

El mercado de trabajo necesita un equilibrio entre la seguridad del trabajador y la flexibilidad de la empresa. Actualmente, unos trabajadores disfrutan toda la seguridad (contratados indefinidos) y otros trabajadores sufren toda la flexibilidad que necesita la empresa (contratados temporales). Debemos aspirar a un diseño del mercado de trabajo más justo, donde la contratación temporal se restrinja a la mínima expresión, pero a cambio la contratación indefinida sea más flexible, reduciendo la incertidumbre jurídica con la clarificación de las causas de despido objetivo. Ambos contratos son vasos comunicantes. Y, si no queremos dañar la creación de empleo, si se restringe uno hay que flexibilizar el otro.

José Ignacio Conde-Ruiz es subdirector de Fedea y catedrático de Economía de la Universidad Complutense.

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